No fue un enlace real, pero contó con ilustres invitados: así fue la boda de Abdalá y Rania de Jordania
Cuando Abdalá y Rania se casaron, él no era heredero al trono, por lo que su enlace no se consideró una 'boda real'
Se casaron en el palacio de Zahran y celebraron la recepción en los jardines del palacio de Raghadan
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Rania y Abdalá se conocieron en agosto de 1992, cuando la princesa Aisha, hermana de él, organizaba una cena en su casa a la que ambos acudían como invitados. Rania Al- Yassin cautivó al entonces príncipe, que se enamoró perdidamente de ella. “En el momento que entró Rania por la puerta, lo supe allí mismo... Fue amor a primera vista", confesaría más adelante Abdalá en la revista People.
En aquel momento, Abdalá era solo uno de los hijos del rey Hussein, no el heredero al trono, y nada hacía suponer que esto fuera a cambiar. Rania, hija de padres palestinos, se había graduado en Administración de Empresas por la Universidad Americana de El Cairo y había trabajado en el sector bancario y en el de tecnología de la información.
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Meses después de conocerse tuvo lugar la pedida de mano, seis meses después se estaban casando; Rania tenía 22 años y Abdalá, 31.
La boda de Abdalá y Rania de Jordania
El 10 de junio de 1993, Aman presenciaba la boda de estos dos enamorados, una ceremonia que, a pesar de no ser una boda real como tal, sí que contó con ilustres invitados y un amplio reconocimiento. La ceremonia tendría lugar en el palacio de Zahran, el mismo lugar que, casi treinta años después, sería testigo del enlace de su hijo mayor y heredero al trono; allí también se había casado el rey Hussein con Noor, su cuarta y última esposa. La celebración posterior tuvo lugar en los jardines del palacio de Raghadan.
A pesar de no ser la boda del heredero, que por aquel entonces era un tío de Abdalá, algo que su padre cambió antes de morir, nadie quiso perderse el enlace. Entre los invitados no faltaron algunos miembros de las casas reales europeas, como la reina Sofía, que acudió en compañía de su hermana Irene.
Para su gran día, Rania, que siempre ha destacado por su estilo y su buen gusto en el vestir, escogió un diseño en blanco firmado por Bruce Oldfield y hecho a medida, un vestido de manga corta y bordado en oro, con gran volumen en la falda y un largo velo de siete metros. Lució guantes y una diadema de cristal rodeando al moño alto con el que recogió su cabello.
Una vez convertidos en marido y mujer, fueron recibidos por un arco de sables realizado por varios militares y después, a bordo de un coche descapotable, recorrieron las calles de la ciudad recibiendo el cariño de la gente. Durante la recepción, Rania optó por cambiarse, apostando por otro modelo del mismo diseñador, con escote en uve y espalda al aire.
Los recién casados lo celebraron a lo grande, recorrieron a pie las calles de la ciudad, cortaron la tarta nupcial de siete pisos, disfrutaron de fuegos artificiales en su honor y extendieron el besamanos hasta la puesta de sol. Hasta la muerte del rey Hussein en 1999, la pareja vivió en un pequeño apartamento que el Rey les había regalado por su boda.