Los Premios Iris, que este año celebran su 25ª edición, fueron creados por la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión de España para reconocer la excelencia en la industria de la televisión, especialmente en áreas relacionadas con la producción, la dirección, la interpretación y el guion.

La ceremonia de entrega de los premios tendrá lugar el próximo 14 de enero en el Gran Teatro Caixabank Príncipe Pío de Madrid, aunque ya se conocen algunos de los ganadores de esta edición, como el premio a Mejor Contenido Original para Plataforma que se ha concedido a la serie ‘Cristóbal Balenciaga’, protagonizada por Alberto San Juan. Esta miniserie de 6 episodios narra la historia del modisto español desde sus inicios como modisto tras su exilio en París, hasta el momento en que decide abandonar la industria de la moda.

Más allá de la ficción, la historia de Cristóbal Balenciaga es la historia de un modisto con una visión de la moda que llegó a revolucionar no solo París, sino el mundo entero.

Hijo de una costurera y un pescador, Cristóbal Balenciaga nació en Guetaria, País Vasco, en 1895 y llevado por su espíritu creativo, empezó desde muy joven a ayudar a su madre. A principios del siglo pasado, Guetaria era una zona de veraneo de la aristocracia y gracias a la protección de la Marquesa de Casa Torres, abuela de la futura reina Fabiola de Bélgica, se pudo formar como sastre. En 1917 abrió su primer taller en San Sebastián y rápidamente daría el salto a Madrid y Barcelona, contando con una selecta clientela entre la que se encontraban miembros de la aristocracia y de la familia real.

El estallido de la guerra civil le obligó a cerrar sus negocios y decidió trasladar su residencia a París donde, con ayuda de algunos compatriotas adinerados, abrió su taller en 1937. Su carácter obsesivo, el absoluto dominio del patronaje, la costura y los volúmenes, así como una exquisita clientela, entre la que destacan nombres como Gloria Guinnes, Mona von Bismark, la Duquesa de Windsor, Pauline de Rothschild, Marlene Dietrich, Bárbara Hutton o Ingrid Berman, fueron clave para que, en apenas una década se convirtiera en el maestro de los maestros y despertara la admiración de figuras consagradas como Coco Chanel, Christian Dior o Hubert de Givenchy.

Entre sus señas de identidad destacaban el uso de tejidos caros y con peso visual a base de bordados y brocados, así como la inspiración en las tradiciones que encontraba en el folclore y la pintura de los grandes clásicos españoles como Goya o Velázquez. Más allá de su trabajo, su personalidad enfermizamente tímida y reservada le llevó a convertirse en leyenda y poco o nada se sabe de su vida privada, que guardó con celo toda su vida.

Pero más allá de lo que se veía, estaba lo que no se veía y es que Balenciaga trataba sus creaciones como si fueran auténticas esculturas evolucionando hacia la simplificación y la pureza de la forma. Siempre hizo alta costura y fue precisamente su negativa a trabajar bajo los dictados del ‘prêt-à-porter’ lo que le llevó a abandonar el trabajo de modisto.

En 1968, debido a la pérdida de rentabilidad de su negocio, decidió cerrar todos sus talleres, tanto el de París, como los de Madrid. Solamente, y de manera excepcional, volvió a la costura para crear el vestido de novia de Carmen Martínez-Bordiú que contrajo matrimonio con Alfonso de Borbón en marzo de 1972. Unos días después del enlace, Cristóbal Balenciaga fallecía de un infarto en el parador de turismo de Jávea.

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