Andrea Casiraghi, a medio camino entre príncipe vampiro y rock star
La familia Grimaldi es uno de esos motivos por los que una no puede dejar de defender la monarquía. Conservan esos valores anteriores a la Revolución Francesa de cierta perversión, de aficiones poco recomendables… recuperan esa cosa tan de monarquía dieciochesca de llevar un estilo de vida más de rock star que de monarca. Carolina, Estefanía y (más discretamente) Alberto lo hicieron en su momento. Especialmente la hermana pequeña o quizá no, la pobre Estefanía parecía la más destroyer pero Carolina era de las que las mata callando.
Ese espíritu transgresor tan Grimaldi o más bien tan Kelly (que Grace en Hollywood no tenía precisamente fama de ser una vestal) lo ha heredado muy especialmente Andrea Casiraghi. Yo soy fan de este chico desde que él era adolescente. Ese pelo largo, esa delgadez, su palidez aunque se pasara el día en la playa… Andrea era y es ideal pero, para mi agrado, en las fotos que publicar el Hola de la fiesta benéfica de la Fundación Amade Muchos podrán decir que el muchacho tiene mala cara pero a mí, sintiéndolo mucho, me parece que Andrea está más guapo que nunca. Esas ojeras, esa delgadez tan extrema ese aire como perdido, ese pelo largo y, por supuesto, el “summun”: sus “slippers” con estampado de cebra no me pueden gustar más. Es una especie de Bowie de la primera época o, si nos ponemos más actuales, de protagonista perfecto de una nueva saga de Crepúsculo en la que un heredero al trono de un pequeño país se convierte en Vampiro y va chupando la sangre a todos los que van a jugarse los cuartos al casino de su principado.
Una es muy novelera, pero, vamos, las fotos hablan por sí solas. O Andrea ese día tenía una gripe, infección estomacal, dolor de muelas y lupus, todo a la vez, o este chico lleva una vida que se parece más a la de Pete Doherthy que a la de nuestro Príncipe Felipe.
Pero dejando a un lado mi pasión por este Andrea tan Glam, al que una imagina siempre con la corbata medio deshecha y con una botella de Veuve Clicqot en la mano, pasemos a los ‘excluidos’ de la familia. Por una parte, Estefanía que, la pobre, excepto en el Baile de la Rosa, no aparece en ningún acto y cuando lo hace queda claro que está como un pulpo en un garaje y el pequeño Pierre que de niño, con sus gafitas y ese pelo rizado era el patito feo de la familia y ahora ha mejorado bastante, pero no tiene ese aire de misterio perverso de su hermano. No sabemos si es que Pierre es tímido, si Carolina no le gusta para que salga en foto o si está con su tía Estefanía encerrado en alguna torre del palacio, pero el caso es que de Pierre se habla tirando a poquito. Vamos, que a veces se nos olvida que Carolina tiene cuatro hijos.
En cualquier caso, con Andrea en la familia estamos satisfechos. Eso sí, como siga por el camino que aparenta no tenemos claro si llegará en muy buenas condiciones a su posible reinado, porque es el segundo en la línea dinástica. En la foto donde están todos charlando y él aparece como leyendo muy fijamente algo (que intuimos que es el menú) no se le ve muy espabilado. Pero es sólo una impresión, las fotos, a veces, engañan.