Ya suponemos que el fin del publirreportaje es que los padres vean lo felices que son David Bustamante, Paula Echevarría y su pequeña Daniella (con ll, aunque, que sepamos no hay ancestros italianos en la familia) en Disneyland París y así conseguir que todas las familias españolas les imiten y vayan en Navidad a ver a Papa Noel allí. Pero, sintiéndolo mucho, este tipo de reportajes en los que los protagonistas posan con el árbol de Navidad de fondo e incluso con Santa Claus vestido con sus mejores galas, deberían prohibirse. Es como si, de repente, en marzo Ana Obregón aparece en todas las publicaciones posando en biquini, como si estuviéramos en agosto. Pues no. Hay tradiciones que marcan las estaciones y los momentos trascendentales del año y meter unas fotos de esta guisa en noviembre nos hace vivir en un espacio-tiempo distinto.
Todo esto estaría justificado si, al menos, tuviéramos la satisfacción de disfrutar de la sonrisa de un niño, eso que tanto les gusta a las Misses y a los políticos. Pero si uno se fija bien en las fotos, hay que reconocer que Daniella no puede decirse que se lo esté pasando bomba. En el texto de Pronto comentan que “se quedó deslumbrada por el encendido del árbol de Navidad”. Lo de deslumbrada pensábamos que era metafórico pero quizá era literal. No hay más que ver cómo desentona la pobre niña, muerta de frío, con la sonrisa que sus padres saben amortizar tan bien (qué cantidad de dientes tiene esa pareja). Ella está como desorientada, desubicada y quizá también deslumbrada.