Carmen Morales no permite que Guillermo y Catalina ensombrezcan su boda
Cuando ya queda poco más por decir de la boda de Guillermo y Catalina, cuando ya hemos criticado lo suficiente hasta comentar que el traje de la novia era igual que el de Rociíto cuando contrajo nupcias con Antonio David, las revistas siguen hablando de la post boda: dde lo monísima que es la hermana de la novia, como es tradición, ya nos pasó aquí con Thelma a la que al final hemos casado fatal; las peor vestidas; los fallos de protocolo; la niña satánica que sale en la foto de los novios en el balcón y todo eso.
Sin embargo Diez Minutos siempre apuesta por ir a la contra, así que pone en portada una boda más modesta pero con mucho morbo. La de Carmen Morales con Luis Guerra La verdad es que es un poquito de faena. Lo organizas todo, vendes la exclusiva, te reconcilias con tu padre para que en la foto todo salga bien y resulta que tu enlace coincide con el del lustro. Pero Carmen Morales es feliz, desde Sopa de Amor no ha parado de sonreír y allí aparece en primera plana enamorada como si fuera la primera vez en general y en particular que se casaba.
A la vista de que no podían competir en boato con la Abadía de Westminster y la presencia de Letizia, apostaron muy acertadamente por una presunta boda informal. Lo hicieron en Ibiza y el día anterior festejaron por todo lo alto la despedida de solteros o más bien hicieron una preboda porque, con muy buen gusto. Carmen y Luis hicieron la fiesta juntos, con todos los invitados mezclados y no la horterada esa de ir el novio con sus amigotes y la chica con sus amigotas a desbarrar antes de esposarse, como si se acabara el mundo. En el ad lib party todos tenían que ir de blanco. Eso en el siglo pasado era original pero ahora hay que ir muy ideal de la muerte (y no era el caso de los invitados) para que no quede en una especie de fiesta de disfraces donde todos, casualmente, han elegido el estilo neo hippy.
La noticia, por supuesto, fue que estuvo Junior. En el Diez Minutos explica que han hecho borrón y cuenta nueva, pero no debe ser tanto porque, no es por mal meter, el padrino en vez de ser él fue el hijo de Carmen Morales que, según la revista, emocionó a todos con un bonito discurso que no reproducen pero hizo llorar al público, al parecer.
Hasta aquí todo más o menos normal, ya no vamos a asustarnos de que los hijos hagan de padrinos o lean discursos que antes solía pronunciar la mejor amiga de la novia o la tía solterona, no. Pero llaman la atención dos cosas. Una, que en ese deseo de rezumar informalidad, los desposados pidieran que no se les hiciera ningún regalo. A mí eso me parece una faena porque no sé, queda como raro no llevar nada y luego si no realizas un obsequio pero otro sí lleva quedas fatal. No digo yo que cortaran la corbata del novio para que la gente pagara por ella o que sortearan la liga de Carmen, pero vamos, que en una boda donde esté la lista pertinente para no repetir dádiva que se quiten modernidades. Y lo segundo que, según Diezmi, el cubierto costó 200 euros y el menú consistió en “gambas, ensalada de marisco, sorbete de limón al cava y dos tartas nupciales”. O el asunto incluía barra libre y los Morales-Durcal son muy de beberse hasta el agua de los floreros o, la verdad es que no se entiende.
Por último un detalle muy romántico pero que, como lo de los no regalos, a mí me fastidiaría la vida. El novio va a llevar a Carmen a una luna de miel sorpresa. Le va a tapar los ojos, parece y la llevará a sabe Dios dónde. Dos preguntas: ¿Carmen irá con los ojos vendados desde que salga de casa hasta que aterricen? Va a quedar raro. Y ¿qué pone en la maleta? A mí me mataría. ¿Qué llevas bikinis pareos y vestidos de fiesta? ¿Forro polar y botas de pelo? El romanticismo y las sorpresas tienen un límite en esta vida.