Éste ha sido un fin de semana rápido e intenso para Lindsay Lohan, pero quizá ella lo haya vivido con una sensación de déjà vu. El viernes fue enviada a prisión por el juez (por cuarta vez), pasó allí 14 horas, le fue colocado un brazalete Scram (por tercera vez), pagó una fianza de 300.000 dólares y salió de la cárcel. Deberá presentarse otra vez ante el juez el día 22 de octubre. Para el domingo, fuentes cercanas a la actriz ya habían filtrado a la prensa que ella había decidido por sí misma entrar en un programa de rehabilitación (por ¿quinta, sexta vez?), algo que hará efectivo en cualquier momento.
La última vez que Lindsay estuvo en 'rehab' pasó allí sólo 23 días y fue justo después de su corta estancia de 13 días en la cárcel de Los Ángeles. Y todo eso ocurrió en una fecha tan lejana como... el mes pasado. La CNN cuenta que su padre, Michael Lohan, dijo cuando fue preguntado por su ingreso voluntario que "por fin, me han escuchado", y que había rogado al abogado de la defensa Shawn Chapman que "hiciera lo correcto y la avisara de que debía ir a rehabilitación justo ahora, y mostrarle al juez que es seria, porque en 30 días cuando vulva ante el juez él podrá hacer lo que quiera".
Para colmo, este fin de semana también se han hecho públicas unas duras fotografías que a pesar de ser antiguas, de ser reales, no dejan apenas dudas sobre la condición de toxicómana de la actriz que un día fue la más talentosa de las chicas Disney.
Pero, ¿está lista Lindsay para entrar esta vez en rehabilitación? ¿Ha llegado a reconocer en algún momento que tiene un problema -paso indispensable para un tratamiento real-?
En teoría, sí, porque si volvemos la vista atrás una semana recordaremos cómo Lindsay reconocía públicamente en Twitter que había tenido una recaída, que estaba enferma y que se mostraba dispuesta a asumir las consecuencias de sus adicciones:
Es decir, ya entonces dejaba las puertas abiertas a otra estancia en rehabilitación. A muchos el tono de los tweets, sorprendentementes maduros y adecuados para la ocasión, les resultó extraño para haber salido de la propia Lindsay. Y parece que tenían razones para sospechar. La revista US Magazine ha publicado
Al parecer, sus nuevos representantes (Lou Taylor y Larry Rudolph, responsables del lavado de imagen de esa otra gran descarriada que es Britney Spears) pidieron a la artista que escribiera una declaración. Lindsay, su asistente y un amigo se pusieron manos a la obra en un restaurante de Los Ángeles, donde alguien fue testigo de los hechos que relata la revista. La actriz fue aleccionada por sus acompañantes sobre cómo hacer "más personal" la disculpa, ayudándola a elegir los términos más adecuados. Cuando terminaron, envió el texto desde su Blackberry a sus managers. Según el testigo que vio lo ocurrido, Lindsay bromeaba sobre lo irónico que resultaba escribir que estaba intentando rehabilitarse mientras bebía: "¿Qué vais a hacer?, estoy en-fer-ma", dijo a sus acompañantes mientras hacía el gesto de poner comillas con los dedos.
Y para quienes aún tengan dudas, la puntilla la publica la web X17online, que explica cómo su madre le compró alcohol la noche antes de la decisión judicial.
Así es difícil creer en las buenas intenciones de Lohan, pero también en las de su madre y sus representantes. De arrepentimiento, nada de nada. Seguro que en los próximos días vemos cómo continúa el espectáculo previo a su entrada en rehabilitación, probablemente acompañado de buenas palabras (de momento ya le ha dado tiempo a visitar a los sintecho de Los Ángeles no sin twittearlo después). Pero lejos de lo que intentan hacernos creer todos a su alrededor, la actriz no está arrepentida porque aún no ha tocado fondo. Y para levantarse, hay que tomar impulso desde el suelo.