Tres perros nos tienen encogido el corazón esta semana en pet-celebrities. El americanísimo Bo, una perrita mallorquina y uno ruso de cerámica infernal. Es espeluznante la imagen (abajo) de este can rojizo, erguido y valiente como una falla a medio quemar. La escultura –horrenda, sí, horrenda- de un perro decorativo aparece apocalíptica entre la calcinada zona de Kadanok, a 150 kilómetros de Moscú. Es la única macabra superviviente de esta granja. Por mucho que miras la foto no puedes dejar de contemplar la infernal escena. La figura de cerámica casi indultada entre el gris que deja el fuego.
Asimilada la satánica presencia anterior, quiero prestar atención a otro perro. Bo. Bo es el perro del Presidente de los Estados Unidos. Ya os hemos hablado de él cuando hicimos un repaso a los perros presidenciales de EEUU. Mientras la Sra. Obama, Michelle, va de grito en grito como una Virgen Peregrina por las calles de Marbella entre “guapa, guapa, guapa” y esos otros piropos, seguramente merecidos, su perro Bo se ha quedado solo. Esta es la foto que nos llega del Air Force One (es un avión además de una película de Harrison Ford). El perro parece haberse quedado a medio camino entre su jefe y su jefa marbellí. La escalera forrada de tela roja parece incomodarle por primera vez. Ni arriba, ni abajo, en medio. Paralizado. Nostálgico incluso. La Primera Mascota de EEUU está asustada, sin fuerzas para subir ni para bajar. Con lo bien que le habría venido a Bo, me dice Coco, unos buenos piropos de esos que dan en el Sur de España. Bo merece otra visita oficial en el mejor hotel de nuestra tierra a cuerpo de rey, spas, visita a la perrera y agasajo con el mejor de los piensos que tengamos en Casa Lucio.
Os he dicho que había tres perros que hoy nos tenían preocupados, tres canes recelosos y asutadizos. Tal vez el más espantado es este siguiente. Coco y yo rogamos que se ponga en contacto con nosotros la dueña de la perrita a la que la Infanta Leonor se medio acerca con temor de niña no acostumbrada a las mascotas.
La señora dueña le agarra con fuerza y empeño el bracito real para que toque su mascota. Ni la perrita ni la niña están muy por la labor. Ya se montó buena polémica cuando desde Pet-Celebrities dijimos que en la Casa del Príncipe y Letizia necesitan un can que alegre las mañanas y las tardes de las pequeñas. La prueba es ésta. La foto.
No tienen confianza a los perros en Zarzuela. Leonor, monísima como ella sola, está temerosa. Pero si nos fijamos en la mirada de la perrita tampoco es que se la vea muy monárquica a la pobre.
Coco dice que estaría encantada –insiste como perra vieja y virgen que es- en visitar a las niñas de forma ocasional para que se vayan haciendo al cariño animal. “Con la de animales que se van a encontrar de mayores, mejor que empiecen por un lametón cariñoso…”, me dice. Y aquí lo suscribo..