"Quería ser como Britney Spears"
La primera vez que Lindsay Lohan apareció en la portada de Vanity Fair fue hace algo más de siete años, en julio de 2003. Lo de portada no era exactamente así: había que abrir la revista y desdoblar la portada para encontrarla, al final de una fila de aspirantes a starlets para el comienzo del siglo XXI. Lindsay no parecía ser, según el criterio de los editores, un gran reclamo por aquel entonces. 'Ponte en mi lugar', la enésima repetición de la fórmula de 'Big' que había protagonizado junto a Lindsay Lohan, acababa de ser un enorme éxito en taquilla, pero aún faltaba un año para que llegase 'Chicas malas' , en la que ya era absoluta protagonista y que se convirtió en un rentabilísimo producto de culto.
En 2006 volvió a protagonizar la portada, ya en soledad y ya convertida en una presencia habitual en los tabloides por las leyendas sobre sus noches de fiesta salvaje. Ya había estrellado su Mercedes contra un restaurante de Hollywood, pero también acababa de recibir un cheque de 7,5 millones de dólares (uno de los más altos de la historia para una actriz de menos de 20 años) por 'Devuélveme mi suerte' (que acabaría siendo un fracaso). Además, su presencia en la última (literalmente) película de Robert Altman le aseguraba un cambio de imagen como actriz, que finalmente no consiguió.
Ahora que Lindsay consigue, con sólo 24 años, la tercera portada en la revista más importante de Estados Unidos queda claro que tiene el extraño poder de, pese a no haber hecho una sola película digna en años y rebajarse a dar exclusivas para medios como People o Us Weekly, continuar siendo una auténtica estrella de Hollywood.
Su juicio se convirtió este verano en el Nuremberg del mundo Disney y, justo una semana antes de entrar en prisión, concedió la entrevista que ahora publica la revista americana. "Lo más triste de todo fue darme la vuelta y ver a mi padre allí, llorando", recuerda cuando habla de su juicio. "Normalmente te haría feliz que tu padre estuviese allí apoyándote. Pero luego descubres que en cuanto salió de allí empezó a dar entrevistas".
"Creo que todo el mundo tiene sus propias adicciones y la esperanza de aprender cómo dejarlas atrás. Ahora mismo mi meta en la vida es aprender a superar el trauma que mi padre ha causado en mi vida". La verdad es que la frase tiene tela, pero a Lindsay no le falta razón: cuando tu padre es un ex convicto que saca tajada de todo lo que tiene que ver contigo y tu madre es una mujer naranja adicta a los 'talk shows' de sobremesa, tu estabilidad emocional puede peligrar. "Cuando llegué a Los Angeles tenía unos 18 años, un montón de dinero y nadie que me dijese que había ciertas cosas que no podía hacer. Ahora veo donde me ha conducido todo eso y no me gusta. Admiro las cosas que he hecho. He probado ciertas cosas porque era joven y curiosa. Pensé que estaba bien, porque otra gente lo hacía y lo ponía justo ahí, frente a mí".
Algunos pueden acusar a Lindsay de soltar un discurso previsible, pero lo que está contando no es nuevo para nadie que haya seguido la actualidad de Hollywood desde que existen las estrellas adolescentes. Le ocurrió a Tatum O'Neal, a Drew Barrymore y a Robert Downey Jr. Algunos consiguieron sobrepasarlo y convertirse en actores respetados y taquilleros. Otros, como Brad Renfro o River Phoenix, no han podido contarlo. "Mucha gente a mi alrededor había que se interesaba por mí por razones equivocadas. Estaban ahí sólo para la fiesta. Yo veía en los tabloides a todas esas chicas, a Britney, por ejemplo... y pensaba: quiero ser como ella".
Si en las semanas que están por llegar no estrella su coche contra ningún sitio, Lohan empezará a rodar 'Infern0', donde interpreta a la estrella del porno de los 70 Linda Lovelace. Podría ser su manera de desmostrar a todos las que la consideran una niña consentida y ligera de cascos que tiene verdadero talento. Por ahora, ha intentado convencer a los lectores de Vanity Fair. "No me importa lo que digan. Como actriz, soy condenadamente buena".