Alesandro Benetton demuestra su amor a Deborah comiendo en casa todos los días
En el ¡Hola! de esta semana ha llegado la primavera. Todo el mundo es feliz. Rosario Mohedano está a punto de casarse y tener un hijo, todo a la vez. Publican en 'Lecturas' que Sara Carbonero tiene un anillo de compromiso. Kate y Guillermo son superfelices preparando la boda. Velencoso se alegra mogollón del éxito de Kylie Minogue. Carlos Baute pasea feliz con su novia por Miami y todo por el estilo. Es entrar el calor y el amor empieza a invadirlo todo obscenamente… ¡Hola! no tiene compasión con los solteros y a decir verdad este tipo de revistas con contenidos románticos tan explícitos deberían llevar un fajín que dijera: “Atención, los reportajes de esta publicación pueden herir la sensibilidad de los que no estén enamorados”.
Pero ahí no queda la cosa; porque los desgraciados que no tienen con quien besarse por las calles ni anillos de compromiso podrían consolarse con que todo esto es algo exógeno, cosa de la primavera. Pero no, nada más abrir la publicación, aparece la pareja Benetton, en plena nieve, con un frío que pela, felices y en una casa que parece un decorado de una comedia romántica ambientada en Los Alpes. Las declaraciones sobre su relación nos alivian un poco. Cuando les dicen que parecen muy unidos, en vez de contestar cosas del tipo “Alessandro es el hombre de mi vida” o “Deborah es lo mejor que me ha pasado jamás”, responden con algo que desconcierta un poco. Ella dice: “Alessandro vuelve a comer a mediodía y, hoy en día, no es habitual encontrarse para la comida”. En fin, lo mismo efectivamente, ese un indicativo de que están locamente enamorados pero, vamos, no es lo que uno espera como declaración de amor… Y cuando cuentan lo que hacen el finde, hablan de que esquían todo el rato. Nada de añadir que cuando vuelven a casa agotados por el deporte se tumban en una alfombra de piel de oso con un par de copas de vino, frente a la chimenea o que preparan una cena romántica a la luz de las velas. No sé yo.
Por lo demás hay que destacar el estilo de la casa, que corresponde a ese lujo “casual” que también transmite Benetton en general. Ellos aparecen con jerseys de lana, vaqueros, como haciendo que no son millonarios. Y la casa es hiper respetuosa con el entorno, se han limitado a restaurarla y está decorada como si siempre fuera Navidad, sin excesos, con ese estilo Bohemio Burgués en el que todo cuesta una pasta pero está envejecido para que transmita la sensación de que está comprado en el rastro. Velas, tulipanes, ramas de pino y una obsesión especial por los patos, que presiden varias de las estancias (es curioso que en la entrevista no aluda a esta filia extraña). En cualquier caso, tampoco extraña porque claramente, esta entrevista es una especie de publirreportaje para que Benetton se anuncie en la revista (que la cosa está muy mala) y la mayoría de las preguntas van dirigidas a cómo va la empresa, sus retos, lo guays que son y todo ese tipo de asuntos que, sinceramente, a los lectores del ¡Hola! me temo que les importa más bien poco.