¿Qué mensaje, que a ti te haya servido, le das a quienes se enfrentan a tu enfermedad?
El optimismo es muy importante. Y saber dónde está uno emocionalmente, entenderse. También es fundamental ser dueño de tu enfermedad, no poner toda la fe en que los doctores te salven –que no estoy diciendo que no haya que fiarse-, sino ser consciente plenamente de tu cuerpo. Hoy tenemos muchas herramientas y estamos súper comunicados, se pueden encontrar miles de terapias. La medicina convencional está muy bien para el diagnóstico pero, en general, eres tú quien lo padece y quien tiene que tener control emocional sobre la enfermedad.
¿Te has dado cuenta de cosas significativas a raíz de estar enferma?
Nada que no hubiese tenido ya en mis carnes y de forma consciente... pero sí que, a veces, hay cosas que dejamos pasar. Al final, la salud es importante y hay que estar pendiente. Cuando no la tienes… la verdad es que la echas de menos. Y no es que yo no me hubiese cuidado, lo he hecho siempre.
¿Cómo estás ahora?
Tengo mis momentos, pero prefiero no contar cuáles porque son una mierda. Lo emocional depende de cómo es cada uno, hay personas que con un 'pinchacín' se derrumban y yo tengo el listón más alto.
¿Cómo te estás cuidando?
He cambiado tantas veces de tratamientos o dietas que yo creo que el cáncer está ya está harto de mí y pronto me va a decir 'mira, ahí te quedas'. He pasado por todo: desde la quimio (que a mí no me funciona) a todas las dietas, como la paleo. Ahora soy vegana, estoy en un momento más alcalino, esto me llevaría horas explicarlo en profundidad. Hemos sido incansables buscando alternativas e informándonos, no solo yo, también la gente que hay a mi alrededor, sobre todo mi novio.
¿Cómo te apoya Charlie?
Él es un investigador nato y nada le derrota. Tener alguien así al lado es súper importante: se informa, es un estudioso de todo lo que se le ponga por delante, aunque para conseguirlo tenga que dejar de dormir. Tener a alguien que te está motivando, incentivando… es fundamental.
¿Qué te da Sotogrande que no tiene Madrid?
Buena onda. Todo el mundo por las zonas que frecuento (Pueblo Nuevo de Guadiaro, Castellar de la Frontera…) es divino. La gente es estupenda, súper discreta, amable, resolutiva a más no poder. Me han acogido y me siento cómoda ahí. Madrid ya lo he vivido bastante. He dejado de ser urbanita, siempre he tenido una mujer de pueblo dentro.
¿Dora y June están allí contigo?
Sí, este año me tocan a mí. El año pasado estaban con Diego.
A Dora la hemos visto cantando contigo en redes
No lo sé y tampoco la voy a presionar. La música está muy presente en nuestro entorno, pero que haga lo que le dé la gana. Encima es buena estudiante así que, si quiere ser músico, lo será. Igual que también podrá ser informática si se lo propone.
¿Cuál es vuestro momentazo madre-hijas?
Todos, todo el rato: en el coche con la música a tope y Dora haciendo Snapchats, en casa tirándonos en el sofá, en la playa o dando volteretas. Bueno, yo pocas porque estoy para cogerme con pinzas. Cualquier momento en el que sea recíproca la sonrisa, el placer y el disfrute, es guay.
¿Hablas con ellas del cáncer?
Sí, Dora fue la primera persona a quien conté lo de mi cáncer, tenía entonces ocho años. Con June igual, lo trato con naturalidad. Me dice: 'mamá tienes la teta rota' y yo me parto de la risa. Los niños todo se lo toman con normalidad. Cuanta más información, mejor, y a la mayor la mantengo al día: le enseño las radiografías, los análisis… le pongo la cabeza como un bombo. La palabra cáncer antes daba mucho más miedo, pero se está integrando cada vez más... tiene que ser así.
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