Queridos Doña Sofía y Don Juan Carlos:
Parece un pleonasmo en este caso decir que se veía venir. Pero no hay mejor comienzo para esta carta. La noticia me ha dejado destrozada. Yo, que soy superfan del amor, de los cuentos de princesas y príncipes, de las bodas reales, de los platos con la efigie de Lady Di... esperaba como agua de este mes la llegada de esa fecha tan señalada. Sus bodas de Oro. 50 años juntos. Eso, esté como esté la cosa, hay que celebrarlo. El pueblo quiere ¡Hola!, amor, lujo y acontecimientos y total ¿qué mas da que los periódicos, quieran empañar la felicidad de nuestros reyes? ¿qué mas da que empiecen a surgir rumores sobre dónde vive Doña Sofía o qué hace su majestad durante su tiempo libre?
Algunos pueden comentar que este es un acto coherente. Que como, al parecer, no se llevan del todo bien, que han tenido una riña, no es lógico celebrar esta fecha. Pues no. Si es así, y con todo el respeto y desde el cariño lo digo, pues quizá deberían pensar en un cese temporal de la convivencia, pero si están juntos ¡queremos bodas de oro! ¿qué es esto?
Obviamente no pedimos, con los tiempos que corren, una celebración por todo alto. Con langostas, caviares, Dom Perignones y trufas blancas pero sí algo discreto. Una foto con hórreo al fondo, como hace 25 años, un paseo de la mano, un posado sonriente. Una felicidad, por dios, que llevamos una temporada que sólo tenemos malas noticias y encima ha coincidido con el comienzo de esta sección y me paso mandando cartas a toda su familia, que en Zarzuela deben estar hasta las narices ya de tanta misiva. En esta carta a ustedes, los Reyes, les pido amor. No hacia su pueblo, que tambien, ni hacia mi, que tampoco estaría de más, sino entre ustedes mismos. Que nos hagan tener ilusión, que nos mientan, por favor, que nos digan que se quieren, que algo se querrán, hombre, y que nos hagan pensar que la vida es bella y que se puede estar casado 50 años y tener motivo para celebrarlo.
Espero que finalmente digan que se hizo un almuerzo privado y también me gustaría que pasen al menos ese día en el mismo país. Las apariencias son esenciales y si llevan fingiendo tanto tiempo, como dicen por ahí las malas lenguas, pues hombre, qué les cuesta un rato más. Yo considero que fingir es terrorífico, pero si uno elige ese camino, que la profesionalidad vaya hasta el final. Si no se quieren, si no celebran sus bodas de oro, ¿qué hacemos el resto? sin un duro, con la casa al borde del deshaucio, solo nos queda la ilusión de la monarquía y los cuentos de princesas. No rompan nuestras ilusiones por favor.