Prometió que contaría su historia. Esa que le obligó a desaparecer durante los últimos diez años. “Por fin puedo dejar todo esto atrás. Por suerte ya nadie se preguntará qué me pasó. Ahora lo sabéis todo”, ha escrito en un acto de liberación en su blog personal. 3667 palabras en las que la cantante Duffy, que lo petó allá por 2009 con temas como ‘Mercy’ o ‘Well, Well, Well’, ha narrado aquella etapa en la que fue violada, secuestrada y drogada.
Una historia que se ha pensado muy mucho si contar. "Si estás leyendo esto, debo advertirte de que contiene información que puede ser difícil de digerir”, advierte antes de entrar en materia. Pero, como bien dijo la escritora Maya Angelou, “no hay mayor agonía que llevar una historia no contada dentro de ti”. De ahí que haya decidido ser ella misma la que destape lo que realmente sucedió.
Esta última década en silencio había convertido su testimonio en “un oscuro secreto” que, según pasaban los días, mutó en “destructivo”. Tal fue su miedo que se planteó desaparecer del mapa, buscarse otra identidad y cargar ella sola con su mochila. El terror que le producía tener que hablar públicamente al respecto estuvo a punto de provocar que Duffy se crease una nueva identidad en un lugar indeterminado del mundo.
Todo comenzó el día de su cumpleaños. Aquella noche, la artista británica fue drogada en un restaurante. Una vez secuestrada, perdió la noción del espacio-tiempo. La subieron en un avión, la metieron en una habitación y allí estuvo encerrada durante cuatro semanas. Durante este tiempo, Duffy fue violada y estuvo amenazada de muerte. “No sé cómo tuve la fuerza para soportar esos días, sentí la presencia de algo que me ayudó a seguir vivo”, reflexiona ahora.
“Con la poca fuerza que tenía, mi instinto fue entonces correr, correr y encontrar un lugar para vivir que no pudiera encontrar”. No sabe cómo lo consiguió, pero salió de allí. De aquella etapa, la cantante solo tiene recuerdos difusos. “Alguien que conocía vino a mi casa y me vio en mi balcón mirando al espacio, envuelto en una manta”, cuenta. Decidieron no intervenir.
Llamar a la policía, en caso de tener oportunidad, no parecía una opción segura. “Sentí que si algo salía mal, estaría muerta, y él me habría matado”. Pasaban los días y Duffy estaba sola en su casa, quemando cada pijama que se ponía y poniéndose otro nuevo. Era consciente de que el riesgo de suicidio era altísimo tras sufrir un shock como aquel, así que se puso en manos de una psicóloga, “de las mejores en Reino Unido para gestionar violencia sexual y traumas fuertes”. Pero, aunque lo intentó, “la idea de recuperarme de esta era casi imposible”.
Pasaban los años y la vuelta a la normalidad era una utopía. Tras conseguir volver a tener contacto visual con el resto de la sociedad, comenzó a tener relaciones amorosas. “Yo solo era una persona herida”, asegura. Su familia tuvo que alejarse para que Duffy recuperase el espacio que le habían robado. “La violación es como un asesinato en vida, estás vivo, pero muerto. Todo lo que puedo decir es que me llevó mucho tiempo, a veces parecía infinito, recuperar los pedazos que me destrozaron”, confiesa.
Su intención es que, después de contarlo, se terminen las especulaciones. No quiere que los que estén leyendo esto sientan “pena” por lo que le tocó vivir. Ahora siente que vuelve a respirar. Y aunque nunca pensó que volvería a verse aislada, estarlo con el resto del planeta de su lado le reconforta.