El despacho de su Fundación, que da a la Castellana, tiene un aire funcional pero acogedor. Hay máscaras tribales, cuadros en tonos pastel, algún premio, un sofá con una manta doblada y montones de dosieres y libros. También una foto de ella con dos de las Premio Nobel de la Paz africanas, Wangari Maathai y Ellen Johnson-Sirleaf, y otra con Nelson Mandela de cuando estuvo en su casa: "Emana carisma, fue un día inolvidable", dice. Pasa mucho tiempo en esos 20 metros cuadrados. No en vano, ya han implantado proyectos en 20 países. "Nuestros objetivos son la educación, la sanidad y el empoderamiento: queremos formar a élites que sirvan de motor, porque hay mujeres con una cabeza y un corazón poderosísimos allí", dice.
Primera presidenta de España…
Efectivamente (risas), lo he sido todas las horas acumuladas en las que el Presidente estaba de viaje en el extranjero, que a lo tonto son bastantes.
¿Cómo se vive eso?
Con mucha responsabilidad, pero también con naturalidad. Cuando estás gestionando un gobierno ya como vicepresidenta, el siguiente paso es relativamente cercano. La primera vez dices 'uy', pero enseguida te vuelves a poner en tu sitio.
¿Cómo es estar siempre rodeada de una mayoría de hombres?
Estoy acostumbrada. Apenas había mujeres en mi universidad, así que imagínate cuando llegué a la justicia. Mi generación tuvo que pedir permiso al marido o al padre hasta para tener una cuenta bancaria… Cuando tenía 15 años se me llevaban los demonios. ¿Pero cómo que yo no puedo hacer esto o lo otro? Vivimos dos dictaduras: la de Franco y la de género. Y tienes que desarrollar fórmulas para relacionarte con tus compañeros, cómo no, pero siempre echando de menos a las mujeres.
¿Las has echado mucho de menos?
Por supuesto. Y sigo echándolas de menos. En la Comisión Permanente del Consejo de Estado somos ocho hombres y yo. Nosotras tenemos una forma de trabajar y de abordar los temas distinta. Sobre todo si llegan temas que nos afectan directamente. Es verdad que hay compañeros comprometidos, pero no siempre. Suelo ser la voz que sale a defender en ese sentido.
¿Te consideras feminista?
Claramente feminista.
¿Por qué crees que la palabra sigue teniendo una connotación negativa en algunos contextos?
Muchas mujeres no se atreven a decir que lo son porque el feminismo ha sido criminalizado por el patriarcado. Siempre que hacemos cualquier cosa para mejorar la situación vuelve a surgir esa criminalización, esa crítica. Hay que explicar muy claro que es un movimiento político y social ilustrado, porque viene de la ilustración, que reivindica algo tan elemental como la igualdad. Sin más. Todavía sigue mandando el machismo. Aunque las jóvenes crean que no es así, lo es. No es un discurso pasado de moda.
¿Tu familia era feminista?
Viví en una muy comprometida. Mi infancia no fue habitual. Tenía una tía con la que además viví, hermana de mi padre, que fue la primera mujer médico de España junto con su gemela. Y también fue investigadora en genética, discípula de Marañón. Crecí con ese ejemplo. Y claro, para mí ha sido relativamente fácil llegar al feminismo, no he tenido que evolucionar. Fue un privilegio y se me incorporó casi a los genes.
¿Por qué dirigimos diferente?
Porque lo somos. Y es un valor añadido. Reconocer la diferencia está bien: ¡viva la diferencia, pero con las mismas oportunidades! Yo no quiero ser un hombre y un hombre no quiere ser yo. Y eso se traduce en el trabajo. Cuando hacemos cosas juntos tenemos más fuerza porque nos complementamos. La diferencia es siempre un elemento de riqueza, pero el patriarcado ha hecho de ello un elemento de discriminación. Del mismo modo que se ha utilizado la diferencia entre blancos y negros para que nazca el racismo. Muchas veces, quien ha creado un problema no puede aportar la solución. Ha llegado el momento de decir que la diversidad es riqueza.
¿Nos queda camino por empoderarnos a las españolas?
Hemos mejorado mucho. Nuestra historia está plagada de mujeres poderosas, pero no están en la historia porque ha sido escrita por el patriarcado. Hay que reescribirla para que las jóvenes conozcan a las que antes dieron batalla. Si no, no tendremos referentes. Y son muy necesarios.
¿Has sentido el sexismo en los cargos de poder que has tenido?
Lo he visto. A veces se me ha aproximado, pero lo he evitado. Lo he sufrido poco porque he tenido una actitud permanente de alerta. También el machismo modula según quien tenga delante. He tenido que tener una actitud muy firme para que no me perdiesen el respeto. Nunca ha sucedido, no he tenido que colocar nunca a nadie en su sitio, pero si lo hubiese tenido que hacer, lo hubiese hecho. Y eso se sabe alrededor. Se nota, se adivina, se percibe.
¿Y micro machismos?
Lo micro hace igual de daño que lo macro. A veces más. Tengo una actitud proactiva en defensa de la igualdad y del liderazgo de las mujeres y eso me ha salvado paradójicamente de muchas situaciones.
Cuando dejaste el gobierno, hubo decenas de noticias sobre unos arreglos estéticos que te hiciste. ¿Cómo viviste aquello?
Eso fue una actitud totalmente patriarcal y machista. Primero porque no era así y segundo porque ¿es que no puedes tener mejor cara después de haber descansado? Fue cuando presenté mi Fundación para ayudar a las mujeres de África y no se hablaba del proyecto sino de si me había operado o no. Y salieron incluso cirujanos diciendo que habían sido ellos, que en fin... De hecho comenzó en un periódico de los que se llaman serios.
¿Has sentido esa presión en otras ocasiones?
Mediáticamente muchas veces. Siempre se ha hablado de si llevaba un traje u otro. Todo el tiempo se ha usado mi imagen en plan crítico y machista. Y con los hombres no sucede. Casi nunca se habla de sus zapatos o de su traje o de si se han operado, que no solo se operan o no las mujeres. Lo malo de todo esto es que intenta socavar la seriedad de lo que tú dices o haces. Ahí está la clave, es una falta de respeto enorme, porque yo jamás frivolicé. Me parece fenomenal que cada uno se vista como quiera, pero si algo no se puede decir de mí es que soy una persona frívola y, sin embargo, ha habido una frivolización permanente de mi persona. Era muy cansado y muy desagradable. Insisto, eso no se lo hacen a los hombres.
¿Qué te gusta hacer cuando no estás dirigiendo algo?
Ir al monte a andar. Me encanta. Lo hago todas las veces que puedo porque me oxigena. Me da paz. Y el cine y quedar con amigos.
¿Para cuándo crees que tendremos una Presidenta?
Ojalá. Las mujeres Africanas tienen algo que nosotras no hemos tenido: justo eso, presidentas. Liberia, Malawui, la Unión Africana… Espero que sea pronto. A ver si los partidos colocan a la cabeza a alguna mujer. O sale por libre alguna, que la apoyaremos.
¿Tú no te presentas?
No. Yo ahora estoy dedicada a otros quehaceres. Pero bueno, nunca se sabe (risas)…