Está rozando con los dedos el Palacio del Eliseo y ya ha probado en sus carnes con toda su crudeza las lindezas de la alta política. "Rottwailer", le ha llamado el diputado Lionel Luca a Valérie Trierweiler, la novia del candidato socialista François Hollandé y nueva primera dama de Francia. El escándalo ha sido mayúsculo y Valérie ha recibido el apoyo hasta del mismísimo Sarkozy, rival de su pareja.
El hasta ahora presidente ha dicho que este tipo de declaraciones son odiosas y que él lo sabe bien porque le ocurre mucho con Carla Bruni. El mensaje, no exento de cierta carga electoral -oiga votante, que mi chica lo pasa 'más peor' que esta advenediza- también puede ser interpretado como un pequeño aviso a navegantes: Esto no es nada comparado con lo que te espera.
En una reciente entrevista en Le Figaro, Jamil Dakhlia, profesor de la Universidad de Lorena, ha explicado que "causa fascinación" tener un jefe del estado estilo Kennedy. No en vano, Carla Bruni ha sido comparada en numerosas ocasiones con Jackie. La ex maniquí y estrella del pop no podía ser menos. El problema es que su papel está perdiendo fuelle. Esto se debe a, por un lado, en lo que era su punto fuerte, la belleza, por las informaciones sobre sus posibles arreglos estéticos; y del otro, en lo que es la campaña en sí, que las entrevistas que ha dado apoyando a su marido han sido calificadas por algunos editoriales, como el del Corriere della Sera, por ejemplo, como “ridículas”. Es lo que tiene alcanzar tal nivel de exposición. Para lo bueno y para lo malo.
Valérie Trierweiler conoce mejor que nadie a lo que se expone. Es periodista de profesión. Inicialmente, de información política, pero por su relación con el candidato socialista pasó ocuparse de temas de cultura en televisión y en su revista, Paris Match, donde era jefa de política. "No he escogido tener una vida pública, he escogido a François, pero me adaptaré", dijo en una entrevista a sus antiguos compañeros. Su relación con Hollande le supuso sensaciones no muy distintas a las que tuvo que experimentar Letizia Ortiz cuando se supo su noviazgo con el Príncipe Felipe y ella seguía presentando el Telediario.
Se puede afirmar, por tanto, que abandonó su vocación y su carrera por lo que entendía eran incompatibilidades, sí, pero también por amor. Un romance, dicho sea de paso, muy a la francesa.
Dice el mito que es natural que los matrimonios franceses tengan amantes. En la historia de amor de Trierweiler y Hollande sólo faltan un par de cruasanes para que haya más tópicos nacionales. Eran dos matrimonios amigos: Denis, experto en literatura, y Valèrie, y François y Segolene, los dos políticos socialistas. Pasaban mucho tiempos juntos, muchas veces con los siete hijos de ambas parejas. Ella también cubría la información del Partido Socialista, de modo que, en sus propias palabras, surgió la complicidad y se convirtió en flechazo, o sea, que Valérie y François terminaron encamados. En 2007, cuando Segolene Royal era la candidata socialista, Valèrie escribía artículos sobre su campaña electoral al tiempo que se acostaba con su marido. Es lo que se llama tener la sartén por el mango.
Las periodistas de Le Monde, Raphaëlle Bacqué y Ariane Chemin, publicaron en su libro ‘La mujer fatal’ que existía una amante que había destruido el matrimonio, pero no revelaba su nombre, sólo su ocupación: “periodista encargada de cubrir la información del Partido Socialista”. También decía que Segolene utilizó a sus hijos Thomas y Gérard para pedir a Paris Match que sustituyera a la periodista. Hollande y Segolene demandaron a las autoras del libro. En 2010, sin embargo, el ahora rival de Sarkozy hizo pública la relación en la revista Gala. Antes de eso, en 2007, la revista Closer fotografío a la pareja en una playa de Tánger, también fueron demandados y tuvieron que pagar 15.000 euros de indemnización. Pero en resumen: que los periodistas no mentían.
Mientras tanto, la pareja no ha formalizado su unión. Valérie, de 47 años y con tres hijos, ya se ha casado y divorciado dos veces. El hecho de que no se casen complicará sus funciones como primera dama. No tendrá una oficina con secretario personal ni podrá participar en algunos actos con jefes de Estado extranjeros. Se perderá muchas fotos oficiales y aún así, tiene miedo a decepcionar.
En Twitter, pidió comprensión al gremio periodista: "A mis amigos periodistas y fotógrafos, dadme tiempo. Es tiempo de entender y de aprender. ¡Pero aprenderé rápido!".
Sylviane Agacinski-Jospin, la esposa del ex primer ministro socialista Lionel Jospin, le ha recomendado a Valérie que esté cerca de su pareja. Desde su experiencia personal, quiso mantener una distancia y considera que falló. De hecho, Jospin fue derrotado en las elecciones presidenciales por Chirac. En esta última campaña, Valérie es la sombra de Hollande. Y está encantada. Hasta el punto de que, según ha comentado en la revista Femme Actuelle, el hecho de no tener que cubrir la información política le permite aplaudir a rabiar cada discurso de su amado, dice que se siente “como la novia de un futbolista”.
En la aludida entrevista al profesor Dakhlia en el diario Figaro, el sociólogo diferenciaba entre el tipo de apoyo que supone Carla Bruni y el de Valérie: La cantante y Sarkozy encarnan un modelo de familia tradicional, pues su faceta como cantante queda relegada al ámbito doméstico, sobre todo tras el nacimiento de Julia. Algo paradójico, pues esa imagen está muy lejos de lo que prometía Bruni cuando se emparejó con Sarkozy. En cambio, Valérie y Hollande simbolizan la “nueva familia”. Son compañeros: “socios”. Ella considera que es “esencial” seguir trabajando.
Y los resultados a la vista están. Una encuesta del Instituto Francés de Opinión Pública señala a la pareja socialista como la más popular del país, con un 40% de aceptación, en comparación con el 26% de Nicolas Sarkozy y Carla Bruni.
De cumplirse estas previsiones y las de las encuestas electorales, que dan como virtual vencedor a Hollande, el Elíseo será ocupado por una mujer trabajadora que mantiene a sus tres hijos. Una ama de casa que, según dijo en la entrevista a Femme Actuelle, su pequeño placer secreto no es otro que ir al mercado. Aunque no renuncia al glamour, reconoce que se viste con cuidado desde que tiene 18 años por una cuestión de “educación”, que pasa de lo que ella llama “harapos”.
Pero además, también es una mujer culta. Su Twitter está trufado de referencias a libros. Dice que suele entregarse con más fuerza a la lectura cuando tiene insomnio. Comenta las obras de teatro que ve y también las películas. Trabajadora, madre, ama de casa -su peor pesadilla es una nevera vacía, sostuvo en una ocasión- y culta, es la nueva Primera Dama de Francia.