Levantar los párpados, difuminar las arrugas, reducir las bolsas de los ojos o luchar contra la flacidez, son algunos de los beneficios que proporciona realizar un automasaje kinésico en el rostro. Este tipo de masajes tienen su base en la kinesioterapia, un método terapéutico que se utiliza para el alivio del dolor, la relajación, la tonificación muscular y la recuperación de las funciones musculares y articulares.
En concreto, el masaje kinésico facial se practica con el fin de aumentar la elasticidad en los músculos, mejorar el sistema circulatorio y la oxigenación, descongestionar la piel y activar la circulación sanguínea.
Este tipo de masajes puedes hacerlo antes de acostarte o al levantarte, pero siempre debes hacerlo con el rostro limpio. Si te vas a dar el masaje de día, lo mejor es utilizar un tónico o un suero que ayudan a que las manos se deslicen bien por el rostro. Con estos productos conseguirás que el masaje, aunque debe ser firme al mismo tiempo sea suave y también permiten que el maquillaje se fije mejor. Si reservas este ritual para la noche tienes otra opción, que es usar un aceite esencial.
Primer paso: drenaje linfático
Empieza estimulando el sistema linfático masajeando suavemente los ganglios. La finalidad de este masaje es eliminar toxinas, mejorar la circulación y reducir la inflamación. El masaje se debe realizar lentamente, mediante suaves bombeos. Hay tratar cuatro zonas: los ganglios situados en el borde inferior de la mandíbula, los que están situados justo debajo del mentón, de los ganglios cervicales sólo los cervicales anteriores y los supraclaviculares y finalmente los de la región parotídea (el cachete).
Comienza pellizcando la mandíbula con los dedos pulgar e índice justo en el centro de la barbilla y realiza ligeras presiones hacia afuera. A continuación, con las manos estiradas y los dedos juntos, realiza ligeras presiones en vertical desde el punto en que termina la mandíbula hasta la clavícula. Continúa con este mismo movimiento a lo largo de las clavículas, desde el centro hacia los hombros. Finalmente, coloca las palmas de las manos a ambos lados de la cara, tumba la cabeza en primer lugar hacia el lado derecho y arrastra tu mano izquierda desde la mandíbula hasta que con la palma toques el hueso malar y repite el movimiento con el otro lado de la cara.
Realizado el drenaje linfático, llega el momento de mover los músculos.
Comienza pellizcando ligeramente la frente, las sienes las mejillas y el cuello. Repite este movimiento un par de veces, seguidamente tamborilea suavemente con las yemas de los dedos desde la frente, pasando por las mejillas, hasta el cuello.
A continuación, se realiza un masaje de estiramiento, para el que se pueden utilizar los dedos, un rodillo de jade, piedra de cuarzo rosa… y se realiza en cuatro fases: frente, contorno de ojos, mejillas y finalmente el contorno de labios y barbilla.
Empieza por la frente y realiza diferentes pasadas desde el centro hacia las sienes (si lo haces con las manos dobla el dedo índice y utilízalo como si tiraras de una goma). A continuación, realiza el mismo movimiento en las mejillas, desde la nariz hacia las orejas.
En el contorno de ojos hay que trabajar siempre sobre el hueso y previa aplicación de un cosmético adecuado para esta zona. Comienza realizando pequeños bombeos con un dedo empezando por la parte inferior, desde la zona del lagrimal hasta las sienes, y repite el mismo movimiento sobre las cejas. Sigue el mismo recorrido realizando pequeños pinzamientos con el índice y el pulgar y finaliza con el masaje de estiramiento sin aplicar demasiada presión ni estirar la piel.
Finalmente, realiza el masaje de estiramiento pinzando la mandíbula y siguiendo su contorno. Continúa realizando el movimiento anterior colocando los dedos por encima y debajo de los labios.
Finaliza con un masaje relajante colocando las manos sobre la frente y desliza las yemas suavemente por el contorno de la cara hasta el cuello.