S.O.S: Me caso en seis meses: motivos para huir (o no) de mi boda
Crepe de seda. Minutas. Paniculata. Estación de cervezas. Pack de foto 'para padres'. Coronas de flores preservadas. Guipur. Sitting y protocolo. Palés para todo. Parece mentira que hace tan sólo tres semanas tuviera únicamente una ligera idea del significado de estas palabras (cierto es que 'estación de cervezas' es evocador), y ahora tenga un catálogo mental de imágenes, texturas y precios de todo. Yo antes molaba, como se suele decir. Y es que, hasta hace bien poquito, tenía bastante claro que no quería casarme, con su enumeración de motivos preparada para comidas familiares, vecinas y demás.
1. Casarse es caro: ahora sé que es ASOMBROSAMENTE caro
Una boda de 100 invitados cuesta de media en España 16.534 euros. Para más inri, Madrid es la ciudad más cara para casarse, con un gasto de 21.205 euros. ¿Quién en su sano juicio se va a querer gastar semejante pastizal en doce horas?
2. Está demodé (quizá por lo caro que es)
Actualmente, se celebran un 26% de bodas menos que a principios de siglo. Vamos, que casarse ya no se lleva. La edad dorada de las bodas se vivió en este país en los setenta y aguantó por el furor que causó Lady Di y su pomposo vestido en 1981, pero si ahora llegas un viernes a las cañas 'afterwork' diciendo que te casas, pues tus contemporáneos te miran raro. Y yo he sido siempre muy comercial, qué queréis que os diga.
3. ¿De qué vamos a hablar si dejas de insistirme en lo de la boda?
El '¿para cuándo os casáis?' es el nuevo 'pues se ha quedado buena noche'. Y yo, después de siete años de relación, soy una experta en que la preguntita me resbale. Tengo una retahíla de agumentos capaces de tumbar a cualquier 'cuñado' molesto, y amineniza las veladas, la verdad: que si prácticamente hay más divorcios que bodas, que si los beneficios fiscales tampoco merecen la pena, que si el día que vayamos a tener hijos nos haremos pareja de hecho y 'arreglao', que si en una boda disfruta todo el mundo más que los novios... Así todo el rato (santa paciencia).
4. Casarse da miedo
Creo que este es un pavor común entre todas las novias, aunque normalmente nadie lo reconoce. Con el que va a ser mi marido (qué burrada me parece así escrito, me han caído diez años encima de repente) llevo viviendo de alquiler cinco años, tenemos un coche a medias y una conejita monísima. Ya somos una familia, con nuestras facturas, nuestra lista de la compra, nuestras vacaciones y nuestro lavavajillas sin vaciar. Juntos estamos estupendamente y sé que casados seguiremos estando fenomenal. ¿Entonces cuál es el problema? Pues que lo de prometer amor eterno en realidad me parece pillarse los dedos (ojalá acertemos), y si ya me aterroriza pensar en una ruptura, no te quiero contar si al proceso de repartir sofá, amigos y tele (a la coneja me la quedo yo fijo), le tenemos que sumar los papeleos de un divorcio. Un drama, vamos.
5. Y sin embargo...
¡Sí quiero! ¿Por qué? Pues no lo sé, porque sí. Son ganas de complicarse la vida, pero también de ver a tu madre llorar de emoción, de soñar con esos quince días de vacaciones, de imaginarte guapa (muy guapa), de juntar a todos los que nos quieren, de hacer oídos sordos a los consejos, de ver Pinterest e Instagram a todas horas, de obligarte a adelgazar... Ah, y por el anillaco de compromiso.
*** Con mis contradicciones y mi caos actual, queda inaugurado este blog. Aquí invertiré el poco tiempo libre que me queda entre buscar zapatos, elegir fotógrafo y pelearme con funcionarios. Compartiré mis averiguaciones, inspiración y anécdotas, para que al menos podamos reírnos un poco juntos de todo esto.