Cate Blanchett, la estrella de Hollywood que ama sus arrugas
Los textos promocionales que han enviado a los medios los productores del Hobbit decían que Cate era una antidiva. Y eso que ha sido la sensación en la alfombra roja de los estrenos. Todo porque renuncia al botox, no le abruma envejecer y hace vida familiar. Igual, más que una antidiva de lo que se trata es de una diva espabilada. No en vano, ha sido calificada en alguna ocasión como una de las actrices más inteligentes de Hollywood, según publicaron los medios hace unos años.
Por lo pronto, hay que decir que lo del botox no puede ni planteárselo en un desliz. Se lo prohíbe su marido, Andrew Upton, también vinculado al mundo del cine, pero desde una segunda fila. El motivo es simple, está a la vista de todos y hace aún más inexplicable que haya tantas actrices o famosas bien guapas que decidan hacer este pacto con el diablo: con el botox no puedes mover la cara.
Así lo cree y lo manifiesta, dice que le horroriza tanto ese tratamiento como cualquier paso por el quirófano para aparentar menos edad. Sobre sus propias arrugas declaró que eran los surcos de su vida, de su experiencia, de su paso por el mundo, que no le molestaba, ni mucho menos, envejecer. Le había encantado ser veinteañera, también treintañera, pero ya lo disfrutó en su momento, se ha sincerado, ahora está feliz como está. "¿Por qué voy a querer erradicar las arrugas? Tan sólo hay que vivir tu vida, la muerte no va a ser más fácil porque no puedas mover la cara".
De hecho, le gustan los placeres propios de alguien con esa mentalidad. Lo sencillo. Su familia lo es todo para ella. Los premios se los dedica a su marido, que aunque no brille tanto como ella en el mundo del espectáculo, es su máximo apoyo. La vida se la dan sus hijos: "La familia ha valorado positivamente mi trabajo y pude, entonces, relajarme. Es la única alabanza que necesito; el resto de las críticas me tienen sin cuidado", comentó tras una entrega de premios.
Es ahí donde empiezan las dudas. Al que se llama Ignatius, le dice cariñosamente Iggy, por Iggy Pop, el padrino del punk, el líder de los Stooges, aunque reconoce que el origen de su nombre viene del "muy católico y romano", dijo, San Ignacio de Loyola. De modo que a su inteligencia tampoco le falta sentido del humor.
Todo esto confluyó en su posado para la revista Itelligent Life, donde apareció sin Photoshop. Tres muesquitas de la edad aparecían en la comisura de su boca con la sonrisa. La imagen presentaba una diferencia con respecto a las que sí que están tratadas e inundan el kiosko: Cate ¡parecía un ser humano! Lo mismo es aplicable a su carrera en muchas sentencias que ha pronunciado, como: "Yo nunca me he considerado una estrella, soy una actriz".
Y no se puede negar. Aparte de participar en numerosas películas donde su personaje iba en el mismo título, como Elisabeth, también ha llegado a hacer del mismísimo Bob Dylan. Un reto, hacer de hombre, no al alcance de cualquier actriz.
Pero también es una activista. Es de sota, caballo y rey si atendemos a las características de su personalidad. Su batalla ha sido una causa que ahora, a consecuencia de la crisis, está un poco pasada de moda o, si se quiere, apartada en un cajón. Es el problema de las emisiones de CO2. Cate ha abogado por su reducción en numerosos foros, pero ahora mismo, con los países industrializados entrando en recesión, es algo que no está precisamente en la agenda. Si bien no es su única pelea. "Tenemos la capacidad para iniciar economías de futuro con bajas emisiones de CO2", proclamó en una conferencia internacional. También lucha por el agua potable, otro bien que no llega a todos los rincones del planeta con la misma claridad y potencia que a nuestras duchas.
En el punto de vista coqueto, Cate tiene también sus fetiches. No por aceptar las consecuencias en el cuerpo de su embarazo y aceptar el envejecimiento de su rostro iba a no tener sus inclinaciones. A ella lo que más le ponen son los corsés. Reconoce, entre risas, que es "una de esas extrañas bestias" a las que les gustan.
Considera que el color de su pelo es "uno de los grandes misterios de este mundo", sin dejar la ironía. "Creo que soy vagamente rubia, pero para ser franca, no lo sé".
Lo mejor es lo de las orejas. No sabemos lo que piensa de las suyas, pero uno de los motivos por los que aceptó el papel en la saga del Señor de los anillos es porque siempre quiso salir en la pantalla con orejas puntiagudas. Por eso hizo de Galadriel, la reina Elfa. Y aún conserva los postizos guardados en su casa de recuerdo.
Con tres hijos, el aludido Ignacio, que lo tuvo con 38 años, Roman Robert y Dashiell John. Y un marido que no cayó rendido a sus pies, pues pensó que era arrogante y que distanciada, Cate es sin embargo de esas celebrities de las que en Divinity gusta leer sus entrevistas y atender a sus filosofías de vida. Y sobre todo, verlas triunfar.