María Valverde, mucho más que la novia de Mario Casas
Su Rosebud particular está en las calles de su barrio, Carabanchel. Solían jugar mucho en los aledaños de la famosa cárcel, cuando aún estaba en funcionamiento. Una vez, estaban jugando al escondite y se ocultó tras unos setos, tan bien oculta que no se dio cuenta de que estaba casi dentro de la cárcel. Entonces, desde una celda, unas presas se dirigieron a ellas: "Chiquillas, no seáis malas que si no acabaréis aquí".
La cárcel ya no existe. Esas amigas están en la universidad, pero el deseo de ser buena sigue en presente en María Valverde. Quizá por eso le confesó a Luis Alegre en su programa El Reservado que, según crecía, ante todo, se había convertido en una persona que "se fija más en las luces que en las sombras de la vida".
También existe un lado oscuro. María tiene también presente que no acabó el colegio en su momento, que si, por lo que sea, deja de ser actriz, o se pasa de moda, o cosa difícil, deja de se tan fotogénica, no sabe qué sería de ella. Su caso es barojiano: Actriz o nada.
Porque sólo así se lo puede plantear quien ha empezado en la profesión antes de llegar a ser adulto. Su caso fue con 15 años, y el reconocimiento del Goya por 'La flaqueza del bolchevique' la catapultó. La decisión cruda hubo de tomarla después, cuando le tocó integrar el plantel de 'Melissa P'. Tuvo que abandonar el colegio, ponerse a estudiar italiano de forma intensiva –"seis horas al día, siete días a la semana, un mes y medio"- y enfrentarse a un papel erótico.
Se metió en la piel de una escritora que recuerda su iniciación sexual. Para María no fue complicado hacerlo. Sí le dio vergüenza actuar así ante cuarenta personas en los rodajes, pero lo difícil, en realidad, fue verlo. El estreno se le hizo cuesta arriba, con sus padres y sus abuelos viéndola en situaciones un tanto comprometidas.
Pero la experiencia ni la marcó a ella ni a su carrera. No ha cesado de obtener buenos papeles y es una famosa de las que más gusta entrevistar a los periodistas por su naturalidad y alegría. Algo queda aún, pese a la fama, de la niña que fue. En sus propias palabras, muy "chicote" y echada para delante. Ella misma le escribía cartas de amor a los chicos de su clase desde que tenia cinco años. Ella llevaba la iniciativa y desde los tiempos en los que está claro y delimitado que los niños van de azul y las niñas, de rosa. De hecho, en el colegio la llamaban 'María Valmarte' porque quería ser astronauta, nada menos.
Ahora ya convive entre las estrellas, pero otras. Su pareja, ni más ni menos, es una de las más famosas del país. Y fuera de él. "Todo el mundo se piensa que España es fiesta y Mario Casas", decía hace no mucho el tuit periodista extranjero afincado en nuestro país. Y ésta es, quizá, la parte más dura de todo lo que le ha tocado vivir. Los paparazzi acaban con sus nervios. Dice que le cortan las alas. Que si tuviera que irse de vacaciones lo haría lo más lejos posible.
Sus idas y venidas con Mario tienen su reflejo en la prensa con titulares en primera plana. Lo han dejado, más lejos que nunca... han vuelto, siguen adelante. Ésta ha sido la tónica tras su última supuesta crisis hasta que su cuñada, la hermana de Mario, salió a desmentir que lo hubieran dejado.
Es el precio de la fama. Y no le gusta. No es María una persona que haya empezado a dedicar su vida a la actuación para beber las mieles de eso que se considera fama. Valga como prueba que lo más sagrado para los actores españoles, la estatuilla del Goya, ahora está en el dormitorio de sus padres con collares hawaianos y del Sáhara, recuerdos de sus viajes, y una peluca de Elvis. Es, para verlo. Y si nos lees, María, ya sabes qué foto queremos ver en Twitter.
Porque por ahora en la red social lo que abunda son fotos de su mascota. También un diario minutado de todos los actos a los que acude y premios que le entregan, con sus correspondientes cambios de look. Se echa en falta un poco más de chicha en ese timeline repleto de canciones de pop actual, como Radiohead o Alejo Estivel. También delata que le gusta Sade, lo que no sabemos es si la cantante –pues bueno- o el escritor –mucho más sugerente.
Abundan, por otro lado, sus chascarrillos. Como que le gustaría inventar la maleta que sabe qué vas a ponerte, o que echa de menos en el mercado botas de chico con tallas para chica. Que alucina con Elle Fanning quien, por cierto, tiene la piel nívea como ella y lucha cada año para "no ser reflectante", como reconoce María.
También sabemos, en cualquier caso, que en su personalidad no hay cabida para las medias tintas. Por ejemplo, aunque de pequeña jugase al fútbol, de mayor le parece un aburrimiento. Detesta cómo insulta la gente en las gradas y piensa que eso no es un espectáculo. O es autora de sentencias como "quien es tonto es tonto, da igual la edad que tenga" que demuestran que tiene carácter. No es de extrañar, por tanto, que se comprometa en las luchas con las que le ha tocado lidiar a su generación. Eso que Mario Casas dice de ella "tiene unos principios magníficos".
María, en las manifestaciones del 15M en 2011
Se la vio en las manifestaciones del 15M. También en las movilizaciones en favor de la cultura. Es radical en este aspecto. Dijo en una ocasión: "¿Qué va a ser de mis hijos? ¿qué les voy a dar yo a mis hijos si no puedo disfrutar o aprender? Todo esto me entristece, porque de alguna manera, es cortarnos las alas del aprendizaje". Por lo que llama a su generación a salir a la calle: "Los jóvenes estamos despertando ahora: nuestros padres han luchado mucho, y nosotros no lo estábamos haciendo hasta ahora, pero tenemos nuestro propia voz y debemos aprovecharla, utilizar todo lo que está en nuestra mano".
Luca Guadagnino, el director italiano de Melissa P, el que quizá vio cómo se fraguaba una actriz profesional durante el rodaje, dijo de ella: "es una grandísima actriz con la disciplina, la capacidad de comprensión y la inteligencia creativa que distinguen a las grandes estrellas". ¿Tendrán Pe y Bardem que ir indicándola cuáles son los mejores restaurantes de Los Ángeles?