Prosinecki, Jarni, Suker y Modric. Cuatro croatas han pasado por el Real Madrid, cada uno con historias bien distintas. Prosinecki, hijo de madre serbia y padre croata, terminó saliendo del Madrid por la puerta de atrás, mientras que Suker, nacionalista croata furibundo, ayudó a ganar la séptima copa de Europa y triunfó también en el terreno social, donde conquistó a Ana Obregón formando una pareja a la que no se le escapaba un photocall ni alguna que otra exclusiva en el ¡Hola!
Le toca el turno a Luka Modric, que cuenta con una historia a sus espaldas bastante dura, al menos en lo concerniente a su infancia. Mientras Prosinecki sufría en Madrid porque sus amigos y sus vecinos se estaban matando en la guerra, Modric era un refugiado más de aquella contienda que había tenido que huir de su casa.
Antes de la tragedia, sus primos le recuerdan como un niño muy jovial. “Rápido como una flecha”, el pequeño estaba todo el día corriendo de un lugar a otro. Hay familiares suyos que rememoran con humor que en realidad nunca le vieron andar. Cuando estaba en casa de su abuelo, se iba corriendo a buscar a ver si había niños con los que jugar. Si no estaban, pues volvía a casa. Lo gracioso es que el lugar donde jugaba con sus amigos estaba a diez kilómetros del hogar de su abuelo. Nunca se quejó de recorrer esa distancia. De hecho, lo hacía al trote.
Como a muchos yugoslavos, la llegada de la guerra les forzó a tener que dejarlo todo y, prácticamente con lo puesto, huir de su hogar. Su padre vio como los soldados serbios habían asesinado a su padre, el abuelo de Modric, a sólo quinientos metros de su hogar. Sin pensárselo dos veces, corrió hasta su casa, cogió a su mujer y a su hijo y escapó del lugar. A partir de ese momento tuvo que vivir en hoteles, compartiendo habitaciones con otros refugiados y, quienes le recuerdan, dicen que tenía una mirada triste y la frente arrugada, como un anciano, con sólo siete años de edad. El futbolista, sin embargo, dice que no se enteró de nada de lo sucedido en aquellos días negros y que, por suerte, no tiene ningún trauma.
De hecho, lo bueno de aquella época es que fue cuando empezó a jugar al fútbol porque no tenía nada mejor que hacer. Un empleado de un hotel donde se alojó entrevistado por el diario croata 24 Sata recuerda que el pequeño Modric "rompía más ventanas con el balón que las bombas serbias" Su padre le introdujo en el fútbol mientras pudo, pues como otros tantos croatas tuvo que acudir al frente a luchar por la integridad territorial de su país. Había sido futbolista y aún sigue siéndolo, pelotea en el equipo de la base militar de Zemunik donde actualmente trabaja como técnico de aeronaves.
La guerra en Croacia concluyó con la Operación Tormenta, la mayor limpieza étnica perpetrada en los Balcanes que acabó con la expulsión de 250.000 serbios que vivían en ese país y la muerte de 20.000 croatas. Después de aquello, los Modric no quisieron volver a la que fue su casa, prefirieron quedarse en Zadar donde el crío ya apuntaba maneras como futbolista. Su madre consiguió un trabajo como costurera, antes trabajaba en una fábrica textil, y su padre, Stipe, cuando cumplió con el servicio militar, fue contratado en la aludida base militar. Modric se considera de Zadar. Su acento, además, le delata.
Los primeros ojeadores que echaron un vistazo a Modric, los del Hajduk Split, no le quisieron porque era demasiado enclenque. Quizá por una mala alimentación mientras fue refugiado. Pero en el Dinamo de Zagreb sí que apreciaron su talento. Zvonimir Boban, la leyenda del fútbol croata y del Milan, un héroe en su país por pegarle una patada a un policía yugoslavo que estaba aporreando a un hincha croata, dijo de Modric que encarnaba las facultades del futbolista moderno, que mejoraba a leyendas en su posición como Baggio o Zola. Otros le han bautizado como "El Cruyff de los Balcanes", por su parecido físico con 'El Flaco' y por su creatividad. Al principio, en el equipo capitalino le cedieron a un club bosnio, Modric despuntó hasta el punto de volver al Dinamo como mejor futbolista del año en la liga de Bosnia. A partir de ahí, empezó la leyenda. También su historia de amor.
Como jugador del Dinamo conoció un día a una economista tres años mayor que él. Vanja Bosnic era la hija de la jefa de administración de su equipo, trabajaba para una agencia deportiva y llamó por teléfono al futbolista. En aquella conversación tuvo que surgir algo, la llamada duró tres horas. Y eso que todos los periodistas coinciden en una cosa a la hora de describir la personalidad de este futbolista: no le gusta hablar. Encima, su pareja dice que es "celoso", pero "como todo hombre tiene que serlo". Ella, por su parte, dice que es quien más le critica como futbolista, no se pierde ningún partido y le canta las cuarenta como esté flojo.
El romance atravesó alguna dificultad al principio por los continuos viajes del jugador, pero cuando Vanja se quedó embarazada decidieron casarse. Lo normal en una boda por estas latitudes es ir primero al ayuntamiento y luego a la iglesia. Modric y Vanja tardaron un año en ir de un sitio a otro. Querían casarse antes de que naciera su hijo, pero ella estaba en un estado de gestación tan avanzado que no andaba para saraos.
En el consistorio hicieron una ceremonia sencilla. Sólo para familiares y amigos muy cercanos. A la cena, celebrada al día siguiente, Modric fue en vaqueros y sólo el bolso de su novia costaba más que toda la cena. No obstante, al cabo de un año se casaron a lo grande en la catedral neogótica de Nuestra Señora de Lourdes, en Zagreb. El padrino de Modric fue un amigo de la infancia. La novia, con un peinado sencillo y pocas joyas, sólo los pendientes, llevó un vestido color champagne y las damas de honor acudieron con vestidos púrpura estilo vintage, típicos de los años 60. Los compañeros del jugador llevaron trajes con los colores del Dynamo. A la cena acudieron 300 personas.
Y entre un evento y otro nació Ivan. Lleva el nombre del abuelo del futbolista asesinado en la guerra. Nació por cesárea de emergencia tres semanas antes de lo previsto en la maternidad privada de Podobnik, también en Zagreb.
Aunque la pareja siempre veranea en Zadar. Es un lugar turístico precioso en la costa Dálmata que destaca por un curioso órgano que funciona con las olas del mar. Allí Modric es fotografiado todos los veranos por los paparazzi montando en motos acuáticas o jugando en el agua con sus amigos como un turista más, sobre todo a un invento llamado 'picigin'. La pareja compró un chalé en esta localidad. Mitad para ellos, mitad para los padres de él. Está encantado de tener una casa en el lugar donde pasó su juventud. Además, son una pareja muy sencilla. No es extraño verles en un McDonalds, por ejemplo. Su mayor ‘frivolidad’ es conducir un BMW...
Por otro lado, Modric tiene dos hermanas pequeñas. Jasmina y Dior. Ésta última está enamorada de su hermano. Es su ídolo y de mayor quiere ser como él. Cuando era muy niña y le veía en televisión, saltaba del sillón para darle besos a la pantalla.
Modric está afrontando el tramo más importante de su carrera en el Real Madrid. Prosinecki le aconsejó a través de los medios croatas que en la capital de España no servía con ganar. “Si no ganas te silban, pero si ganas sin dar espectáculo, también te darán la espalda”. El legendario centrocampista dijo que hay clubes muy buenos en el mundo, pero que las palabras Real y Madrid juntas suenan de forma especial en este deporte. También dijo que Mourinho probablemente quiso al croata para “inyectar sangre fresca” y sustituir algún día a Alonso, que ya encara su recta final como futbolista. Aunque de lo que no se ha hablado es de que en Inglaterra el croata criticó al que es su compañero de equipo, el todopoderoso Cristiano Ronaldo, del que dijo que era demasiado "teatral". ¿Cómo se llevan en el vestuario?
Sea como fuere, el Madrid ha fichado a un tipo taciturno de los que gustan de hablar sólo sobre el campo. Una canción popular de un DJ croata lleva su nombre "Si yo fuera Luka Modric". Veremos si siguen deseando ponerse en su pellejo tras el inmisericorde juicio del despiadado respetable del Santiago Bernabeu.