¿Cuántas veces has pensado que ojalá el día tuviese 30 horas? Pues no. Error. Lo que necesitas es gestionar mejor las 24 de siempre. Eso es lo que viene a decir Agustín Peralt en 'Lidérate: Método Fase', el libro en el que ha sintetizando su experiencia con decenas de directivos (cocineros con Estrellas Michelín, economistas, dentistas, abogados...), a los que ha ayudado a controlar el estrés y la ansiedad para ser más productivos. Y no solo eso, hasta ha conseguido que hagan hueco para quedar con los amigos, cenar con su pareja, echar un cable con los deberes o hacer yoga. Un equilibrio entre lo laboral y lo personal que es ciencia ficción para muchos mortales.
El suyo es uno de los llamados casos de éxito. En 2012, la época de mayor desempleo de la historia de España, le despidieron de una empresa en la que tenía un alto cargo y tuvo que reinventarse. Reciclarse. Rehacerse. ¿Cómo? "Cambiando la actitud para asumir mi responsabilidad y para ser mi propio líder", nos explica. Es decir, leyendo todo lo que caía en sus manos sobre productividad y llegando a la conclusión de que iba a crear su propio método con lo mejor de todos los anteriores: "simple, sencillo y enfocado a la acción".
Así nació el 'Método Fase', algo así como otro modo de ordenar las cosas pequeñas, medianas y grandes que uno debe hacer en un día, una semana, un mes y un año para que quepa mejor cada pieza clave, incluso los momentos de placer y desconexión, y así la 'sensación' de control te quite el estrés, el principal problema del siglo XXI. Eso sí, hay muchos enemigos silenciosos que no te lo van a poner fácil. "Los grupos de Whatsapp y los chutes mentales como contestar el mail al llegar son el horror".
¿Has hecho tu Método Fase para lograr escribir el Método Fase?
(Risas) Efectivamente, nunca hubiera podido escribirlo tal y como es de mi día a día. Todas las mañanas, mi momento de mayor concentración iba para el libro. Era apenas media hora, pero con plena concentración. El poder de los poquitos.
¿Hay diferencias en la gestión del tiempo entre hombres y mujeres?
Sin duda. Hay un tipo de mujer que el ser productivo es innegociable. O lo es, o muere. Son sobre todo las directivas con horarios intensos y con hijos pequeños. Asumen el liderazgo además de la casa, y eso es erróneo. Suelen ser las clientas más gratificantes, porque me dicen que han logrado equilibrar su vida de nuevo y volver a ser feliz. Llegar a todo en el trabajo y en casa, pero sin tener la sensación de que se te escapa algo. Sensación de control. Lo que queremos todos es salir el viernes del trabajo con la sensación de que está todo controlado, que no quiere decir que esté resuelto, pero sí bajo control.
Tres tips para esas madres:
-Uno: que no utilicen la memoria: la mente no se creó para memorizar, sino para reflexionar y tomar decisiones. Y que lo apunten todo en una agenda.
-Dos: Que los temas que les preocupen los deberían fragmenten con papel y boli en todo aquello que tendrían que hacer para poder abordarlos. Eso ya te da sensación de calma y más control.
-Tres: Que planifiquen cada mes sabiendo cuáles son tus prioridades personales y laborales y que les dediquen tiempo. Eso puede ser que tu hijo tiene que aprobar matemáticas. Y todas las semanas piensa qué vas a hacer para lograrlo. Lo que en la mente resulta inabordable, cuando uno lo pasa a papel con esquemas y mapas mentales reduce mucho su complejidad.
¿La idea es que hay demasiada angustia innecesaria?
Eso es, porque un poco de adrenalina es buena, pero el resto es solo cortisol, bloqueo emocional y consecuentemente te quita energía y te hace menos productivo. Es un círculo vicioso. La gestión de las energías es fundamental y la emocional es una de ellas.
¿Por qué no se le hace casi caso?
Se hace mucho caso a la formación académica y de idiomas, años de estudio, y algo tan importante y clave como eso ni se aborda. Aprender de inteligencia emocional y de cómo optimizar tu productividad es básico y el 99% de las personas no lo ha hecho.
También haces hincapié en buscar hueco a lo que te gusta hacer
Nadie puede decirte que en el trabajo no vayan a existir tensiones, siempre las hay. Por mucho dominio emocional que tengas, te van a generar cortisol, que tienes que compensar con serotonina y dopamina. Y eso requiere actividades placenteras, como deporte, música o lo que sea que te haga sentir bestial, y hay que planificarlas, porque si no pasan los días y la vida no te deja hacerlas. Pasan semanas y meses y vuelve a ser una carga y un estrés el no ver a tus amigos, con lo bien que me viene. Otro círculo vicioso.
¿También pasa más a las mujeres?
Muchas veces sí. Una cosa que percibo en mis clientas es que la mujer es mucho más perfeccionista. Quiere sacar 9 en todo. Una de las claves de la productividad es identificar qué tareas son de alto rendimiento e importantes y determinantes para tus objetivos y en esas hay que ir a por el 9. Pero luego hay otras que no. Y con un 5 basta, porque más requiere mucho tiempo, y eso a las mujeres os cuesta. Cuando vais solo a cincos tenéis un pesar, una culpa, que vuelve a generar tensión interna.
¿Son las que llamas tareas TAR y TUR?
Eso es. Las TUR son tareas de poca entidad, pero que por fechas hay que atacarlas. Comprar un AVE, por ejemplo. Esas hay que hacerlas en momentos del día en el que estés cansado porque no requieren mucho esfuerzo cognitivo. Las TAR requieren concentración plena, que suele ser a primera hora del día, aunque en algunas personas es por la tarde. El 90% de las personas lo que hace en la mejor hora del día, al llegar, es contestar mail. Ahí hay un tema también de dopamina, de 'chutes' de placer con los que nos engañamos.
¿Chutes?
'Shoots' mentales que pide la parte límbica del cerebro, que se encarga del placer y de la novedad. Siempre está ahí pidiendo guerra, engolosándose. Pasa a todas horas del día, pero por la mañana, como estamos llenos de energía, es como una lluvia de estrellas (risas). La gente disfruta de esa hora, mucho, porque consigues cerrar asuntos de poca entidad y te da dopamina. No tiene ningún sentido dedicar la mejor hora del día a contestar mails y la prueba es que cuando les digo que lo dejen de hacer no pueden. Tenemos el límbico emborrachado.
Enemigos silenciosos…
Como los grupos de Whatsapp. Eso es el horror. Y se produce el FOMO (fear of missing out), pensamos que si no contestamos nos vamos a perder algo gordo y quedar sin amigos, así que no somos conscientes de la cantidad de veces que interrumpimos una tarea de calidad por contestar una frase. ¿Quiere decir que no lo veamos nunca? No. Solo hay que sistematizarlo: tras trabajar bien dos o tres horas, a las 11 te miras los whatapps. Y a las dos, antes de irte a comer, pero no de modo compulsivo, porque si no el modelo multitarea pasa a ser parte de nosotros… y ese es otra casuística horror: trabajamos en bloques de tiempo de dos minutos: email, whatapp, alguien me dice algo… Esto genera cortisol y que el cortes prefrontal se revolucione y llege la sensación de agotamiento al cabo del día.
¿Por eso se llega a casa sin ganas de nada?
Eso es, pensando que por favor tu pareja no tenga ganas de hablar. Es como llevar un coche revolucionado a 160 en segunda marcha. Os perdéis mucho por la multitarea continua y se suple o metiendo más horas o con capacidades cognitivas altas, que te lo permiten, pero sin el 'estado de flujo', que es cuando llevas más de treinta minutos concentrado y con disfrute.
¿Por qué le das tanta importancia al yoga y/o la meditación?
Además de generar dopamina y oxitocia y serotonina para contrarrestar, ayuda a entrenar el músculo de la atención plena, que cuesta. Mucha gente, cuando les pido que se concentren al menos media hora, a los 10 minutos no puede más y les pica todo, están oxidados. Estamos cayendo en el déficit de atención, somos adictos a la novedad y la distracción y a la estimulación.
¿Esto de tenerlo todo tan controlado, no generará también angustia?
(Risas) Así es. Pero solo en la fase inicial, cuando uno ve que no es tan fácil conseguir la metodología. No se trata de ser un monje tibetano de repente, sino de crear unos hábitos: un plan mensual, uno semanal y otro diario. El resto del día, potenciemos la creatividad y la interacción, alimentar el límbico del placer de vez en cuando es bueno. Somos una lucha entre la ansiedad y la pereza, entre el límbico, que quiere placer y chutes, y el cortex prefrontal, que te lleva a lo que debes hacer y requiere de tu autoliderazgo. Esto va de gestionar ambas, condenadas a entenderse, lo mejor posible.