Ana Torroja sigue siendo 'Mecano'. Y eso supone un halago y una condena para una artista que lleva ya un cuarto de siglo en solitario. Ella lo tiene asumido. Tanto, que ha incluido sin complejos en su último disco, 'Conexión' -toca mañana en Madrid-, varios éxitos del grupo de los ochenta que más canciones ha regalado al imaginario colectivo de todo un país. Tampoco esquiva preguntas sobre los Cano, aunque mide cada palabra: "Tenemos contacto, pero no a diario. Jose pinta y Nacho está con su yoga y componiendo (…), cada uno está al final con lo que realmente quería hacer", dice.
También mide al hablar de su hija Jara, que tuvo con 45 años. Lleva la mirada de los otros pegada, por eso vive "enganchada a una gorra", añade, de modo que intenta que todo lo que rodea a su hija, que también canta y baila, quede en la normalidad. No quiere que la niña sufra las consecuencias de la fama, como cuando ella tuvo que huir a Nueva York para resetear voz y mente. O cuando atravesó problemas con Hacienda y pasó a las portadas a diario. Pero vayamos a lo importante, sobre todo para los nostálgicos: ¿Volverá 'Mecano? La respuesta, al final -y al principio- de esta charla...
¿Qué queda de aquella Ana de 'Mecano'?
Queda una pizca de ingenuidad, pero ya trabajada. Y la ilusión. No he perdido la ilusión por la vida y por mi trabajo, así que siempre que hago disco nuevo es como una primera vez. Me mantiene viva, es esa chispa de niño con zapatos nuevos. Y luego, claro, también se han perdido cosas… una va evolucionando y va aprendiendo.
¿Qué es eso que has aprendido?
A saber decir que no. Es importantísimo. Y también a no tener miedo a los conflictos, ahora soy menos insegura. Si quieres pelear y luchar por algo, pues hazlo. Como digo yo, el no ya lo tienes. En general siempre he sido muy luchadora, pero reconozco que tenía mucho miedo a los conflictos. Y la verdad es que me está dado buen resultado.
¿Qué fue lo mejor de Mecano?
(Pausa) El poder seguir hoy. Lo mejor de entonces fueron tantos y tantos regalos que me hicieron Nacho y Jose y que regalamos juntos a su vez a la gente. Canciones que han ido pasando de generación en generación y que hoy siguen emocionando, ¡eso es maravilloso! ¡Y tan difícil!
¿Ser parte del imaginario colectivo lo sientes como un lujo o una responsabilidad?
Responsabilidad, sin duda. Soy exigente de nacimiento y más con la edad. Dejo espacio a la improvisación cuando canto esos temas, pero siempre dentro de una base controlada. Para mí es una responsabilidad cada vez que saco disco, que hago una sesión de fotos, que pienso en una portada, en el título del disco, la escenografía… Cada uno es su peor juez, y al final soy yo la responsable final de todo lo que ocurra.
¿Sientes mucho la mirada de los otros?
Totalmente (risas). ¡Es una de las razones por las que vivo enganchada a una gorra! Con este pelo inconfundible no es fácil pasar desapercibida y siento las miradas física y emocionalmente. Si voy a llevar a mi hija al colegio, por ejemplo, me pinto el ojo. Eres alguien a la que la gente observa, que la gente admira, critica… y es cansado, difícil y duro tener que estar siempre al cien por cien. Porque no siempre lo estás y hay gente que no te lo permite.
¿Qué tal lo lleva tu hija?
Trato de normalizar con ella todo lo más posible. No soy nada ostentosa en mi día a día, ni lo necesito ni me gusta, soy bastante normal, nada de esas artistas excéntricas o complicadas en lo cotidiano. Lo que ella ve es siempre muy normal y su padre y yo siempre tratamos, por ejemplo si va a un colegio nuevo, que no la traten diferente, porque al fin y al cabo es una profesión como otra cualquiera. Hago mucho hincapié en normalizarlo todo para que no se me estropee la niña (risas).
¿Canta?
Canta, le gusta mucho, y baila… Pero yo no la veo por ahí. Quién sabe, apenas tiene 10 años, pero creo que lo hace más por diversión. La veo más por el lado del deporte, que le encanta, y el diseño. Ya veremos.
Preadolescente…
¡Sí (risas), todavía no ha llegado la parte más difícil! Pero es una niña muy inteligente y muy sensata, y creo que entiende bien todo lo que rodea a su madre. Es curioso por ejemplo cómo reacciona en los conciertos: no la verás cantando, bailando o aplaudiendo, ella está seria y observándolo todo mucho. Al de al lado, al de abajo, lo que pasa en el escenario… Antes, cuando era más pequeña, al acabar el concierto se ponía súper seria y me abrazaba como diciendo: ‘¿esta es mi madre o es otra?’ Entiendo que tiene que ser difícil, ahí es cuando ella se da cuenta de lo que implica todo esto. Ahora llega y me da un abrazo gigante y no se me despega en un rato y me dice que lo he hecho muy bien. Yo intento ponerme en su lugar, no tiene que ser fácil asimilar.
¿Y cómo asimilaron tus padres que la niña que iba para economista le diese por cantar?
Mis padres siempre fueron bastante abiertos y liberales en cuestión de educación, aunque también muy sensatos. Me acuerdo que en casa de Nacho y Jose estaba prohibida la música y tenían que guardar las guitarras debajo de la cama, escondían los tocadiscos, cuando se los encontraban desaparecían… Así que ensayábamos en mi casa hasta que nos hicimos con un local y mis padres solo me decían que no dejara de estudiar, no que no cantase. Cuando se dieron cuenta de que la cosa iba en serio y llegaron los primeros éxitos, me apoyaron a muerte.
¿Qué sabes de los Cano? ¿Mantenéis el contacto?
Yo digo siempre que es un contacto habitual, normal. Sabemos el uno del otro, de vez en cuando te escribes, o te llamas, pero no es un contacto diario para nada. Jose está ahí pintando y le está yendo muy bien. Nacho está entre Miami y Los Ángeles con su yoga y su música de películas. Cada uno está haciendo al final lo que realmente quería hacer, desarrollando esa parte individual que cuando estábamos en Mecano no podíamos.
'La fuerza del destino'…
(Risas) Justo eso. Yo creo mucho en el destino, las cosas que me han marcado no las he buscado, estaban ahí para mí. Cada uno hace lo que está marcado.
¿Cuál es tu canción de 'Mecano' favorita?
Es muy difícil, pero creo que 'Mujer contra mujer', porque es un tema que se ha convertido en un himno, no hay muchas más protagonizadas por dos mujeres en el mundo. Y sorprendió bastante en su momento, en México hasta estuvo censurada. Cuando la cantas no sólo los homosexuales la cantan con pasión, sino toda la gente. Te hace sentir orgulloso de defender el amor.
¿Y la que te cuesta cantar?
'Bailando salsa' o 'Una rosa es una rosa'. Ya no las siento, así que no las puedo defender en un escenario.
¿Cómo fue ese momento de reseteo cuando tuviste que irte sola a Nueva York?
Muy necesario, vocal y psicológicamente. Fue todo tan vertiginoso, tan intenso y tan fuerte durante aquellos once primeros años, que tuve que parar. En el 92 fue nuestra última gira, en la que tuve problemas con la voz, y me fui al año siguiente. Necesitaba volver a ser yo, no Ana de ‘Mecano’. Llegué a sentir agorafobia, sentía angustia de salir a la calle y encontrarme con gente. Me sentía absolutamente vacía.
¿Te sentó bien el anonimarto?
Fue muy necesario. Recuerdo que cuando llegué estuve encerrada en cada durante una semana. Solo salía a comprar comida. Y conseguí un mueble de pino y una cajita colombiana muy bonita, como un joyero de madera con flores, y unas pinturas y estuve pintando toda la semana sin descanso, sin oír música, sin ver la tele, sin escuchar a nadie… solo pintando. No tenía más muebles en la casa, solo un sofá cama. Fue una terapia sin planearlo.
Solo pintando...
Sí, yo conmigo. Como en el presente. Y la verdad es que me sentó súper bien. Estuve un año sin tener que ver absolutamente nada con la música, lo necesitaba, y luego ya retomé.
Para terminar, no puedo no preguntarlo…
(Risas) Me lo soléis preguntar siempre, no te preocupes. Bueno, algunos dicen que son sus jefes los que les dicen que lo pregunten. Venga, dale:
¿Va a volver Mecano?
No. Creo que nunca he sido tan drástica. Espera, que te lo cambio: 'Mecano' nunca se ha ido.