Andrés Suarez: "Llevo dos discos dedicados a mi ex, ahora quiero cantar a los besos nuevos"
A Andrés Suárez le costó dos discos superar aquello: una ruptura que lo dejó desamparado y hasta arriba de melancolía... y canciones. Esa fue la parte buena: que el verso salió "con desgarro", justo como a él le gusta, y acabó por llenar el Palacio de los Deportes y cantar mano a mano con Serrat, un hito vital que le tuvo "tres días llorando". Pero luego algo cambió. Se cansó de penar, del bloqueo, la herida: "hasta yo me aburrí de mí mismo", dice. Así que un amigo le dejó una casa en Formentera y se fue. Desapareció. Se despertaba al amanecer (literal) para componer y no volvió hasta que tuvo los temas para 'Desde una ventana', su nuevo disco, todos ellos con un toque optimista y en los que describe "besos en vez de despedidas". Ahora vive en la Sierra Madrileña con su pareja y sus perros en vez de en una corrala de Lavapiés y ya no cierra bares: "Me crean ansiedad, ¿sabes?".
¿Qué traes de nuevas?
El disco anterior era más plano, venía cansado tras una gira de tres años y llevaba dos trabajos hablando de mi ex y el desamor, frecuentaba muchos bares, tenía la voz con otro timbre… y no tenía este optimismo y estas ganas de vivir que traigo ahora.
¿Ya no hay desamor?
Hay melancolía y mar y Galicia y niebla. Claro que sigue habiendo también eso, porque eso soy yo, pero es que estoy probablemente en el momento más feliz de mi vida y ¿por qué no contarlo?. Me encanta regocijarme en la melancolía y la tristeza, pero hasta yo me cansé de mí. Pasé por aquello que llaman depresión, no descubro nada nuevo, soy uno más, y conocí los límites del amor y por tanto del dolor, me enamoré y salió mal, soy cantautor… en fin.
¿Escribiste dos discos a tu ex?
Dos o tres, ni lo sé. Como me pida derechos de autor estoy jodido (risas).
Y te cansaste…
Y me cansé. Y me aburrí.
¿Y por qué estás en el momento más feliz de tu vida?
Porque ya tocaba (risas). Y porque me dejé querer.
¿Te estás dejando querer?
Es una parte, pero hay más. Antes creía por ejemplo que había que ir a buscar a las musas en Libertad 8 o en los locales de Madrid que frecuentaba Sabina, Silvio o algún pintor francés… y eso ahora me parece una gilipollez. Dejé de escribir y vivir de noche.
¿Eres un tipo mega alegre ahora?
(Risas) Sigo teniendo tendencia a la melancolía, vivo en un estado morriñesco eterno, quiero volver a mi norte siempre y tengo un gusto eterno por el desgarro, me encanta reencontrarme en el dolor y el despecho, pero coño, ahora voy a contar que estoy bien. ¡Ya llegarán las tristezas!
¿La melancolía es una incomprendida?
¡Qué va! ¡Esa cosa de 'no puedo más vivir' nos encanta a todos! Una de mis frases favoritas es 'que te den lo que yo no pude darte aunque yo te haya dado de todo'. Nos encanta reencontrarnos una y otra vez en ese dolor. ¡Nos encanta el despecho! Pero ahora estoy más por describir un beso.
¿Tu ex estaría muy contenta de verte así, no?
No lo sé. A lo mejor esperaba otro disco. ¡Espero que no (risas)! Mira, la esperanza se puede perder, pero el humor no… y yo lo había perdido. Cuando la gente te pregunta: 'oye, ¿cuánto tiempo te costó superar aquello?’, pues yo respondo que me duró dos discos. Así que espero que no le duela no encontrarse en mis canciones.
Disco como unidad de tiempo…
La peña no lo vea así, pero lo es. Un disco es el tiempo de sentirlo, componerlo, grabarlo, mezclarlo y tocarlo. Yo me fui del centro de la ciudad porque no aguantaba más. Y me fui a Girona a un estudio con ventanales enormes y veías nevar. ¡Estábamos grabando y pasó un caballo salvaje! No me quiero poner místico, pero eso sucedió. Y esa magia queda en el disco.
¿Puede ser que llenar el Palacio de los Deportes te haya liberado de un peso?
No, para nada. Aquello fue muy importante, pero llevo en esto desde los 18 años, cuando comencé a obsesionarme con la biografía, geografía y literatura de Silvio, Milanés, Aute, Sabina… he conocido casos de gente que ha hecho más que palacios, los he oído de copa a copa, y ha tenido que dejar la música porque de un disco a otro te cambia la vida. Pensar que está todo hecho por llenar el Palacio es el comienzo del fracaso. No quiero dedicarme a abrazar el premio. Si no hago el amor, si no compongo, leo, viajo… no habrá más. ¡Estuve llorando de alegría tres días por cantar con Serrat! Pero ya pasó y hay que seguir.
¿Es verdad que no podías componer?
No podía. Pero pude. Un amigo me invitó a Formentera a ver si las musas volvían. Todas las mañanas me levantaba a las cinco y veía amanecer: volví con 20 temas. ¿El motivo? Ni idea. Trabajo en algo que no se puede explicar.
¿Por qué te has ido a vivir la Sierra?
Llegué a los 19 a comerme Madrid. No sabía lo que era un metro. Dormía donde me dejaban y, si la noche salía bien, acompañado. Luego conseguí un piso en una corrala de Lavapiés: tenía ganas de vivir y amar y dormir era perder el tiempo. Y todo aquello se volvió en mi contra. Lo viví demasiado, creo. Y me fui, me monté un estudio en la Sierra y hay un lago y paseo a mis perros… resultó que otro Madrid era posible y no lo sabía. Casi como una pequeña Galicia.
¿Sales menos por la noche?
No salgo. Me generan ansiedad ahora los bares, ¿sabes? La peña me ve la pinta y no me cree, pero es verdad. No me hacen bien. Voy a ver a tocar amigos, pero las fiestas las hago con vino y amigos por la tarde. Estoy en otra etapa de mi vida que me está aportando más: ¡me estoy enterando de todo (risas)! ¡Madrid tiene una libertad sexual acojonante! ¡Y peligrosa, sobre todo para los que somos de aldea!
¿Te consideras una persona nerviosa?
Un poco hiperactivo. Y ansioso. Y me pone mucho mi trabajo. Es una prioridad en mi pirámide. Lo primero es la música porque no lo considero curro. El resto gira en torno a eso.
¿Todo lo haces de estómago?
Hablaba el otro día con mis hermanos, a los que saco once años, y me contaban lo difícil que lo tienen para dedicarse a lo que les gusta… y yo tengo claro que lo mío es la música desde antes de nacer. Nunca he titubeado. Y si me pasa algo malo en mi voz o no vienen las musas, siempre pienso que algo está mal en mí, en mi alma.
¿Mucha autoexigencia?
Mira, una de las primeras veces que canté ante 500 personas fue con Javier Rubuibal, uno de mis maestros. Y estaba con mareos, naúseas, gritaba, saltaba... Así que cuando hicimos unos cuantos bolos de su gira le pedí perdón por seguir nervioso. Nunca lo olvidaré, me miré y me dijo: 'pídeme perdón el día que te dé igual, está sumamente perfecto si gritas y saltas. Estás tan enamorado de tu trabajo que por eso te pasa’. Y se me quedó grabado, porque luego he visto a gente que le da igual salir a cantar. Y eso no. Eso sí que no.