Antonio Carmona está de duelo. Pero uno alegre (o casi). Satisfecho. Sabe que se ha despedido "muy bien" de su padre, Juan Habichuela, que en la última década "fue dejando de ser él para no volver más" a causa de un "brutal" Alzheimer. Hemos quedamos en el madrileño parque del Oeste, un lugar que ha cruzado en este tiempo cada día para llegar a Campamento, el barrio donde creció, y cuidar del patriarca, el maestro de la guitarra en cuyo salón comían tortilla Paco de Lucía y Camarón. La saga es historia del flamenco. Y el ex Ketama se ha abierto "la carne" para homenajear en su nuevo disco, 'Obras son amores', "al del viejo abrigo/siempre elegante y tan bien perfumado". Once temas llenos de emoción que canta con su sobrino Juan Carmona (su casi hijo, su "miniyo"), Alejandro Sanz y otros compadres.
"Fue mi templo, mi mentor, la persona que más me ha enseñado en la vida, y me he despedido del único modo que sé: con música", explica Antonio con calma. Acaba de salir a correr por el mismo parque que le llevaba a su infancia. Pasea mucho por ahí. Le da calma. Pide un refresco y una tapa de ensaladilla rusa y hablaremos de sus hijas, su madre, la segunda boda en Jerusalén con su mujer, Mariola Orellana, y también de uno de sus sobrinos más queridos, fallecido recientemente por cáncer de médula, al que dedica el tema 'Vida'. Incluso habrá un momento en el que se emocionará. Él y la periodista. Cómo no. Hay "mucho sentimiento" puesto en este regreso tras seis años de silencio.
'Mencanta' se llama la canción a tu padre, así todo unido…
Quería ponerlo juntito porque es una palabra que da buen rollo y por el doble sentido: 'man' (hombre en inglés)- canta, el hombre que canta. Él hacía eso, cantaba con la guitarra.
¿Mucha emoción en este disco, no?
No te imaginas. Mi padre se murió con un Alzheimer brutal. Y hay ocho millones de mayores enfermos pasándolo mal. A ellos va dedicado también, que en otro momento dieron la vida por sus hijos. Yo me retiré de casi todo y me dediqué en cuerpo y alma a estar con mi padre a la vuelta de Miami. Mi madre se tuvo que ir incluso de casa porque tenía paranoias con ella. Es una enfermedad muy bestia. Una injusticia muy grande. Fíjate: él se reconocía solo cuando le ponía la guitarra en las manos. Decía, así con el dedo en alto: 'Soy Juan el Habichuela'. Era un crack.
Una cosa que te haya enseñado
El asentarme. No dejar al ego hincharse de más. Ten en cuenta que pasé de tener 80 bolos por temporada... a apenas 5 en un solo año. Todo sube y todo baja. Su sabiduría me ayudó: cuando llenas estadios con miles de personas y luego no, eso hace falta.
¿Te ha servido este tiempo para conocerle un poco mejor?
Mucho. Es que sale el niño. No se acordaba de lo que había desayunado, pero me contaba historias de hace 60 años que no me había dicho nunca. Cosas históricas del flamenco maravillosas, como cuando tocaba con Juanito Valderrama en el 66...
En el vídeoclip del tema has reunido a toda la familia
Mis primos de Granada, Rosario, mis hijas, mi sobrino Juan que canta conmigo a su abuelo… lo grabamos en las cuevas de Sacromonte, enfrente de la Alhambra, donde ellos tocaron toda la vida y nosotros nacimos.
¿Un último regalo para él?
Esa era la idea. Somos muy de reunirnos y hablar de lo que han luchado nuestros mayores. Desde mi abuelo y mi bisabuelo a mi padre, que nos trajo a todos a Madrid en el año 65 y nos fuimos a vivir al barrio de Campamento. El paseo de Extremadura era de tierra, fíjate. Madrid nos ha dado todo, empezamos a actuar en el tablaos y en el Café Chinitas… Yo empecé con 14 años a tocar para la gente y pasé mucha fatiga, la verdad, y había que aguantar a mucho borracho que luego ni te pagaba. Suerte que luego llegó todo lo de Ketama.
¿Qué tal las fiestas en el piso de después de trabajar?
(Risas) Las paredes eran muy finas y los vecinos estaban con los ojos rojos de no dormir. Mi padre llegaba a las tres de la mañana del trabajo con más músicos y mi madre se ponía a hacer tortilla de patata. Paco de Lucía, Chocolate, Farruco, Camarón... Le he visto toda mi vida a Camarón, hasta estuvo viviendo en casa de mi abuela en Tirso de Molina.
¿Has vuelto a tus raíces con esta experiencia?
Un poco sí. Y no le tengo miedo a nada ya. Sé que lo he hecho muy bien con mi padre. Tras pasarlo todo, ahora es un buen momento porque este disco, que es muy yo, está gustando mucho y todo el mundo me lo reconoce. Me puse al servicio de mi guitarra y mis armonías y ha salido bien. Me emociona mucho. El 26 de junio toco en el Nuevo Alcalá y voy a reunir a musicazos, amigos, colegas, el recuerdo de mi padre… Va a ser el día más especial que voy a tener desde hace muchos años. Ten en cuenta que llevo seis sin tocar en Madrid.
¿Qué tal cantar con tu sobrino Juan?
Es mi mini-yo, como le digo (risas). Tiene las mismas hechuras, aunque él es más guapo y tiene los ojos azules. Pero también es productor, percusionista, guitarrista, compone bonito... Somos dos generaciones que le cantamos al abuelo. Y con un tema triste, pero con alegría. La letra es sentida, pero la música te da subidón.
También aparecen bailando tus hijas en el vídeo
Las dos se dedican a la música. La pequeña, Lucía, está en Barcelona y acaba de trabajar en la producción de 'Juego de Tronos'. Compone muy especial, pero ella no sabía muy bien lo que quería hacer, así que la mandamos de currito a una producción a levantarse a las seis de la mañana hasta las 10 de la noche. Se ha enganchado al cine, pero no deja de componer: el 'habichuelismo' lo lleva en el ADN. Marina, la mayor, ha estado cinco años estudiando en América, haciendo musicales y lírico y de todo. Dijo que no Berkeley 'con sus dos pantalones' porque decía que lo que le iban a enseñar ya lo había aprendido de su abuelo y su gente en el sofá de casa, y se vino de gira conmigo. Es una tía muy preparada musicalmente. Y ahora está trabajando como productora con Rayito. Están haciendo las dos su camino y eso me hace feliz.
¿Componen?
Muy bonito, además. Eso es mi satisfacción. Yo les digo que compongan mucho, que da mucha liberación. Y mucho mundo. Que pongan ahí sus inquietudes, las escriban y las suelten, que así te curas.
Hay otra canción muy importante, titulada 'Vida'
Está dedicada a mi sobrino, que se fue por cáncer de médula con 23 años. El día de su cumpleaños, además. Mi guerrero de Luz. Era un 'peazo' de tío de alucinar. Dos años desde que se puso malito hasta que murió. Con una hija. Hablaba todos los días con él. Todos. Y de repente no tenerlo es durísimo. Todavía me levanto por las mañanas y tengo su número de teléfono y lo voy a llamar. Y ya no nadie ahí… Y lo despido de la manera que sé, con música [Hay un momento de pausa. Antonio se emociona. Brindamos por él].
Si te digo Ketama, ¿qué palabra te viene a la cabeza?
Nostalgia. Diversión. Juventud. Locura. Éramos salvajes. Podíamos tocar cuatro días seguidos y salir de fiesta con todos los músicos después sin inmutarnos. Teníamos mucha energía. Los extraño mucho.
¿En qué fase estás ahora?
Más reposado. Me conozco cada vez mejor y cada vez que gusto más yo. Es muy difícil aceptarse uno con las cosas buenas y malas, pero estoy muy contento con el Antonio Carmona que tengo ahora al lado.
¿Te re-casaste en Jerusalén la última vez que fuiste, no?
(Risas) Fuimos a esa ciudad maravillosa porque nos invitó mi amigo Pablo Rosemberg, que ha sido número uno allí con mis temas y participa en este disco, y le pedí matrimonio de nuevo a mi mujer, sí. Estuvo muy bien. La primera fue por lo civil en Gibraltar, en el mismo sitio que John Lennon. Pero fuimos sin saberlo. Lo descubrimos por unas fotos que había por allí. Nos reímos mucho.
¿Qué te gustaría que pasase con este disco?
Que vaya bien y poder reencontrarme con mis músicos y mi público. Recibir historias de cuando la gente hace las canciones suyas: que si me quedé embarazo, que si la oí cuando falleció mi padre, que si me enamoré… La música tiene esa capacidad de curar y alegrar los corazones. Y eso es muy importante. Mucho.