Carlos Sadness: "Es un desafío hacer canciones de amor que no sean cursis"
Tiene "pelazo", como él mismo dice bromeando, y disco nuevo. No necesariamente por ese orden. Carlos Sadness repite sonido "galactropical" (esto también lo dice él y también medio en serio) en 'Diferentes tipos de luz', un álbum "pasional y muy intuitivo", en el que "el surrealismo es la excusa para decir cosas nada surrealistas. Por ejemplo: Tú eres la persona elegida entre un millón para explorar el mundo". El de Barcelona nos ha regalado además un secreto-primicia: la mano de la portada es de Úrsula Corberó. Ella la subió a sus redes, él vio claramente que ese brazo con un arco iris era la imagen que resumía su 'mood vital' y allá que se la pidió. "Le hizo mucha gracia", dice.
¿Por qué tanta luz?
Es una explicación de ‘rock star’, igual puede sonar a flipado, pero me la vas a permitir. El año pasado hice muchos viajes solo a América a tocar y en el día podía llegar a ver dos amaneceres y yo tenía la sensación de que, fuera donde fuera, por la ventanilla del avión o despertándome en hoteles, la luz era mi acompañante. Mi cómplice en un momento importante. El concepto de luz me salía solo todo el rato en los temas.
Has escrito en redes sobre el disco: "Da igual desde dónde, puedes convertir lo opaco en luminoso"
Bueno, es que soy muy pictórico, no es a nadie. Qué lástima, ahora parezco muy poco romántico por no dedicárselo a alguien sino a la propia luz. Luego es verdad que hay gente que te ilumina, pero no era la idea.
¿Cuál es la pequeña idea de tus discos?
'Ciencias celestes' tenía un romanticismo más clásico, más paisajista. ‘La idea salvaje’ es más pasional y espontáneo e incluso más superficial. Y ‘Diferentes tipos de luz’ es más complejo y más surrealista. Escribo basándome en la imaginación, en lo que creo que va a suceder en un futuro cercano, más que lo que acaba de sucederme ahora mismo o me pasó.
¿Crees que se te nota que te has dedicado a la publicidad?
Te respondería que sí, pero también te digo que cuando trabajaba en publi notaban que hacía cosas creativas. Aun así, la publicidad tiene mucho de arte: la metodología comunicativa es parecida.
¿Es verdad que hiciste una tesis para reinventar el amor?
Sí (risas), porque había muy mala imagen del amor. Ahora está un poco mejor, pero en aquel momento estaba fatal. Mi idea era que enamorarse fuese tan cool como hacerse un piercing o un tatuaje. No es algo que quisiera llevar a la vida real, sino el hacer una campaña que si alguien decía ‘me he enamorado’, el otro sintiese que qué guay en vez de vaya pesado. Había que limpiar prejuicios, romper la idea romántica de Walt Disney súper heterosexual del amor, quitar mitos de posesión, celos y control…
¿Creemos que es un pesado el que dice que se ha enamorado?
Yo no, pero los cuñaos sí. Era solo un pequeño juego. Lo que sí ocurre es que es complicado hacer canciones de amor que no sean cursis. Utilizo otros elementos cercanos que me funcionan mejor, como la pasión, el misterio, la complicidad… Otros ingredientes. Como un plato en el que tú decides cómo cocinarlo: vegano o con toda la carne.
¿Y el tuyo cómo es?
Sin lactosa (risas). No, es una broma. El amor es una cosa que nos supera y cuando algo es capaz de estar por encima de nuestra racionalidad es como un chute, como una droga. Solo que algo consiga sacarte de tus casillas ya me parece interesante. No hay tantas cosas que te remuevan, así que si algo lo hace, pues bienvenido sea. Compro amor.
¿Tu canción favorita del asunto?
Es muy complicado. Cada una tiene su momento. Una que cuando la hice creía mucho en ella y me hacía mucha ilusión cantarla era 'Perseide', que habla de una estrella fugaz que pasa, sabes que va a durar poco y deseas congelarla. Me gusta porque es muy pasional y muy humana a la vez. En este nuevo disco sería 'Sebastian Bach' que parece muy surrealista y kitsch, pero detrás tiene un punto de restarle clasicismo a las relaciones muy sutilmente dibujado, que creo que puede ayudar a gente que se esté privando de sentir según qué cosas. ¡No seamos clásicos!
¿Y de desamor?
'Silencio antiguo', que juega con una metáfora de un fantasma. Algo que ya has vivido, que está muerto, pero que sigue apareciéndose. O ‘en mis retinas’, una fotografía de un momento de lluvia y despertar. Me produce un sentimiento de añoranza.
¿Somos un poco Peter Pan?
Los artistas seguro. Los treintañeros no sé. Cuando se hacen cenas de esas del colegio te encuentras a veces a gente que no son nada Peter Pan, ya te lo digo (risas). El mantenerse joven es tomar con ilusión ciertas cosas, prestarse a ser un poco más inocente, dejarse sorprender. No es ir a discotecas. Ni tener 40 y estar en Tinder.
Estás hecho un experto en redes…
Mi oficio es ser músico y las redes es una consecuencia de ello y la popularidad también. Pero me centro en la vida creativa al compartir cosas. Tengo dos gatos que son influencers, eso sí, y tienen muchos seguidores.
¿Cómo se llaman?
Tienen sus nombres de redes sociales, porque quiero respetar su intimidad (risas). Uno es el Rey Salomón y el otro Pochito. A veces la gente en los conciertos la gente me pregunta por ellos y yo me pongo todo orgulloso, claro, porque son bellísimos y grandísimas personas, a pesar de que en internet parece que todo el mundo es muy superficial.
En una escala de 1 a 10, ¿cuánto te importa la estética?
Es una pregunta complicada. No soy un tío presumido ni exigente con la belleza de las persona, pero por otro lado sí que soy muy esteta y me encanta la historia del arte y las tendencias. Me cuesta responder con un número a eso. La imagen tiene a día de hoy una gran importancia, pero de ahí a la imagen cosificadora hay una distancia importante. El canon de la belleza es algo peligroso incluso.
¿Es verdad que llevas el pelo largo desde los 14?
Fue la primera vez que mi madre me dejó dejármelo largo, porque yo quería tener el mismo look que los chicos de los que se enamoraban mis dos hermanas mayores. Pensé: ‘es de de estos, no de los canis del instituto’. El chico guay era el del pelo largo. Soy de pensar que si un día me lo corto no pasa nada, pero sí que es verdad que se ha vuelto algo muy icónico y mucha gente me pregunta por él.
¿No hay 'síndrome Sansón' entonces?
Para nada. No va a ser un trauma. Cuando me lo corte, si me lo coto, pues feliz.