Estamos en la isla de Giudecca, en el hotel Cipriani, uno de los más lujosos enclaves ajardinados de Venecia. La piazzetta de San Marcos y su León alado quedan enfrente, al otro lado de la laguna. Son las diez de la mañana y las góndolas y los vaporettos ya pasean a los turistas. Esparamos tomando un macchiatto en la terraza a que aparezca el barco de Jude Law. Viene de la mano de Johnie Walker Blue Label a presentar durante la Mostra un exclusivo corto, titulado 'The gentleman's wager' ('La apuesta entre caballeros'), una historia sobre lo que no se puede comprar. Tenemos suerte: es un día luminoso y Jude, el hombre que lo tiene todo, acabará hablando justo de lo que no se puede conseguir con dinero.
El dandy inglés atraca en el pequeño embarcadero y la organización y los guardaespaldas y los asistentes se ponen tensos para flanquearle hasta la puerta lateral. Trae gafas oscuras y se mueve aún mejor que en las películas. Ese modo sutil de colocarse las mangas de la camisa a la altura de las muñecas o de meterse con elegancia la mano en el bolsillo del pantalón no está al alcance de cualquiera, por muy British que sea. Jude tiene carisma innato, muy del estilo de su personaje en 'El talento de Mr Ripley', la película que le nominó al Oscar y le colocó en el Olimpo de Hollywood.
No volverá a aparecer hasta que el grupo de periodistas de cinco países europeos hayamos entrado en el salón donde se proyectarán los seis minutos de corto. A priori no parece una entrevista sencilla, pero Law se muestra relajado. Sonríe nada más sentarse a la mesa, bromea, pregunta, tiende puentes. Es un día perfecto para un periodista. Empezamos:
-¿Cómo es un día perfecto para Jude Law?
Se lo piensa. Se lleva la mano a la boca. Dice para sí mismo "buena pregunta" y clava los ojos azules antes de contestar:
-Levantarme con mis hijos, desayunar con ellos, llevarlos al colegio y volver a la cama a leer el periódico. ¡Eso me encanta! Luego por la tarde algo de deporte, me gusta mantenerme en forma, y quizá algo creativo y nuevo por la tarde, como ir a una galería de arte, que me fascinan; o una buena cena con buena compañía y después una obra de teatro. Nada excesivo. Cosas sencillas.
-¿Las cosas que no se pueden comprar con dinero?
-¡Exacto! Eso es: sentimientos.
Sorprende la generosidad en la respuesta. No siempre lo son los actores del 'business', como lo llaman los agentes. Al fin y al cabo, Law viene escaldado del trato con la prensa y hasta ganó una demanda por pincharle el teléfono a 'The Sun', del grupo del antes todopoderoso Rupert Murdoc. Su divorcio con la actriz Salie Frost, el apasionado romance con idas y venidas con Sienna Miller, con affaire con su niñera incluido, su desmentida aventura con Nicole Kidman…
Durante años, todo lo relacionado con él ha sido carne de portada. También sus cuatro hijos. Tres con Frost (Rafferty, de 22 años; Iris, de 14; y Rudy, de 12) y el último tras una breve relación con la modelo neozelandesa Samantha Burke (Sofía, de 5 años), a los que siempre ha querido mantener al margen porque "ellos no tienen la culpa de la fama de su padre", según ha subrayado en varias entrevistas.
-¿Y de tus hijos que has aprendido?
-Todo. Lo he aprendido todo. Es una pregunta muy grande. Lo primero, muchas cosas sobre quién eres en realidad. Lo segundo, la fuerte individualidad del ser humano. Y luego el poder del amor al final del día. Cómo cura y lo vivo que te sienten a través de ese amor.
-¿En qué fase vital estás? ¿Te sientes más maduro a tus 42 años?
-No sé si me siento más maduro. Aunque sí que tengo algunas cosas más claras. Pero… no lo sé. Es interesante pensarlo… Supongo que tengo menos temor a los nuevos retos, a la hora de enfrentarme a los nuevos papeles, por ejemplo. Puedo manejarlo y me ha llegado a gustar esa sensación excitante de miedo. Pero sí, quizá se ve cierto cambio en mí hasta en mis nuevos hobbies. He comenzado a escalar y este verano me llevé a mi padre, que por cierto lo odia. Y él me decía: '¿pero no te da miedo? Y yo le respondía: 'pues claro que sí, pero esto va justo de manejarlo'. Tengo una nueva relación con el miedo y los retos y es un gran descubrimiento para mí, lo prefiero a ir por ahí encontrándome con las cosas por accidente.
-¿Buscas quizá un nuevo incentivo?
-Quizá, pero no es eso solo. Los nuevos incentivos forman parte de la naturaleza propia del actor y estoy acostumbrado: un día tienes que interpretar una cosa y al día siguiente la contraria, o te enfrentas a un nuevo director con el que aún no habías trabajado… todo es cambio. Digamos que estoy en una buena etapa, creo: no doy nada por sentado. Estoy abierto a todo lo que hice mal y todo lo que hice bien.
Precisamente de sentimientos va el corto que viene a presentar, una joya rodada entre las Islas Vírgenes del Caribe y Londres. El director de esta aventura costeada por el whisky Johnie Walker Blue Label, la gama más alta de la marca de a 200 euros la botella, está sentado en la mesa contigua: es Jake Scott, el hijo de Ridley y autor de míticos vídeoclips de U2, REM o George Michael. A su lado está el actor italiano Gianfranco Giannini ('Hannibal' o 'Casino Royal', de la saga de James Bond), que en la pieza interpreta a un buen amigo de Law, mayor que él, con el que se apostará un exquisito velero italiano, de las pocas cosas que no pueden comprar con dinero. Para conseguirlo veremos bailar por primera vez a Jude. ¡Y tocar el piano!
-¿Has utilizado ya el baile como arma de seducción?
-¡Noo! Y no creo que funcionase.
-¿Eres un buen bailarín?
-Dímelo tú [risas]. He hecho lo que he podido.
-También has aprendido a tocar el piano para el corto…
-No, eso no [ríe de nuevo]. Lo parece porque me aprendí un par de acordes para las escenas [y mueve los dedos en el aire mostrándolos].
-¿Hay algo que quieras que no te puedas permitir?
-Hay muchas cosas que no puedo permitirme. Pero la vida va de eso, de aceptar lo que no te puedes permitir. Y también de disfrutar y ser feliz con lo que tienes. Para mí, el mayor reto es llegar a un punto en el que puedas sentirte bien en tu piel y en el que tu contexto sea armónico. Sentirme pleno y contento. Ese es mi objetivo, ir fluyendo y dejar a un lado las cosas que lo hacen más complicado.
-¿No eres materialista?
-No mucho, aunque me encanta mi casa. Tengo un hogar encantador en Londres, una casa nueva a la que me acabo de mudar en el último año y tiene detalles de todo lo que adoro. Eso sí me importa, pero no soy muy dependiente de los objetos, de las cosas físicas. Soy más de experiencias.
Ya se ha referido durante la charla en varias ocasiones al poder de las 'experiencias'. Da la impresión de que siempre está en busca de algo, de que late cierta insatisfacción. También en el terreno laboral. Echando un vistazo a sus trabajos de los últimos seis años, puede verse un camino consciente en el que se combinan papeles que le apetecen íntimamente con otros que le sirven para seguir arriba en la industria.
No es el único actor del 'star system' que lo hace. El objetivo es, por un lado, unir tu nombre a alguna marca exclusiva que te dé soporte económico y, por otro, participar en una saga que te asegure estar en cartelera varios años, como es el caso del Doctor Watson que Law ha interpretado en las dos entregas de Sherlock Holmes que llevamos (la tercera está prevista para el año que viene). Esos dos pilares son el trampolín que le está permitiendo a Jude aceptar retos puntuales que le apetecen, en los que rebaja su caché si un algún amigo con talento levanta el teléfono, como ha sucedido con Wes Anderson y su aclamado ‘Gran Hotel Budapest’. O como pasó en 2009, cuando volvió a Broadway un año para quitarse de encima la espinita del teatro con un impresionante Hamlet… y, de paso, la etiqueta de ser solo un chico guapo, que ya ha confesado que a veces le irrita.
-¿Cómo te llevas con las alfombras rojas?
-Es parte de mi trabajo… pero no lo disfruto, la verdad. No voy en su busca. Hay un lado en lo que hago que, hoy en día, es así y ya está. Pero creo que está un poco fuera de control, así que intento mantenerlo en un mínimo. Solía ser glamuroso, pero ahora es excesivo. Todo ha cambiado y tienes que hacer esta parte si quieres seguir haciendo la parte que amas, porque yo amo hacer películas e interpretar teatro, pero no tanto ese otro lado más mediático. Es el precio a pagar.
-¿Para ser una estrella de Hollywood?
-Es que no soy una estrella de Hollywood, me considero un actor inglés.
Un asistente interrumpe la conversación. Se acabó el tiempo. Los guardaespaldas están cerca. El enjambre de gente avanza de nuevo hasta el embarcadero. Al otro lado de la laguna, la estatua de San Teodoro, con su dragón abatido bajo el pie. Por la noche volveremos a coincidir con él en una glamourosa fiesta en la entrada del Gran Canal.
Sonreirá despacio de nuevo a todos y repetirá el elegante momento de meterse la mano en el bolsillo del esmoquin. Law da la impresión de manejar a la perfección la doble línea con los medios. Esa en la que entiende que interese el contexto personal de un actor de cine (la gran máquina de sueños por excelencia), pero en la que no permitirá que ciertos límites se crucen. Por ello regala sin problema pildoritas personales que puedan llegar a titular: es un inteligente modo de que la intimidad profunda se intuya y, al mismo tiempo, quede bien a resguardo.