El ex 'Canto del loco' lo tuvo claro. Tras un disco autoproducido en el que se sintió "bastante solo", había que pararse a pensar. Qué hizo bien. Qué mal. De aquella pausa salió "una explosión de cosas bestiales" que le llevó a reenfocar su carrera. De arriba a abajo. El primer paso fue matar a El Pescao, su pantalla ante los golpes, y hacer nacer a David Otero. Así lo explica: su apodo era "una protección" ante el miedo que ya no necesita. Eso sí, en agradecimiento, él y su hija Luna enterraron una lubina en el jardín. Porque "los ritos son importantes", aclara. Y no, ningún gato ha venido a desenterrarlo. Buenas noticias.
¿Hay mucho puesto en este disco, no?
Más de un año de curro y muchas cosas. Fíjate que me dio una gripe y todo. O un bajón de defensas… Yo solo me dejo estar malo un día y luego me empiezo a mentalizar de que no puedo enfermar, no puedo, y me vengo arriba y ya está. Es muy raro que suceda, pero ahora pasó. Ya ves.
¿No dejas estar malo?
No me lo permito y me funciona. Es muy raro que esté más de un día en cama.
¿Qué traes de nuevas?
Una introspección profunda y grande para saber qué he hecho bien y mal antes y qué quiero mejorar ahora. Ahí ha salido una explosión de cosas bestiales, con lo cual he cambiado mucho el enfoque de mi proyecto. Ya no me llamo El Pescao, sino David Otero… eso es solo la puerta a lo que hay dentro.
¿Y qué hay dentro?
Muchísimos cambios. El primero darme cuenta de que cuando hago las cosas acompañado y no solo como me gustaba hacerlas antes, me va mejor. A veces por ego o por soberbia no lo he hecho y es mucho más divertido jugar a esto de la música con más gente. Es como estar solo en tu casa jugando a la Play o invitar a los colegas.
¿Mucha responsabilidad encargarte de todo?
Demasiada. Es duro. Producción, ideas para la promo, componer… Te quita energía de la parte creativa. Es como el Mario Car, tienes aceleración, agarre, etc. Pues todo lo que tienes que hacer para autoeditarte lo restas muchas veces a la cretatividad.
¿Alguna cosa sientes que has hecho bien?
Muchas, tampoco soy un mártir. Otras me han gustado mucho. . Y te digo una cosa: el disco anterior me flipa, una cosa no quita a la otra.
¿Te has sentido solo?
En el disco anterior muchísimo. No poder compartir un éxito o un fracaso es terrible. Lo que me ha pasado es como Toy Story 3: hay una remesa de juguetes solos que han abandonado y se encuentran Barbie y Ken y él dice: ‘tengo una casa de ensueño y ropa y de todo, pero nadie con quien compartirlo’. Y Barbie dice: ‘por fin he llegado yo’. Pues esto es un poco parecido, pero en lo musical: mi productor nuevo me ha ayudado a elegir las mejores de entre las 70 canciones que había compuesto y a armar el pequeño puzzle que es un disco. Ahora estoy más arropado.
¿Qué canciones te gustan más?
‘Doce horas’, que va de un amor que empieza a las 8 de la noche y acaba a las 8 de la mañana donde te puedes enamorar y desenamorar. Y ‘Me enciendes’, sobre alguien que tiene todo lo contrario para que te mole y te mola y además te fastidia que así sea.
¿También le has dedicado un tema a tus hijos?
En el anterior sí, pero en este no. Quizá ‘Un mudo para ti’ es la que más me inspira hacia ellos. Tiene tres el pequeño y diez la mayor. Ya van muy solos. El pequeño ya dice que no es un niño, que es muy mayor.
¿Tocan algún instrumento?
Ella el piano y canta muy bien. Él quiere ir siempre a la casa de la música, que es mi estudio. Entonces cada vez que vamos le enchufo los pianos, la batería electrónica y todos los instrumentos y le dejo experimentar. Es muy divertido. La educación muscial es muy importante a nivel cerebral y les voy a dar toda la música que pueda. Van a clase ya los dos: les abre la mente y les estimula. La armonía, el ritmo…
¿Tu chica toca?
No mucho, pero si quisiera lo podría hacer perfectamente, porque de enana tocaba el piano y tiene mucho oído.
¿Qué te ha dicho del cambio?
Creo que les asusté un poco la noche que se lo dije. Les llamé por la mañana porque quería lo primero compartirlo con la gente cercana que te quiere. A mi hija, mi mujer, mi padre y mis hermanos… les dije que estaba yendo a una discográfica y que iba a firmar el disco como David Otero. Me preguntaron todos si estaba seguro. Y ya les dije que sí y que además necesitaba su apoyo. Sin mi núcleo duro no hubiese podido. Y no hubo dudas: el Pescao se acabó.
Sin más…
Ese mismo día paré en la pescadería y compré una lubina. Me llevé a mi hija Luna al jardín, cogí una pala, hice un agujero y le dije: venga, vamos a enterrar al Pescao. Se partía de risa. Decía que estaba loco. Había que hacerlo como agradecimiento y rito. Era además el día del entierro de la Sardina.
¿Los ritos son importantes para ti?
Mucho. Mucho más que lo que la gente cree. Un rito es quedar con los colegas. O ver el fútbol con mi padre, que me encanta. Solemos hablar de cosas que no hablamos si está delante mi madre o mi mujer.
Hay que echar tiempo a las cosas…
Hay que homenajearlas un poco más, sí. Y al Pescao tenía que darle las gracias.
¿Llamaste también a tu primo, Dani Martín?
Era más la gente del día a día, aunque le llamé para otras cosas. Tenemos una relación muy buenay reconozco que me lo dijo hace años en Buenos Aires. Me dijo que no veía claro lo del nombre y que me lo quitase. Ya le dije que a veces los humanos nos ponemos cosas delante para recibir los golpes.
¿Lo veías como una pantalla de protección?
Totalmente. Cuando estás con miedos y te tienes que exponer, y decides creo que inteligentemente protegerte… bueno, sigue siendo una decisión inteligente, pero igual no la mejor. Si se lleva la leche, que se la lleve él, no yo.
¿Ahora ya vas a tope?
A muerte. Estuvimos varios días viendo mi hija y yo desde la ventana si algún gato lo desenterraba… pero no. El Pescao está muerto y está bien así.