Edu Soto te sonará por su televisivo '¿qué pasa, neng?'. Aunque casi seguro que no conoces su lado dramático, que tiene y es brillante, como ha demostrado en varios 'shakespeares'. Dos lados, el de la risa y la lágrima, en los que su nuevo personaje entra y sale sin 'desmaquillarse': Soto es el MC (léase 'emsí') de Cabaret, un maestro de ceremonias cínico, sexual y provocador que pretende revolucionar Gran Vía, a lo Broadway. El lado oscuro espera en el Kit Kat Klub.
Cabaret es un clásico. Como un Shakespeare o un Chejov. Primero fue una novela, luego un musical y más tarde pasó al cine con la ya mítica Liza Minnelli haciendo de Sally Bowles (ahora es el turno de Cristina Castaño). Una obra que deja a la vista lo mejor y lo peor de ti mismo: un grupo de personas se bebe la vida en un antro de Berlín, a principios de los años treinta, mientras fuera crece el nazismo.
¿Qué partes de Edu Soto tiene este MC?
Todos mis personajes tienen algo de mí, parto de ahí siempre para construirlos. Digamos que me ecualizo: subo unas partes y bajo otras.
¿Qué partes has subido aquí?
La provocación, a tope. Y he subido también al clown y al niño pequeño que llevo dentro… Aunque la sexualidad, que parece lo obvio para este personaje, no la he querido subir demasiado. He preferido tirar por la parte de ese niño gamberro que tiene en su mano a unas marionetas y las va moviendo y tocando como le place. Mi personalidad es así también: me gusta más acercarme al sexo desde la risa y el juego que desde el deseo puro.
¿Provoca el que quiere o el que puede?
¡El que puede! No quiero decir que yo pueda más que otro, sino a que cuando estoy ahí arriba pienso: ‘haz lo que puedas, tío, pero aquí hay que provocar’. Si empiezas con nervios e inseguro, la has cagado.
¿Es una faena hacer reír?
Es muy difícil. Y además si no lo consigues lo sabes de inmediato. Si no haces bien en el drama lo sabes al día siguiente o en la crítica, pero aquí es instantáneo. Si fallas en la primera, en la segunda no puedes permitírtelo porque si no ya te hundes. Es un pulso. Muy de ludópata. Pero si lo consigues, si haces que la gente se parta de risa desde el principio, eso un subidón de la leche. Y hay públicos muy duros.
¿Como es de Cabaret?
Depende de los días. Hay días que sabes que no irán del todo bien, como un martes, por ejemplo. El del domingo acaba de ingestar una comilona y viene a sentarse y descansar y a que se lo des todo hecho. Pero el del viernes y el sábado es lo más: tiene ganas de pasarlo bien y es maravilloso.
Ocho millones de euros, dos meses de ensayo… ¿vais a lo grande, no?
Está siendo un privilegio. Luces, vestuario, sonido: toda esa gente trabajando detrás para que todo esté en su sitio. Pero te diré que ¡ensayar es un coñazo! (risas). Si hubiese un microchip que te inoculases en la muñeca y ahí llevases todo aprendido y cantado, yo me lo pondría sin dudar. Sobre todo ensayar sin público: estoy deseando recibir ese feed back con la gente. Eso sí que me pone.
¿Y lo de cantar qué tal?
(Risas) Mi voz la describiría como tersa, pero a la vez aterciopelada, con un aroma a ese café de las 11 de la mañana. Sana pero a la vez perjudicada. No, es broma. He estudiado ocho o nueve años, aunque no se me conozca por ahí es algo que llevo puesto ya. Me gusta.
Empiezas la obra con un 'Olvídate de lo que hay fuera': ¡qué gustazo!
Soy el vehículo entre el ascenso de los nazis, ese horror, y la vida nocturna y llena de chicas y chicos y canciones y sexo y alcohol de dentro. Es muy necesario alguien que se lleve bien con el público y les haga reír y hasta excitarse para comunicar que ojo, que allá afuera están pasando cosas horribles. A través del humor puede decir cosas que no podría decir de otra manera. Empiezo diciendo: "Para vosotros la vida es una desilusión, olvídense: aquí dentro la vida es maravillosa".
No parece que suene muy lejano…
Estamos en una etapa de mucha desilusión, de mucho conflicto social, de gente que lo está pasando muy mal… Y le estás diciendo a la gente algo que escribió un señor hace muchos años pero que sigue muy vigente. Olvídense un rato de lo de ahí fuera, pero solo por ahora...
Y ya para acabar, ¿qué dice tu madre de que toques tanto culo?
(Risas) Mi madre y mi padre son de otra generación. Vinieron a verlo y les pareció que era muy complicado todo lo que está sucediendo a la vez en escena. Yo les explico que al final es una coreo, estás tocando un culo pero no lo estás sintiendo como tal, con esa intencionalidad. Entiendo que es muy difícil de entender, pero no estamos haciendo lo que parece. La coreo pide que toques un culo, una teta, un pene, que te beses con un chico… No soy homosexual y me beso con un chico, y no pasa nada, no siento nada. Toco un pene y tampoco digo 'no me gusta', sino que en ese momento debo fingir que sí y digo, ‘para qué me voy a escandalizar’, así que lo hago hasta con pasión. Esa es la magia de todo este tinglado.