Jeanette Winterson, la Virginia Woolf de la actualidad (que no quiere serlo)
'¿Por qué quieres ser feliz cuando puedes ser normal?', le preguntó su madre adoptiva, fanática pentecostal, justo antes de echarle de casa por haberse enamorado de una chica. Winterson tenía 16 años. Esa frase, luminosa y redonda para una amante de las palabras como ya era ella, acabó siendo determinante en su vida. De hecho, se le quedó rodando por dentro hasta que logró expulsarla (¿o integrarla?) varios años más tarde, dando título a su biografía, y convertida ya en una escritora outsider de referencia en Inglaterra.
Por el camino, vivió en un coche y en una tienda de campaña, trabajó con muertos, consiguió una beca para estudiar a Shakespeare y a Don Quijote en Oxford, intentó buscar a su madre biológica, tuvo una depresión, vivió una pasional historia de amor con su agente, Pat Kavanagh, esposa entonces del escritor Julian Barnes, y puso en pie varias novelas. Una de ellas, 'Fruta prohibida', inspiró una serie en la BBC que rompió los esquemas a todo el país y ya se considera de culto.
Apodada como la Virgina Woolf de la actualidad (aunque ella se parte de risa cada vez que lo oye), Winterson (Manchester, 1959) acaba de estar en Madrid para hablar de lo que le interesa de verdad: el amor, cómo hacemos para intentar entendernos (a uno mismo y a los otros), el feminismo y las palabras que usamos para explicar nuestros sentimientos. Con ella ha venido su mujer, Susie Orbach, antigua terapeuta de Lady Di. "Susie es psicoanalista, investiga sobre la imagen del cuerpo en la sociedad moderna. Por qué hay gente demasiado gorda o delgada y qué significa que nos hayamos vuelto tan incómodos con lo que comemos. Muy interesante", dice.
¿Qué piensas cuando te dicen que eres la nueva Virginia Woolf?
Sencillamente me río. No quiero ser la nueva Woolf, quiero ser esta Jeannette. Estoy muy feliz con quien soy.
Para un momento la entrevista. En las distancias cortas es rápida, contundente y no faltan los comentarios mordaces, destellos de humor irónico. "¿Puedo pedir antes de empezar una tostada con esa cosa de tomate y aceite que vi ayer?", pregunta, "no te preocupes que no te lo descontaré del tiempo de la entrevista". Es estricta con los horarios. Te da toda su atención en ese tiempo, pero ni un minuto más de los 30 acordados. Tras pedirle el desayuno al camarero y decir 'gracias' en español, continúa: "Dispara".
¿Qué piensas ahora cuando oyes: '¿Por qué ser feliz...
¿Cuando puedes ser normal? Que soy feliz (risas). ¿Quién quiere ser normal? Nadie lo es. He entendido cosas, he logrado colocar otras, he arriesgado… Estoy satisfecha. Pero hay que seguir… esto solo para con la muerte.
¿Has perdonado a tu madre?
Sí, pero solo después de publicar mi biografía. La literatura es así. Un lugar al que ir, un buen sitio en el que estar. Ver mi niñez desde la madurez me permitió ver las cosas desde otro punto de vista. Verla como una persona, no solo como alguien que me hizo mucho daño. Nunca fue feliz. No le gustaba la gente. Pero tenía orgullo y tocaba el piano. Eso me gustaba.
¿Sobre qué cosas dirías que siempre hablas en tus libros?
Primero sobre el amor, el gran tema para el que nadie tiene respuesta. Luego sobre cómo aprendes a creer en ti misma, y así confiar en otras personas. Es decir, sobre cómo uno hace para estar en este mundo con los otros. Y luego sobre el lenguaje: intento encontrar las palabras que unan unos estados emocionales con otros. Es muy complicado darle palabras al modo en el que sentimos. Es muy difícil para mi mostrarte mi interior, es el lenguaje el que hace posible que lo puedas ver. En mis libros, mi modo de usarlo siempre es de gramática simple pero palabras potentes, para que el conjunto tenga impacto en quien lo lee. Uso todo el potencial que he aprendido de la poesía en mi prosa.
¿La idea es crear imágenes con las palabras?
Definitivamente, imágenes emocionales. Quiero hacerte ver algo y quiero hacerte sentirlo. Cuando lo leas quiero que sea muy visual y al mismo tiempo hacerte vivir una experiencia. El gran reto es en realidad entender los estados emocionales por los que pasamos. El el único modo de entenderse uno mismo y en ello estoy desde hace muchos años.
¿Por qué siempre parece tan difícil en tus libros amar a alguien?
Porque no sabemos realmente quién es el otro. Es muy difícil conocer a otra persona. Es fácil enamorarse, lo cual es maravilloso, pero luego pasa el tiempo y tienes que aprender de la otra persona y de ti misma en relación a ella. Cambiar juntos. Y esa es la parte complicada. La gente siempre se ve herida por el otro y cuando sucede, las frases son del campo semántico del no reconocerse, como si de pronto fuese un alien: 'Oh, me has decepcionado: pensé que te conocía' o '¿cómo has podido hacerme esto a mí?'. Muchas veces amamos las videopreyecciones que ponemos sobre el otro, que en realidad siempre hablan de nosotros, no de esa persona. Y cuando la persona real sale a la luz… hay sorpresas.
El desamor es otro de tus tótems…
Lo es, el amor y el dolor van juntos. No se pueden separar. Todos hemos herido a alguien y hemos seguido adelante. Y al revés. Pero es que cuando dejas de amar a alguien, realmente dejas de hacerlo. No hay vuelta atrás. Y es horrible. ¿Cómo es posible haber amado a alguien descarnadamente y que ahora me dé igual? ¿Qué hacer cuando no hay lugar en el que estar dentro de una relación? Mucha gente se hace mayor, pero no aprende, no evoluciona. Es duro, pero sucede… La literatura se hace este tipo de preguntas sin respuesta.
¿Qué se hace cuando eso pasa?
Evolucionar. Adaptarse a las nuevas circunstancias. Seguir sintiéndote viva.
¿Eres de un amor para toda la vida?
Toda la vida es demasiado tiempo: lo de hasta la muerte no es real, la gente que lo lograba solía morirse, con mucha suerte, a los cincuenta (risas). Estoy más en el afán de entenderse a uno mismo. En la autoconsciencia. En la búsqueda de una relación en la que cada uno se mire dentro y al otro y te puedas sentir seguro y tener un buen o una buena compañera. Pero si no te sientes bien contigo no va a ser posible. El otro no puede ser el que te de seguridad si eres inseguro, o el que haga todo el trabajo emocional por ti… Otra persona no puede ser la que te sujete. El trabajo parte de uno: hay que conocerse, sentirse bien con uno mismo y luego todo será posible.
¿Lo último que te haya sorprendido?
Muchas cosas. En este momento estoy investigando la inteligencia artificial. Es fascinante y muy loco. Pero el otro día fui a Segovia y estuve con mi pareja en el museo judío. Ella es judía, pero no practicante. Y me di cuenta de que no sé nada de esa parte de la expulsión de los judíos en España. Sé mucho del renacimiento en adelante, pero no de esa época, así que estoy buscando libros buenos para llenar ese vacío. Eso sí, no voy a googlearlo, quiero información de calidad. ¡Me encanta cuando algo incentiva mi mente!
¿Qué dirías a una mujer que no se considere feminista?
Mira lo que ha hecho el feminismo por ti. Hay que conocer la historia y saber ver que otras mujeres han luchado por tu vida. No verlo es demasiado egocéntrico, demasiado ignorante. El trabajo que haces, la universidad en la que estudias, las libertades que tienes, el derecho a votar y a tu propio cuerpo…. Le diría: ¿eres estúpida o perezosa?
¿Qué opinas del feminismo chic que ha llegado a los mass media?
Todo es usado por el nuevo capitalismo. Todo, no solo esto. La idea siempre es cómo hacer dinero a partir de algo y creo que no hay una preocupación real de la política, de la vida de la gente.
¿Es mejor que nada?
Quizás. No lo sé. Muy pocas cosas son blanco o negro en nuestra sociedad en este sentido. Es mejor que nada si no pierde del todo su esencial, si no se entienden mal sus códigos. Si alguna niña o mujer se siente más empoderada o consciente de su situación, valdrá la pena… pero si solo es márketing es problemático. El quid de la cuestión es que el feminismo es también una crítica al capitalismo, en el sentido de que la mujer está la última de la última en la fila. Cuando algo es confuso, yo siempre me pregunto: ¿quién está ganando dinero con esto?
"Soy una escritora que resulta que es lesbiana, no una lesbiana que escribe"
Eso lo he dicho yo (risas), efectivamente. Una frase sencilla, pero que a veces no es fácil que se entienda. La homosexualidad siempre ha estado en la trastienda, pero por suerte eso está empezando a cambiar y a la gente le esté dejando de importar con quien duermes, que por otro lado es aburridísimo. Yo estoy muy metida en el movimiento de derechos LGTB, cómo no, debemos tener una sociedad igualitaria, pero a veces no es fácil aún. Y a los hombres sobre todo les encanta poner etiquetas, acotarlo, reducirlo. ¡Les encantan las etiquetas! No solo en la literatura. Me he encontrado con muchos que no leen mis libros porque no creen que pueda interesarles puesto que soy una mujer, y además una mujer lesbiana. Los hombres no leen ficción escrita por mujeres, simplemente no lo hacen. No es sobre mi, es en general. Y no, no odio a los hombres. Lo que ocurre es que la sociedad ha avanzado y algunos no se han enterado.
¿Todo está en Shakespeare y en las tragedias griegas?
Sí. Y en tu paisano Don Quijote (risas). Cada generación los reinterpreta. Los conflictos son los mismos: la chica que se enamora del chico equivocado y a sus padres no les gusta, quiero lo que tienes (amor o tierra) y voy a quitártelo… Donald Trump no es el primer tirano de la historia.
En 'Escrito en el cuerpo' dices que para un escritor el principal problema no son los traumas o el drama o las dificultades económicas, sino lo gris...
Desde luego. Cuando sientes que todo es gris es cuando aparece la depresión, que no es otra cosa que la ausencia de belleza en la cabeza. Es el peor modo de estar, pierdes la vinculación con el mundo, y empiezas a pensar que da igual todo, que no hay sentido. Ten en cuanta que no vemos el mundo como es, sino como cada uno es. Amo la belleza: en la gente, los edificios, un rayo de luz de la mañana, en un beso… Es un modo de estar en el mundo, un pequeño chute que te dice que estás en él. Me considero una persona optimista: ¡hay tanta belleza!