Los últimos dos años de Marta Fernández han estado marcados por una adicción: su primera novela. Cada día, una vez terminaba de presentar los informativos de Cuatro, dejaba fluir su lado literario para nutrir 'Te regalaré el mundo' (Espasa) de "todas esas cosas que me apasionan", según nos cuenta por los pasillos de Mediaset, como "las palabras, los libros antiguos, la ópera, los teatros, la ciencia y los autómatas”. Un tiempo en el que ha investigado sobre cómo afrontamos el dolor, pero que ha sido, sin embargo, "muy placentero". Hablamos con ella sobre su nueva criatura.
Marta tiene una relación pasional con las palabras. Habla rápido, entona perfecto, es una lectora voraz, hizo un doctorado en literatura y ahora ha conseguido ajustar en una novela los engranajes de todo su universo, aunque con protagonista masculino: "Es la historia de dos hombres separados por tres siglos, que viene a demostrar que nuestros dolores y nuestras preocupaciones son las mismas entonces y ahora... y que tienen que ver con cómo llenamos los huecos dolorosos que quedan en nuestra vida", explica sobre el argumento, aún maquillada tras acabar el telediario.
"Siempre he escrito, pero han sido cosas más cortas y muchos sonetos. Al principio, cuando me lo ofrecieron, no tenía ni idea de cómo encarar un formato más largo. Si te mueves en el registro del periodista, que son los cien metros, de repente enfrentarte a un maratón no es fácil. Pero la historia la tenía perfectamente cuadrada en la cabeza", nos cuenta con entusiasmo. Fernández está contenta con su aventura creativa y se nota en la energía y el cuidado que emplea en cada entrevista. Sabe de sobra cómo es estar al otro lado.
¿Cómo surgió esa historia que tenías en la cabeza?
Tuve una especie de revelación al leer un episodio de la vida de Descartes, una leyenda entre verdadera y apócrifa que cuenta que tuvo una hija con una mujer de la que enamoró perdidamente, pero con la que nunca se casó. Su niña, Francine, murió a los cinco años y él quedó destrozado. Se vuelve loco de dolor. Casa a su amada con un hombre con dinero para que esté bien y se encierra en su casa en Amsterdam para volverse un ser aún más huraño de lo que ya era. Ni los vecinos le veían. Al cabo de los años fue llamado para ser el preceptor de la Reina Cristina de Suecia y viaja en el barco con un baúl grande, pero se desata una tormenta terrible: cuando los marineros abren el baúl, se encuentran con una autómata que es una reproducción de su hija.
¿Por qué en concreto te llamó tanto la atención?
A Descartes siempre le interesaron mucho los mecanismos automáticos, se pregunta de dónde viene el hombre, si se puede insuflar un alma a un autómata, si el hombre es una máquina de Dios… Me llamó la atención cómo alguien tan racional puede poner su inteligencia al servicio de curar un dolor del corazón. Y si eso se puede conseguir o no. Es un tema que sigue muy de actualidad: cómo intentamos llenar con tecnología los huecos del corazón.
¿Y se puede?
No lo sé… No he llegado a ninguna conclusión clara. Pero curar las heridas es difícil… A veces la inteligencia nos sirve de consuelo y otras es un arma de doble filo que puede hacer las veces de un cuchillo y hacerlas aún más grandes. Creo en el equilibrio entre razón y corazón, en que uno y otro no se hagan demasiado daño.
¿Te documentaste mucho?
Estuve unos seis meses leyendo cosas antes de ponerme a escribir. Me gusta mucho el periodo de Fernando VI y Bárbara de Braganza en Madrid. En total, tardé unos dos años en acabar la novela.
JK Rowling decía que escribía en la mesa de la cocina, después de echar a sus hijos a dormir. ¿Tú cómo lo has hecho entre informativo e informativo?
Tengo la suerte de tener un horario muy bueno en el que trabajo por la mañana desde temprano hasta después de la hora de comer y además duermo muy poco. A las seis, estaba escribiendo. Como una disciplina al principio y luego puro placer.
¿Nunca has sufrido al escribir?
No: pasé del placer lector al creador. Acabé necesitando escribir… Si algún día no escribía tenía la sensación como de no haber ido al gimnasio. El cuerpo te lo pide. Como quien se engancha a correr.
¿A quién le ibas dando lo que escribías?
A mi editora, Myriam Galaz. Se lo di como una novela por entregas del siglo XIX, al estilo de los ¡Tres Mosqueteros¡. Fueron muy útiles sus cnosejos. Primero hice una estructura por capítulos de 33 páginas como 33 soles y luego fui poniendo una palabra detrás de otra, que es el único modo de abordarlo. Luego fui infiel a esa estructura original para engarzar todo el mecanismo.
¿Te has sentido muy desnuda?
No, todo ha sido bastante placentero, como te digo. Mucha gente busca la escritura como terapia y se plantea ‘enfrentarse’ a su libro… yo nunca me 'enfrento' a las palabras, busco zambullirme. Es verdad que a veces cuesta más nadar y las aguas son más turbulentas, pero si te gusta nadar encuentras también placer en esas aguas revueltas. Una vez leí una frase que me gustó mucho: ‘cuando escribas, hazte un favor, no te lo pongas fácil’.
¿Qué parte biográfica toca esta historia?
Creo que hay más de lo que a mí me gusta, de lo que nos construye, que de mi biografía. Están mis placeres, lo que me hace gozar de la vida: las palabras, el periodismo, los libros antiguos, la ópera, los teatros, la ciencia, la Universidad de Berkeley que me hubiera gustado conocer en los años sesenta. En ese universo es donde se mueven mis personajes.
¿Y qué tal te manejaste con un protagonista masculino?
Muy bien, a mí me gustan las novelas de corte masculino y quería escribir una novela que no tuviese género. Por eso decidí que los protagonistas tenían que ser dos hombres. ¡Es muy divertido meterse en las pieles en las que uno no puede estar!
¿Tiene rasgos de tu carácter ese protagonista?
Alguno... Es periodista, es de Aluche, un barrio del sur de Madrid del que soy yo también y que vivió el 'babyboom' de los años setenta, sus amigos son los de la infancia, su gusto por las librerías y la ópera en el Teatro Real... Sin embargo, el gusto por los autómatas, los relojes y la ciencia también es mío y está en el otro protagonista.
Ahora que ya tienes el libro… ¿hijo y árbol para cuándo?
(Risas) ¡Mejor siguiente novela! Ya planté un árbol hace tiempo y de momento no tengo hijos, así que ya tengo en mente lo próximo. Tendrá que ver con la impostura y la mentira.