Dice que "mostrarse sensible está penalizado por la sociedad", pero que a él le da igual. Al menos ahora, a sus 39 años, cuando se siente más seguro de sí mismo, "navegando bien" y con ganas de disfrutar. Pero no siempre fue así. No en la adolescencia, antes de que le regalasen su primera guitarra. Y no en la veintena, en la que las ganas de que a uno le quisieran le jugó más de una mala pasada. Marwan lleva ya muchos garitos recorridos a lo largo y ancho de toda España. Y eso se nota. Muchas noches de historias. De copas y romances tempestuosos. De poesía con y sin música. Y asegura, así en rotundo, que le merece la pena. Lo de ser un poco adicto a los chutes emocionales, lo de expresarse abierto en canal "aunque a veces parezca un poco moñas", dice.
Marwan habla mucho. Se explica. Cero pudor para hablar de las cosas oscuras de dentro. O de las luminosas. Explica que esto de los versos le ayuda por dentro, porque va curándose de amores tóxicos y heridas varias, y también por fuera, porque "a todos nos gusta gustar" y "sí, claro que se liga más encima de un escenario, quien te diga lo contrario te está mintiendo". Ahora trae un nuevo libro de poesía, el tercero, titulado 'Los amores imparables', con cuyo título tiene una relación de amor odio. Hablamos con él de todo esto de "buscar la belleza con las palabras", de sus desamores hechos libros y de su padre, palestino desplazado que perdió su hogar y conoció a su madre en España después de luchar en la guerra de los Seis Días.
¿Por qué te gusta pero no?
Es el título de un poema del anterior libro con el que tengo una relación agridulce. Es bonito, pero habla de un amor tóxico. La parte buena de los amores tormentosos es que son súper explosivos, pero están llenos de dependencia y cosas oscuras. Y estoy peleado con él aunque es el favorito de mucha gente. Hay dos tipos de amores imparables: los que hay una comunión absoluta entre la pareja y los otros, los de idas y venidas, tormento, amor y odio. Y ni los implicados pueden pararlos por las emociones tan bestiales que despiertan. Pero hay ocho capítulos más de poemas, que van de amor, desamor, poesía social…
¿Qué buscas al escribirlos?
La belleza. Extraer algo positivo de algo negativo.
¿Hay demasiadas relaciones tóxicas en nuestros curriculums?
Sí, pero creo que son súper necesarios. Son los que acaban despertándonos. Si es que eres capaz, porque hay gente que sigue dormida toda la vida y eso es triste. Pero yo no puedo estar más agradecido a las personas con las que tuve una relación tóxica, porque realmente despertaban cosas en mí que yo ya llevaba dentro y uno necesita aprender a madurarlas. Falta de autoestima, miedos, no saber pedir amor… Yo también he sido esa piedra para otras personas.
¿Tú también has sido tóxico para alguien?
Sí, claro. Con veintipocos años era como el perro del hortelano, ni la dejaba ir ni la decía que viniera.
¿Y ahora?
Ya no. Ahora soy una persona profundamente empática y nunca le haría eso a alguien. Tenemos que equivocarnos. El amor y el dolor son fuentes de crecimiento. El choque es fuente de evolución. Y la función en la vida del ser humano es evolucionar para tratar de ser más empático, más puro, más limpio y más bondadoso cada vez. Siempre intento ver un poco más allá para descubrir qué tiene que ofrecer lo malo. Dentro de la palabra problema siempre está la palabra poema.
¿Te han hecho mucho daño?
Mucho. Hay personas que han abusado de mi psicológicamente.
¿Parejas?
No solo, también amigos. Pero igual necesitaba que me pasasen desengaños para dejar de reclamar amor donde no estaba. Buscaba donde no debía y soportaba muchas cosas. Pero es un proceso vital normal. Y lo cuento aquí porque le pasa a mucha gente: por problemas de autoestima permites cosas atroces. Lo importante es ser capaz de aprender de ello.
¿Tienes la mirada de los otros muy presente?
Es uno de mis principales temores de siempre: el miedo a que no me quieran. Ahora estoy un poco mejor, pero siempre va a estar ahí. Todos los que nos subimos a un escenario es porque tenemos un punto exhibicionista y necesitamos que nos miren. Siempre hay por ahí algún abandono o alguna necesidad de conectar. No pasa nada. Yo quiero que me quieran y lo digo: es bonito. Nos pasamos la mitad de la vida intentando gestionar el amor y el contacto con el otro. Todos. Nos importa aunque no lo admitamos.
Como creador, ¿detectas cierto enganche al chute emocional?
Claro, no podría tener una vida plana. Necesito movimiento. Bastante. Pero he entendido que la intensidad por la intensidad no va a ningún sitio. Si solo buscas eso, estás perdido. Lo que pasa es que hay que escucharse.
¿Cómo describirías ahora mismo tu momento vital?
Un momento de gran aceptación. Tengo 39 años, un punto intermedio en la vida. He aprendido mucho en los últimos tiempos. Las cosas no me sacan mucho de quicio, me noto navegando bien. Incluso la popularidad me la tomo con calma. Lo que quiero es disfrutar y emocionarme. Que las cosas tengan un sentido. Enriquecer la vida de otras personas a través de mi música o mis poemas.
¿Es cierta la leyenda urbana esa de que los cantautores ligáis mucho?
Todos los creadores. Resultamos atractivos allá arriba. En mi caso soy un poco moñas, hablo mucho de amor y de emociones y de sensualidad… pues ya tienes ahí un caldo de cultivo que te ayuda. Eso hace que algunas personas se fije en ti. Pero sobre todo porque antes menos no podía.
¿Antes no?
Cualquier creador que diga que no se le acerca gente, miente. No quiero parecer un pedante, pero te vuelves más atractivo. Es normal. A ver, prefiero parecer atractivo que no. En otros momentos, de adolescente por ejemplo, mi inseguridad me jugaba malas pasadas. Aunque tampoco me gusta que me miren como un cantante solo, hay mucho más: soy una buena persona. El éxito es una careta, pero hay que enseñarle al mundo que siendo bondadoso también se puede triunfar. El éxito es ser feliz y auténtico.
¿Cómo llevas tu mix de orígenes en la madurez?
Mi padre es palestino y mi madre española. Antes era más rabioso, ahora acepto un poco más la situación, aunque no quiere decir ni mucho menos que esté conforme. Mi padre es refugiado, nació en un campamento, con lo cual sé de primera mano el sufrimiento de las personas a las que les usurparon sus casas y les quitaron sus tierras. También muchos de mis tíos crecieron allí. Veo en mi padre la huella que deja la ocupación y lo que supone ser un apátrida. Además luchó en la guerra de los Seis Días con 16 años. Sufro porque veo que no se avanza y la violación de derechos es cada vez mayor.
¿Has estado en Palestina?
Muchas veces, tengo muchos primos allí. Y he visto de primera mano muchas cosas. Me han dejado retenido en el aeropuerto y en la frontera durante horas. Mi familia es de Turkaren, en Cisjordania, al norte, pero voy a Hebrón, Belén y Jerusalén.
¿Tu padre va a los conciertos?
Sí, y flipa. Va con mi madre, les escanta que sea músico y poeta. Mi hermano escribe además relatos y actuamos a veces juntos.
¡Cuánta sensibilidad en la familia!
Todos tenemos sensibilidad. Entre nosotros tenemos contacto físico constante, nos damos mucho amor. Mi madre nació en la posguerra, mi padre de situaciones muy duras, así que en casa las emociones están muy presentes. Está muy penalizado mostrar sensibilidad en esta sociedad. Aunque fíjate, a mí no parar de felicitarme por ello.
¿Cómo es el amor para ti?
Ha ido cambiando. Para mí es dar desinteresadamente. Seguir amando a esa persona aunque tus intereses no coincidan con los tuyos y no estés con ella. Continuar respetándola aunque haga cosas que te molesten.
¿Y el desamor?
La pérdida de una persona que te hacía feliz. Cuando se rompe ese vínculo. Antes me desenvolvía fatal. Antes lo rechazaba y me peleaba con ello. Ahora lo integro. No quiero pegarme más conmigo mismo. A lo que te resistes, persiste. Se amplifica. Ahora pienso: 'si estás aquí, tristeza, ven y siéntate un rato conmigo'.
¿Prefieres uno u otro?
Siempre que haya movimiento me va bien. Es verdad que la tristeza es más fotogénica. Un poema de corazón roto es invencible.
Lo mejor que le puede pasar a tu libro es...
Que acompañe a la gente. Esa es mi intención. Antes escribía solo para mí y quería que me admiraran, ahora quiero ayudar. Ojalá en esos momentos de la adolescencia en los que no tenía autoestima o cuando estaba sufriendo mis peores desamores y andaba perdido, alguien me hubiera dado un libro así. Muchas veces sabemos que nos sentimos mal, pero no sabemos qué sentimos. Estas poesías quizá puedas ayudar con eso.