Amenábar (Chile, 1972) lleva más de treinta entrevistas a estas alturas. Los días de promo son así. En todas repite una idea que quiere dejar clara, una especie de oración a lo oscuro: "Regresión' no es una película de miedo, sino un thriller psicológico sobre el miedo". Miedo. Es la palabra estrella. La que más se va a repetir en esta charla y una constante en sus películas a poco que levantes el fotograma para iluminar debajo. Así que no nos ha dejado otra opción: Infancia, boda, soledad, el exilio chileno de su familia... ¿a qué teme Alejandro?
¿Por qué tanto miedo?
Me gusta el miedo como espectador. Y me gusta jugar con él como realizador. Lo que pasa es que las historias a veces te llevan por donde quieren y yo inicialmente quería hacer una película sobre el diablo, más que nada porque algunas de las mejores películas que he visto en mi vida van sobre dar miedo, pero me ha salido una peli sobre el propio concepto: cómo el miedo, el pánico, nos paraliza muchas veces y no nos deja encontrar el auténtico problema. Una oleada de rituales satánicos en los noventa en Minnessota me dio el enfoque.
¿Se ha quedado Amenábar paralizado alguna vez?
Seguro. Cuando era niño completamente. Pero la vida supone enfrentarte a tus miedos y seguir avanzando. Esa es la manera más lógica de vivir, aunque hay veces, claro, que lo lógico no funciona. Entre otras cosas, el miedo a la muerte es lo primero que he desterrado de mis preocupaciones. O lo he intentado. Es uno de los más potentes.
¿A qué temías de pequeño?
Era muy miedoso. A la oscuridad, a ir solo al baño por la noche, a estar solo… Luego precisamente tuve que aprender a vivir un tiempo en soledad y me vino muy bien. ¡Y de la música! Es curioso cómo luego he desarrollado ese amor a la música que me llevó a componer casi todas mis bandas sonoras.
¿De la música?
Absolutamente. Recuerdo que sonaba ‘El hombre y la tierra’ en la tele y si estaba solo en el salón me iba corriendo (risas).
¿También dio miedo irse de Chile con tu familia justo antes del golpe de Pinochet?
No lo recuerdo casi. Ahora que he estado muy en contacto sensible con mis recuerdos y pensando en regresiones y tal, me he dado cuenta de que tenía un recuerdo que solo pudo pertenecer a ese año y medio en el que estuve allí desde que nací. Pero solo ese. Y justo después viene otro de mis primeros recuerdos de infancia ya en España: estar en un patio de colegio y sentir que no podía hablar con nadie. Curiosamente, mi madre me dice que cuando nos fuimos de Chile yo ya había empezado a hablar un poco y al llegar estuve durante bastante tiempo sin volver a comunicarme.
¿Qué es lo que más miedo da de casarse?
Para empezar, lo del pánico prenupcial, que es verdad que lo hemos vivido. Sentí pánico prenupcial. La boda la anulamos siete veces u ocho antes de celebrarla. Casarte en sí no es que dé miedo, pero, como idea, poner sobre un documento un sentimiento me resulta algo muy extraño. Aunque por otro lado también hay algo muy bonito en la idea de casarse y, bueno, de pronto nos lanzamos a esa locura. La diferencia de estar casado o no creo que se da más a la hora de separarse (risas).
¿Has probado las regresiones?
No me atrevería a jugar con mi cabeza de esa manera.
¿Crees en ellas?
Bueno, creo que la mente es mucho más compleja, imperfecta y sibilina de lo que pensamos. Muchas veces te impide reconocerte a ti mismo. Somos una colección de recuerdos y es lo que vamos llevando en la mochila y va conformando nuestro universo, pero no nos damos cuenta de que esos recuerdos cogen vida por sí mismos.
Tú que eres muy de imágenes: ¿hay alguna que te venga directa al pensar en miedo?
Soy muy sensible a las imágenes, todo lo que tiene que ver con el integrismo islámico soy incapaz de verlo. Precisamente en el caso de ‘Regresión’, que tiene que ver con el inconsciente colectivo, con encapuchados, con rituales… sí hemos buscado imágenes que encajaran en toda una tradición de iconografía del terror. Hemos jugado con muchos clichés.
Un poco a lo arquetipos de Jung…
¡Eso es! Por ejemplo el gato. La mirada felina no deja de ser la mirada del demonio.
¿Cuál es el mayor miedo a la hora de estrenar una película?
La degustación. Tardas lo mismo en verla que en comerte un par de bocatas, pero se ha gestado durante años. Esta concretamente en seis, que me lo recordáis constantemente los periodistas. Hay mucho trabajo detrás. Pero, por otro lado, es un privilegio poder hacer pelis y mostrarlas a la gente. Tengo la conciencia tranquila en el sentido de que todos mis trabajos están bien meditados y bien planteados, pero te queda el miedo de no sacar la nota para la que has estudiado. O que a lo mejor te preguntan lo que no sabes…
Ethan os tocaba la guitarra en las pausas del rodaje. Vaya contraste: estar ahí tratando con el mal y montar una mini-fiesta improvisada…
Mis rodajes son muy relajados, yo diría que hasta aburridos. No me gusta añadir al cúmulo de problemas que supone hacer una película en el día a día, un rodaje tenso o guerras psicológicas o con lucha de egos. Suelen ser placenteros y gente como Ethan o como Emma facilitan mucho las cosas. Desde el primer momento del día saludaba a todos, les trataba fenomenal y en los ratos más relajados se montó un pequeño grupo musical con otra gente del equipo y nos tocaban música country.
¡Country de Minessota! ¿Dio miedo el viaje a la América profunda que hiciste antes de rodar en Canadá?
(Risas) Fue una experiencia muy interesante y nos trataron muy bien, aunque recelaron un poco a la hora de dejarnos entrar en el país. Hay una especie de psicosis después de los atentados y con las armas y a mí eso me impone. Soy un poco aprensivo con esas cosas, me dan mucho miedo. Luego fueron muy amables y visitamos comisarías y cárceles…
¿Tuvísteis un incidente algo desagradable en un bar, no?
Bueno, digamos que bajamos con mi asistente al mítico bar, a tomar unas cervezas viendo un partido y vivir la típica vida americana, y la segunda vez que el grupo de los lugareños se acercó a nosotros, que al final éramos los forasteros, y nos llamó maricones, decidimos volvernos al hotel.
Emma quiso enseguida trabajar contigo…
Sí, cuando me dicen que por qué pensé en ella, yo siempre digo que qué bien que ella pensase en nosotros, porque le ofrecen papeles muy potentes todos los días. Le interesó por el cambio de registro y quiero pensar que porque le interesaba mis películas. Y luego porque su personaje tenía capas en las que investigar.
¿Da miedo el vacío de volver a empezar?
Mucho, es hasta tortuoso, pero a vez es muy excitante. Lo de la página en blanco existe, en mi caso ha sido la pizarra en blanco de mi despacho, pero a la vez es muy divertido y aprendes muchas cosas. Vas poniendo parte de tu vida en las películas, pero las películas van complementando tu vida. Vas leyendo, vas aprendiendo... Empezar ahora desde cero y ver con qué llenas el saco inspira más diversión que miedo.
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