Llega en bici eléctrica: su moto se paró hace unas semanas en la plaza de la Luna (no es una metáfora) y allí se quedó. Nacho López mantenía con ella una relación pasional y ahora, tras la pérdida, queda la nostalgia. Y una imagen idealizada: la ciudad al viento, las gafas de sol, la libertad. Él es muy de imágenes. Las hace suyas, las acaricia y luego las desmonta con balas de humor. De ese material están hechas las obras de teatro que escribe, pero eso ya lo hablaremos más abajo. Nos ocupa primero su papel en 'Los miércoles no existen', la comedia de treintañeros buscando su sitio que ya va por su quinta temporada y que en octubre será, también, una película. Él dispara antes:
¿Vas a grabar con el móvil? Qué curioso, hace nada las grabadoras iban aparte…
Bueno, eso es un poco '9020010'.
(Risas) Sí, es verdad, soy un hombre de los noventa.
Hablando de los noventa, ¿te siguen reconociendo por 'Al salir de clase'?
La gente tiene una memoria prodigiosa. Fue una serie que caló hondo, hacíamos unas audiencias estratosféricas cada día y claro, fue brutal el fenómeno fan que se vivió entonces, cuando yo tenía 23 años y la gente que nos seguía unos 15 o 16. Un poco demasiado, pero es gracioso recordarlo. Estoy absolutamente agradecido.
¿Por qué 'Los miércoles no existen' lleva cinco temporadas en cartel?
Básicamente porque mola mucho y tiene un diálogo muy actual, un modo muy cinematográfico de contar las cosas. Es un lenguaje que el público recibe muy bien, sobre todo quizá el más joven y que ha ido menos al teatro. Se identifican.
¿Cómo son los de treinta y tantos?
¡Insoportables! (Risas) Detesto generalizar, pero te puedo decir cómo soy yo y a lo mejor el grupo cercano que tengo alrededor.
Vale, cómo somos…
Unos seres muy curiosos... (se queda pensando) Estamos aprendiendo a hacernos mayores, y lo estamos haciendo muy tarde, eso estará marcándonos de algún modo. Además, tenemos recuerdos comunes muy potentes, da igual que yo sea de Valladolid y tú de Santander: veíamos lo mismo en la tele y lo comentábamos en el recreo. Eso ahora no pasa igual, los chavales con internet tienen muchos más estímulos diferentes donde elegir.
¿Y en el amor?
Ya me gustaría a mí saber la respuesta. Supongo que estamos cambiando muchas concepciones de lo que nos han contado que era el amor y la familia. Todo eso se ha ido a la mierda. Y se está generando algo muy bonito, que es buscarse su estabilidad emocional como cada uno puede.
¿Todo un poco Peter Pan?
Yo sí. El resto, ni idea. El 'peterpanismo' mola, hay algo ahí que no me apetece perder, de hecho lo retengo si veo que se va, pero hay momentos en los que soy muy mayor.
¿Qué son esas cosas que no quieres perder?
Jugar, por ejemplo. Ver las cosas con curiosidad y capacidad de sorpresa. Cada vez que juego con mis sobrinos lo flipo. Poder ver la vida con esa magia todos los días tiene que ser la leche.
¿Y el tópico de la insatisfacción? Todos los personajes de la obra están insatisfechos…
Somos una generación de insatisfechos. Perseguimos cosas que nunca vamos a conseguir… El amor, por ejemplo, nos lo han contado como si tuviera que tener condiciones y eso ya no puede ser amor. Eso de 'te quiero si me quieres solo a mi' no puede funcionar… Genera celos, resentimiento, traición. El amor no tiene condiciones. También sucede cuando buscamos a lo loco cosas como la juventud, el dinero o la fama: eso genera siempre insatisfacción, nunca es suficiente.
¿Somos tan diferentes chicos y chicas como dice la obra?
Los estereotipos están ahí para reírse, y está muy bien hacerlo. No somos iguales y no nos enfrentamos igual a las cosas. Eso de ‘ay, es que sois tan simples’ me maravilla, me parece un halago no complicarse. Cada uno es de su padre y de su madre, pero ojalá nos riéramos mucho más de nosotros mismos, nos tomamos demasiado en serio.
En tu otra faceta, la de escritor y director de teatro, has tirado mucho del humor para decir cosas que duelen
¡Es que así se va el dolor! Si eres capaz de reírte de un desamor, es que ya estás mejor. Y cuando antes te rías de eso, antes te quitas importancia a ti mismo. A través del humor te puedes meter además con muchas cosas que no puedes ni rozar sin él.
López funciona así: coge estereotipos, tópicos culturales, escenas de la Biblia, películas que nos marcaron en los noventa… y los deconstruye con ironía. Te partes. Lo hizo en una de las últimas obras que escribió, 'Una historia de amor y miedo', en cartel hasta hace poco en Gran Vía, y lo ejercita en el día a día. ¿Un ejemplo? Sus tuits románticos al servivio de bici pública del Ayuntamiento de Madrid: "Querida 'Una historia de amor y miedo', en cartel hasta hace poco en Gran Vía@BiciMAD
¿Crear algo de una racha mala sí que da mucha satisfacción, no?
(Risas) Por lo menos dices: he perdido discos, unos libros… ¡pero he ganado una obra! ¡Habría que separarse mucho más! Yo saco de lo que he vivido yo y, como una alimaña, de cómo algún amigo se ha sentido o cómo gestiona una situación. Eso me viene fenomenal para los personajes.
¿Y a qué amigo estás copiando ahora?
(Risas) Estoy acabando algo, una serie y una obra de teatro, pero mejor no lo gafemos. Lo último que estrenamos fue un micro, titulado 'Nunca es tarde', un homenaje al cine negro de detectives chulos que fuman mucho y ‘femmes fatales’ que quieren acabar con ellos.
¿Siempre hay una femme fatale?
Siempre. Si me pongo a pensar, en mis 38 años siempre ha habido una femme fatale. Son fundamentales.
Y ya para terminar: una canción [es DJ en garitos underground] que resuma tu momento vital
Qué difícil (se queda pensando un rato). Quizá una de 'Extremo duro', así de rockero, pero me vas a decir que soy un nostálgico.