Pablo López ha vivido "una tormenta" en los últimos meses, "una piscina de olas", un periodo duro pero necesario. El malagueño no concreta coordenadas, pero tampoco lo esconde. Dice que escribió "arrebatado" los temas de su nuevo disco, titulado misteriosamente 'Camino, fuego y libertad', y que para ello tiró del inconsciente en las letras y de lo "dramático y sinfónico" en la música. Y parece haber encontrado una mina creativa, a juzgar por la acogida del primer tema, 'El Patio', en el que vuelve a ser un niño y grita al miedo que se vaya. "¡Vete!", pide con un desgarro fuera de lo habitual. Alejandro Sanz ya le ha dicho que puede que "no encuentre el significado real de la canción hasta dentro de un tiempo".
Precisamente es miedo una de las palabras que más repite el malagueño a lo largo y ancho de las entrevistas que está dando. También libertad. Dos ejes en torno a los que ahora gira. "Me estoy quitando lastres emocionales. Pensé que no podría vivir sin ciertas personas y sí se puede. La única pena que te da es cuando descubres que has estado tan dependiente de algo que en realidad no te hacía tanta falta. Nos autoengañamos mucho", explica crípticamente.
¿Estamos hablando de una pareja?
No, podría ser también una pareja, pero no estoy concretando. Se usa mucho ahora el término ese de gente 'tóxica'. Ojo, no va en el ADN; puedes ser tóxico para alguien y ser buena persona. Puede ser una amistad o una pareja, o un músico del grupo con el que no te entiendes. Darte cuenta de que te estás haciendo más daño que siendo beneficioso da hasta miedo. No es cuestión de pelearte, sino de ver que igual no te aportas nada mutuamente. Lo que ocurre es que me estoy radicalizando. Estoy haciendo un procés, pero de verdad (risas).
¿Pasa algo con este disco?
La verdad es que sí. Pasa. Lo he escrito en una especie de piscina de olas a la que no le paraban el motor nunca. La sensación personal desde dentro, desde mis pasillos, es que es la primera vez que soy capaz de crear algo de lo que puedo disfrutar a la vez. Antes le veía las entrañas, el motor, la parte más fea del coche. Y ahora voy conduciendo con deleite: puedo escucharlo una y otra vez. Como si hubiese tenido una amnesia, una posesión extraña de algo que viví y ahora pudiese disfrutar del resultado. Sobre todo con El Patio.
¿Duele esa canción?
Para mí la sensibilidad es un poder, no una debilidad. He vivido en un año lo que debería vivir en 21… Uno empieza a tener carencias, a no saber dónde o con quién debería estar. El otro día lo hablaba con Alejandro Sanz, que me preguntó si sabía bien de qué iba la canción. Yo lo sospechaba, pero pensé que estaba loco. Un maestro como él me dijo algo muy interesante: que el inconsciente escribe a veces más que la parte consciente. Me dijo que si de verdad me había dado cuenta de por qué la había escrito y que a lo mejor no podía ni decirlo hasta dentro de un año o dos. Algo pasa ahí dentro. Fue una vomitada total.
¿Y ahora de qué dirías que va?
No lo sé. Hace cuatro o cinco meses que la escribí en Estados Unidos y ya me ha cambiado la historia un par de veces. Creí que iba del miedo, pero no. O no solo. Iría tan al terreno personal que tampoco lo diría. Y me gusta además que cada uno le ponga su enfoque, como de hecho está pasando. Me paran para decirme que les conecta con esto y con lo otro y eso me encanta. No quiero sacarles de esa burbuja con mi historia personal.
¿Dices 'vete' al miedo?
Sí, eso es. El miedo a veces te paraliza e incluso te hace peor persona. Yo no me atrevía a aceptar ciertas cosas de mi mismo. A decir claramente dónde quería estar. Estaba un poco perdido.
¿Puedes concretar un poco más eso de no saber dónde estabas?
Nada grave en realidad, soy una persona bastante estable. En el sentido de que soy feliz la mayoría del tiempo, o lo intento… Lo que quiero decir es que pasar de que tus decisiones impacten a cinco o seis personas a que lo hagan a 25 es difícil. He tenido que aprender a gestionar eso, porque yo intentaba hacer feliz a todo el mundo y no es posible. Quería estar con mi familia, mis amigos, aquí y allá… y no hacía feliz a nadie absolutamente. Pensé que era algo liviano, pero no. Necesito no perder las vías de comunicación con mi gente más cercana, les necesito para que me mantengan en tierra porque si no me vuelvo loco.
¿Te consideras un tipo sensible?
Mucho. Extremadamente. Ya te digo que antes lo veía como una debilidad, pero ahora no. Hay que querer, querer es siempre una ventaja, queriendo ganas siempre.
¿Y qué más eres?
Soñador, amante y libre.
¿Te has dado cuenta de que usas mucho la palabra libertad?
Me encanta etimológicamente y además es uno de los términos más confusos que ha inventado el hombre. Le sirve para autoengañarse. Como sinceridad, que no existe. Si fuera verdad, el mundo entero acabaría matándose. No se pueden decir todos los impulsos eléctricos que el cerebro te va lanzando. Con la libertad pasa lo mismo, no estamos diseñados para ella. Creo que la libertad es una búsqueda constante del ser humano de escucharse a sí mismo. Uno está más cerca de ella cuanto más se conoce y se acepta. Esa es mi lucha ahora, aceptarme. Somos expertos en mentirnos y no somos libres porque estamos cautivos de lo que pensamos que somos.
¿Te estás quitando artificios?
Lastres. Ya lo hice en su día económicamente con el bar que tenía con mi hermano. Fue un gran desafío. Prescindí de cosas que creía que precisaba. Pensé que no podía vivir sin mi coche y, cuando llevaba tres días sin él, pensé: '¿pero por qué yo estaba atado a esto?'. Y me sentí muy libre. Y ahora lo estoy empezando a hacer con lo emocional. Pensé que no podía vivir sin ciertas personas y sí se puede. La única pena que te da es cuando descubres que has estado tan dependiente de algo que en realidad no te hacía tanta falta.
Un gran pilar de tus canciones es el amor...
El otro día discutí un poco con una periodista que me preguntaba si era tan romántico como mis canciones… Y yo le decía que pobre de la que se acerque a mí queriendo recibir lo que yo cuento en ellas, si te fijas un poco, porque no tengo ni una historia de amor en el sentido romanticón del término. No quiero esa imagen de cantautor y amor y te quiero y no me dejes solo… el amor es otra cosa. Se puede querer muy rápidamente. Más en una hora que a lo mejor en tres años, estoy segurísimo de ello. Y después en lo transgresor, en lo que supuestamente no está permitido, hay tanto o más amor que en la mayoría de los matrimonios. El amor está en los amigos, en una playa y en todas las mujeres que he amado, amo y pienso amar hasta que me revienten las arterias.
Hay un punto sinfónico de tormenta en muchos de tus temas, ¿estas así por dentro?
Me encanta que me digas esto. Me hace sonreír. Este terreno es mi favorito. He notado, una vez pasada la tormenta que he vivido en mi vida, que de la inspiración que más bebo últimamente es de los grandes creadores de bandas sonoras, que los estoy escuchando muchísimo. Me han metido en un problema, porque ahora mismo estoy dejando de hacer estribillos (risas). Hay un punto medio operístico, dramático y sinfónico que no ha sido buscado pero que está creciendo en mí.
¿Tu madre qué dice del disco?
No me pregunta. Es una suerte que tengo. Le gusta que me vaya bien, y verme en el escenario… Esas cosas. Pero no me pregunta por la intimidad de las canciones. Siempre he sido familiarmente muy pudoroso. Además yo creo que tiene cierto miedo a que le responda (risas). Prefiere saber si he comido puchero o jamón serrano al desayunar. Eso mola, me mantiene muy a ras de suelo. Viene a mi casa y no se fija en que es nueva, me dice que por qué tengo el sofá descolocado.
Anclaje para poder volar…
Sin duda. Nunca me han dicho en casa que era el mejor. No me han hecho competitivo ni me han dicho que por qué no me dedicaba a algo de verdad, y ambas cosas son igual de peligrosas. Ahora que he hecho la Voz y la de los niños, sin ser pedagogo les diría a varios que no conviertan en competitividad algo tan obsesivo, extraño y amorfo como la música. Los vais a volver locos. Mi madre tenía una aparente indiferencia, que no era así, pero tampoco me decía que dejase el piano para aprender derecho. Solo era dejar al niño loco y raro que hiciese sus cosas mientras fuese feliz. Sigue así.
¿Pediste un piano y te regaló una guitarra?
(Risas) Así fue. Me puse muy pesado y supongo que tiró de tarjeta de crédito para adelantar el dinero, un clásico. [Su hermano se ríe también, está a su lado y es su road manager].
¿Montásteis un bar juntos, no?
El 47, qué grande, en 2010. Nos iba fenomenal en la afluencia de gente, pero era una ruina en cuanto a empresarios. Éramos un desastre. Lo mejor que nos podía haber pasado en la vida fue ese fracaso, mi talent show más importante han sido los guarrazos que me he metido contra el suelo.
¿Te sirvió para volver a la música?
Efectivamente, fue en un periodo desde de quedar segundo en Ot y lo montamos en Fuengirola. Fue una catarsis. Debíamos pasta por todos lados, nos cortaron la luz… Pero aún nos reíamos mucho. El hambre es muy bueno para estas cosas y él me decía: va, Pablo, no hagas otra cosa ya en la vida que canciones, por favor, el resto de tu puñetera vida. Salimos de aquella. Y yo esa la tengo aprendida: cuando algún amigo se mete en algún negocio yo lo tengo claro, no pienso hacer ninguna otra cosa que no sea tocar. No puedo tener la cabeza en otro sitio que no sea el escenario. Pero de ese bar salieron muchísimas canciones y tengo un programa instalado en el cerebro que hace que de esa época me acuerde solo de lo bueno.
Tiene pinta de que hubo noches grandiosas…
¡No te puedes hacer una idea! (risas) Míticas. De invitar a todo el bar. Cerrábamos a una hora cualquiera, pero la gente se quedaba dentro y ahí ya valía todo. Mi hermano y yo siempre dijimos que ese bar fue la juerga más cara de nuestra vida. ¡Y hay que invertir en juerga, no en bonos del Estado!
¿Qué tal con Orozco?
Mira cómo estoy, súper despeinado y sin para de hablar (risas) porque me lo pega todo. Nos vemos mucho, nuestra amistad es muy importante para los dos. Él viviendo en Barcelona y yo aquí hemos tenido que salir uno al rescate del otro en más de una ocasión. Te pregunta qué te pasa y, si te ve mal, se coge un tren y se viene un par de días. Imagínate una conversación intensa de los dos, yo creo que algún día nos vamos a secar o algo.
Una conversación de dos tormentas
¡Ciclogénesis explosiva (risas)! Que te diga mi hermano, que también está en muchas. Estamos pensando en contratar a un taquígrafo para las pase a limpio, porque se ahí saldría mucho libro. Qué vicio de hablar más grande.
¿Un deseo?
Estar constantemente en un bucle de canciones y risas. Hasta que me muera.