Mamá, ratoncita, dolor, miedo, cromosomas triplicados, tabú. 'Y tuvieron que sacármela'. Paula Bonet trae nuevo libro. Uno desde la entraña. A pelo. Se llama 'Roedores' y habla de sus dos abortos. Por fin se ha quitado metáforas. Y ella lo sabe. Paula está harta de esconderse detrás de cosas para hablar de otras. Bonet va matando a las Paulas anteriores, quizá más inocentes, quizá menos seguras, y trae metralla para el subconsciente en forma de imágenes y palabra. Y una misión: "Lo que menos me apetece es hablar de mis hijas no nacidas, pero tengo que hacerlo para ayudar a todas las mujeres que vienen detrás".
Paula llega a Madrid después de reunir a más de 300 personas en la presentación de Barcelona. Tiene tirón desde el respeto a la creación. Una mezcla que no es común. Quedamos en la sala de un hotel del centro. Paredes blancas y luz azulada. "Parece la consulta de un ginecólogo", dice con ironía. Y reímos. Eso es. Naturalidad para hablar del dolor. Así está La Bonet en esta última entrega. Empoderada porque sabe que está haciendo lo que le brota. Y eso ha hecho que se convierta además en un referente feminista para el gran público, muchas veces a su pesar: "Ya no tengo miedo de las críticas porque sé que no son contra mí, sino contra mi género, y justo eso me da más fuerza".
Aunque no siempre ha sido así. Paula es muchas Paulas. Paula ha ido matando a la que se le quedaba pequeña. Ole. Hay que ser valiente para ello. Como aquella primera, la más inocente, la de 'Qué hacer cuando en la pantalla aparece The end', cuando escondía los abusos que denunciaba detrás de lo bonito. O la más oscura de 'La Sed', cuando empezó a leer a las buenas y se ponía detrás de sus palabras rotas para decir. Incluso la más madura de 'Por el olvido', escrito a cuatro manos con su 'hermana' Aitor Saraiba. Y luego está esta otra, la del texto pelado que dibuja embriones muertos con malformaciones, la que nombra y nombra y nombra "porque lo que no se nombra no existe".
¿Qué es este libro que son dos libros?
Un intento de poner un tabú sobre la mesa. Y generar un debate. La necesidad de hablar de maternidades y no de una sola maternidad. O el respeto a alguien que desee abortar. Quiero romper un tabú. Ya está bien. Llevamos todo el tiempo viviendo en las tinieblas. Y eso es muy solitario. No quería con este libro buscar consuelo ni caer en el melodrama. Ni crear algo blandito. Quería pulir mucho el texto, que el lenguaje fuese muy directo y que apenas hubiese ornamentos. Que toda la parte más emocional se explicase en los silencios.
¿Lo personal elevado a lo universal?
Eso es. Realmente hablar de mis dos abortos es de lo último de lo que me apetece, porque aún estoy en el proceso de entender bien qué es lo que ha ocurrido y hacer mi duelo, pero cuando me pasó por segunda vez me di cuenta de que lo llevaba mucho mejor porque tenía la experiencia previa y había leído y pensado y sabía lo que iba a pasar. Hay que hablar de ello. Ayudar a otras a que se entiendan mejor. Que vean que no están solas. Y eso se hace hablándolo, no con tabúes.
Tienes una frase estrecedora en el libro, que ocupa una página: 'Y tuvieron que sacármela'
Apenas se habla de cómo es dar a luz a un embrión sin vida. El contexto hasta te culpabiliza. Tú te culpabilizas la primera: es porque no dejé de viajar, porque seguí pintando, porque no me cuidé lo suficiente… Y no. Nada que ver. Antes de acabar la gestación ya eres mala madre. Y luego es como si no tuvieras derecho a ese duelo. A ver, es ridículo pensar que no has establecido un vínculo emocional con un hijo deseado creciendo dentro en tres meses de gestación. Lo que me lleva a los vientres de alquiler.
¿Estás en contra?
Crear un ser para un tercero. Estoy en contra de esa mercantilización del cuerpo.
Tres cosas que no haya que decir a alguien en tu situación
A mí me dolieron frases incluso de mi entorno íntimo. Pero es que yo igual también lo hubiese dicho mal. No hay una receta. Personalmente me dolía mucho que me dijeran que todavía soy joven y que ya llegaría otro. O que con el siguiente ya se me olvidaría este. Sin embargo, a otras personas les consuela hablar de lo próximo para pasar página... Lo único que se puede hacer es acercarte despacio y observar y escuchar, porque cada mujer necesita una cosa.
¿Por qué el libro infantil es tan oscuro?
Mira, curiosamente me he dado cuenta hoy de que lo que yo creía que había hecho, un libro de niños para mi hija que leeríamos juntas, de infantil tiene bien poco. La gama cromática es más de Caravaggio que de Warhol. El trazo es muy duro. Las anécdotas tienen una ironía un poco demasiado (ríe). Y me río porque todo el miedo que estaba sintiendo en ese segundo embarazo lo volqué en el libro y no me di cuenta entonces a pesar de que era obvio. No era un libro para mi hija, era un lugar donde yo estaba sacando todo ese dolor y miedo.
¿Por qué te has dado cuenta hoy de esto?
Igual porque lo he visto en esta sala tan blanca, que parece un quirófano, fuera de todo contexto y aislado en sí mismo (risas).
¿Puede ser que hablar tanto de tus abortos te esté ayudando a tomar distancia?
Sí, claro. Aunque ya había tomado distancia antes de publicarlo, si no no hubiese podido. Fue en el proceso del primero al segundo, cuando leí tanto, me pregunté tanto y pensé tanto sobre lo que realmente quería. Hice un duelo ahí ya. De hecho, cuando sucedió la segunda vez no me pilló tan desprevenida y sentí mucho alivio. Con el segundo pasé un embarazo muy doloroso. Sofía, mi ginecóloga, estuvo muy pendiente porque lo que yo estaba gestando tenía todos los cromosomas triplicados y hormonalmente era muy bestia.
¿En ese momento lo sabías?
No, eso lo supe después, porque pedí que analizaran al embrión. Solo no entendía cómo podía estar tan mal: con la propia ciudad, mi entorno, mi casa, con el padre… Lo físico fue duro. Cada vez que iba a una revisión sufría y lloraba mucho porque pensaba que me iban a decir que ya no le latía el corazón y la vez que me lo dijeron de verdad sentí alivio. Volví a estar en paz. No sé por qué te estoy contando esto, nunca lo había contado. Lo que quiero decir es que volví a mi propio cuerpo, lo recuperé, y fue un gran alivio. Vuelves a tenerte. Aunque no te reconoces. Es muy extraño. Quiero que escritoras con talento cuenten esta contradicción tan importante de que el cuerpo siga embarazado aunque no estés gestando. Hay gente que aún le sube la leche. ¿Cómo te relacionas con ese cuerpo sacando leche sin hijo dentro?
Una bomba de relojería
Y eso que lo mío fue un legrado. No puedo llegar a imaginar lo que tiene que ser parir un hijo que sabes que está muerto. Que llegues a una revisión con seis meses y no le lata el corazón...
¿Hay que cambiar los protocolos médicos?
Es que hay algunos que son inhumanos. Por ejemplo, hasta que no tienes tres pérdidas, las pruebas no se giran hacia el padre. A las embarazadas se nos trata como enfermas y no lo estamos, es otro estado físico. Y cuando te hacen el legrado o pares un hijo muerto, te ponen en la habitación con una chica que acaba de tener a su hijo vivo. Eso tiene que poder hacerse mejor. Deberíamos humanizar lo que es humano. Si fueran ellos los que se embarazaran y parieran habríamos visto mil películas sobre lo heroico que es traer un hijo al mundo.
Para ser justos, el dolor de ellos en los abortos también es un tabú
Es verdad. Para ellos tiene que ser también muy difícil, porque tampoco tienen la experiencia. Yo he intentado que la figura paterna no aparezca en el libro porque no puedo hablar por ninguna figura paterna, no puedo ponerme en su piel en ese sentido.
¿Habrá segunda parte?
Quiero seguir entendiendo qué pasa. Y esta historia no está acabada. Ahora estoy en la pregunta clave de qué voy a hacer. Si quiero o no ser madre: ese es el momento vital en el que estoy ahora.