Se mueve "por sus pasiones". Eso dice, que tiene "que sentir" todo lo que hace, "tanto lo bueno como lo malo". Su nota de prensa también lo deja claro: "Falete siente como un artista, sueña como un artista, ama como un artista, sufre como un artista". Toda una declaración de intenciones, que lleva ahora sobre el escenario en 'Falete en el corazón', tres únicos conciertos en Madrid en los que canta a Juan Gabriel, Nino Bravo, Lola, 'la' Jurado o Raphael. Es decir, las canciones que le enseñaron a vivir el amor y la pena: "como yo digo, las que te ponen los pelos tiesos, como para colgar llaves".
Nos sentamos en unas escaleras de Mediaset. Llevaba seis meses sin fumar, pero volvió hace nada. Su perrita, fiel compañera desde hace años, se puso fatal y pasó la noche con ella hasta que murió. "Así que volví", dice mientras enciende un cigarrillo. Tiene las uñas de porcelana, con manicura francesa. Le gustan así.
Empecemos por el juego de palabras: ¿qué traes en este corazón?
Uf, un mogollón de canciones que han vivido siempre conmigo, pero que no he sido capaz de cantar nunca porque las tenía mucho respeto.
¿Tus referentes?
Eso es, las que he escuchado desde niño y me han educado artísticamente. Me gustan las canciones que te ponen los pelos como para colgar llaves.
Dime un superpoder de cada uno…
¡Qué divertido y qué difícil! Lola es El Supremo, ella lo reunía todo en arte y personalidad; la Jurado es La Voz, trementa; Rapahel es arte puro; Juan Gabriel mi maestro… Todos reúnen lo que tienen que tener los artistas para ser llamados así. Por eso les canto.
¿Y uno tuyo?
La constancia. O la sinceridad. Y que soy muy protector de la gente que quiero y de mi trabajo: aunque en ocasiones la sobreprotección es mala. Tengo que sentir todo lo que hago, tanto lo bueno como lo malo. Me dejo guiar por mis pasiones. De los errores también se aprende.
¿Ha sido muy difícil ser diferente?
Nada, nunca. De verdad que no. Porque he tenido la suerte de tener una familia muy ejemplar, gracias a Dios. Me han apoyado como artista y con mi condición sexual. Y me han guiado para que fuese quien quería ser. Una madre y un padre que han sido los mejores del mundo. Sé que hay personas que lo pasan fatal, pero nunca he sentido el rechazo o la discriminación o que me hayan mirado de forma diferente. Además, ¿qué tengo yo de diferente? ¿Qué órgano hay de más en mí que no lo tengas tú? Todos somos iguales. ¿Qué a ti te gusta el pescao y a mí la carne? A mí me gusta todo, soy hasta vegano si tengo que serlo (risas).
Cuéntame esa anécdota sobre si llamarte de él o de ella…
Ese fue Don Francisco, el presentador ese latinoamericano tan afamado, que después de cantar me preguntó con mucho respeto: 'Falete, yo tengo una duda, ¿cómo te gusta que se dirijan a ti? ¿Cómo él o como ella?' Y yo le contesté: 'llámeme como hombre o como mujer, que a mí me da igual, porque yo le voy a contestar como a mí me dé la gana. ¡Me puedes decir 'él' y 'ella', que yo soy Falete y ahí entra todo!
¿Cómo vas a vivir el Orgullo Mundial este año?
Currando mucho. Estoy en Madrid para el concierto en el Teatro Alcalá, pero luego me vuelvo para Sevilla a seguir trabajando. No me quedo a la manifestación. La verdad es que no he visto las carrozas nunca, aunque siempre he estado involucrado de una manera u otra. Y me apetece, así que algún año tengo que hacerlo: pero el trabajo me gusta más que el orgullo, ¡que yo estoy orgulloso todo el año!
¿Cómo es tu momento vital?
En una escala del 1 al 10, en el 10. Corazón, trabajo, salud y familia bien. Me casé hace tres años y sigo enamorado. ¡Y del mismo! (risas) Cuando la vida te sonríe, qué más le puedes pedir. No todo es perfecto, pero lo que podría mejorarse no es primordial.
¿Qué canción le gusta a Omar [su marido]?
‘Payaso’, del primer disco. Las que tiene un punto de pasión y humor. Es comiquísimo y le encanta reírse al cabronazo.
¿Es importante para ti el sentido del humor?
¡Mucho! Cuando a mí me ha gustado un hombre no ha sido por guapo o por feo, o por alto o bajo, ha sido el carácter. Y si tú a mí me haces reír, de verdad que yo te amo. ¡Yo me enamoro! Me enamoro de tu personalidad, porque a mí me gusta el disfrutar de la vida. La vida es eso, los problemas vienen solos. ¿Un drama andante? No, vete por ahí. A mí tráeme la alegría. Al mal tiempo, buena cara, y si además te pone, pues apaga y vámonos… juntos (risas).
¿Te haces tú las uñas?
Sí, me gustan francesas y de porcelana.
¿Y el maquillaje?
En mi día a día siempre yo. Y en las actuaciones también, aunque tengo un asistente que lleva conmigo toda la vida y que me ayuda. Le decimos Carlos La Plátano, porque el mariquita es muy alto y entonces se dobla para un lado. Un día hace años se lo pusimos (risas). Me viste, me ayuda con el vestuario, me deja el vaso de agua…
¿Dónde te deja el vaso?
Si tú estás de público, mi vaso está donde el piano siempre. Junto al pianista, que es con quien más trato entre canciones. Y al ladito los pañuelos para el sudor. En cada punta del escenario un abanico porque si no se rompe uno, se rompe el otro. Pero siempre se fastidia de la energía que desprendo. Yo me lo noto, mi cuerpo se va.
¿Entras en trance?
En ocasiones sí. De verdad te lo digo porque a mí se me ha ido la olla en el escenario. He perdido la noción del tiempo y ha habido veces que he estado viviendo tanto lo que canto que me he ido. Y es súper gratificante, como una terapia. Como cuando vas a un terapeuta para que te oiga tus cosas. Los artistas tenemos esa ventaja, que nuestro mejor psiquiatra es el escenario. Por eso me gusta mi arte.