Quedamos cerca de su casa en el centro de Madrid. Hay poco tiempo. Raquel tiene que volver para la toma de sus mellizos, Bruno y Mateo, que nacieron el pasado 21 de septiembre. Dice además que han pasado una mala noche, que "la contaminación parece que les está afectando y no están respirando bien". Sánchez Silva está a tope desde que es mamá doble, sobre todo porque en realidad ha tenido tres hijos el pasado mes, incluyendo este 'Tengo los óvulos contados', una novela sobre el mundo de la reproducción asistida en la que, recalca, "no cuento mi experiencia personal porque creo que puede ser dañino para otra mujer".
Así que nadie se espere un diario en primera persona sobre la angustia o no del proceso. O una radiografía de sus sentimientos como mujer trabajadora expuesta al gran público que decide ser madre en los cuarenta. Lo que ella quiso escribir, explica, fue un ensayo, que luego se convirtió en novela -la protagonista es una ginecóloga-, para ayudar a otras mujeres. Y lo decidió cuando fue a informarse a una clínica a los 37 años y salió de allí enfadada con el mundo "porque nadie me había explicado que no tenía tanto tiempo y que, efectivamente, 'tenía los óvulos contados".
¿Cómo fue esa primera consulta?
En aquel momento fui sola, de manera personal acudí a una cita de reproducción asistida para informarme, quería saber un poco más porque tenía quizá la intuición de que no todo lo que contaban por ahí era real. Y recuerdo que me fui en shock, estuve tres horas preguntando al doctor Juancho García Velasco en el IVI… Todo era tan nuevo y tan distinto a lo que había oído que me di cuenta que quería contarle a mucha gente que las cosas no eran como nos las habían contado. Ahí nace el libro, no la historia con los mellizos, que fue posterior. Entonces yo tenía 37 años y los he tenido con 42.
¿Era un libro entonces también para ti?
Digamos que sentí que quería saber más. En todas esas entrevistas a profesionales que estuve haciendo me beneficié como mujer que quiere escribir un libro y como futura mamá. Al final yo preguntaba las cosas que cualquier mujer preguntaría, no es que no me rozase personalmente. Mi interés era doble, claro, yo intuía que me iba a tener que someter a esos procesos, como así ha sido.
¿Tenías instinto maternal?
Yo no creo en el instinto maternal. He hablado con muchos profesionales sobre ello. Suena raro decir esto por el momento en el que estoy, ‘¿cómo no vas a tenerlo?’, pero eso que se llama instinto a veces es presión social y cultural. Está demostrado biológicamente que no existe esa llamada de la jungla, aunque a algunos les gusta pensar que sí. Siempre se ha dicho que yo deseaba ser madre y es cierto, pero es un deseo, una decisión, no un instinto que aparece y no sabes de dónde viene. Al revés, yo siempre he sabido muy bien por qué lo deseaba.
¿Por qué lo deseabas?
No suelo hablar de mis sentimientos. En el caso de la maternidad además no lo hago porque me parece que esa exhibición de emociones puede ser muy dañina para otra mujer. Ese deseo siempre estuvo en mi vida, no fue una decisión que llegara ni tarde ni pronto. He querido siempre ser mamá.
Y ahora que ha sucedido, ¿cómo es?
Lo que digo a todo el mundo, y para no usar frases grandilocuentes del tipo ‘cuando seas madre lo entenderás’ y esas cosas que no me gustan, es que ser mamá es un tsunami bueno, de buenas cosas, que entra y arrasa y deja cosas preciosas. Pero me niego a caer en los tópicos de ‘te cambia la vida’, ‘ya lo sabrás’… porque de verdad que me niego a estar en una especie del pedestal de la madre que todo lo sabe. No quiero estar ahí. El otro día fui a una fiesta y todo el mundo me decía ‘campeona, qué valiente, dos y con lactancia materna además’. Y yo solo podía pensar en que igual alrededor había mujeres que estaban en el proceso o que no podían o no querían o lo que sea. No me gusta participar en esa ovación social a la madre.
¿Fue duro el proceso?
Bueno, todos los procesos tienen sus incertidumbres, pero no hay que buscar la información en otras mujeres, sino en un profesional. No hay que fijarse en el caso de mi amiga, mi prima o la madre de mi conocida… En redes decían que yo había escrito un libro sobre cómo había sido mi embarazo y mi proceso y no, es todo lo contrario: habrá sensaciones que las he sentido yo, pero no es un libro sobre eso.
¿Qué sensaciones?
Pues el enfado, por ejemplo. La rabia de decir: ‘¿pero qué me han estado contando? ¿De verdad me estás diciendo que tengo los óvulos contados? ¿Por qué eso no me lo ha dicho nadie? ¿Cómo he podido estar tan ciega?’. A mí nadie me lo había dicho y al final solo se cuentan las historias con final feliz. Lo que ocurre es que cuando queremos ser mamás y quizá un poco al límite de edad, nos gusta oír esas historias de gente que lo ha logrado y dan esperanza y te dice que tienes aún tiempo. No quiero hablar de mis sentimientos porque nos contagiamos las unas de las otras: hay que vivirlo para saber qué es y predisponer a alguien a que se identifique con lo que yo sentí no me parece bueno. Pido un poquito de prudencia.
¿Cómo es esa mujer pavo-real de la que hablas en el libro?
En su máxima extensión, aquella que exhibe y presume de su maternidad. Y que en su interior se siente más mujer por ser madre. No me gusta. No me cae bien. No me parece buena persona. Es esa mujer que piensa que otra que no quiere ser madre es una egoísta. O que cuando una pareja se somete a un proceso pregunta quién de ellos es el que tiene problemas. Existe y hay muchas. Otra cosa es la mujer que por cariño y por amor muestra su maternidad y habla de ella: normal. Pero como es buena persona, si supiera el daño que puede infligir a otra mujer, probablemente se lo pensaría.
¿Dirías que tienes una visión feminista del tema?
Bueno, es un mundo muy femenino. ¿Feminista? Puede ser. Pero lo que quiero es ayudar y ahorrar dolor y angustia. Es feminista en el sentido de, ¡por favor, protejámonos! De verdad que no es necesario preguntar a una persona ‘¿tú para cuándo?’. No aporta nada, es puro cotilleo y es de muy mala educación. Porque eso además lo preguntan las mujeres a otras mujeres, no los hombres, y es hiriente. Es de una intimidad brutal el que cada uno quiera o no o cuándo tener hijos. Así que, por favor, empecemos a ahorrarnos ciertas preguntas o frases que no corresponden con el siglo en que vivimos.
¿Cómo la de 'se te va a pasar el arroz'?
¡Esa me parece de un mal gusto enorme! ¿Estamos llamando a una persona paella? ¿Estamos uniendo a la mujer al arroz y a su aparato reproductor? ¿Qué es eso? En esencia es dañino. Es necesaria la comprensión y la ayuda, no la crueldad.
Se intuye que no has querido exponerte, ¿has sentido pudor al escribirlo?
Puede ser. Mi círculo íntimo sabe todo mi proceso desde el principio: lejos de avergonzarme o esconderlo, lo he compartido con ellos sin ningún problema. Pero nosotras somos prescriptoras, aunque sea sin querer muchas veces. Y el ejemplo de una famosa también puede ser malo. Si cuento con detalle cómo fue el mío, alguna mujer que no lo está pasando bien podría agarrarse al ejemplo. Y eso es perjudicial, porque lo que a una mujer le viene bien, a otra le va fatal. No tengo la necesidad de contar a los cuatro vientos lo que a mí me ha pasado.
¿Tomaste notas personales en el proceso?
No, todo han sido notas profesionales, de las entrevistas. Porque yo iba a escribir un ensayito, lo que ocurre es que aquellos datos fueron creciendo muchísmo y decidimos transformarlo en una novela porque quedaba muy frío. En realidad sí: más que pudor al escribir, he tenido prudencia. Porque ha sido consciente. Me he cortado ahí absolutamente, no he querido exhibirme. Igual que ahora hago con mis mellizos.