Roberta Marrero, sobre la transexualidad: "Puedes joderle la vida a tu hijo, pero no vas a hacer que cambie"
Tiene el título del libro tatuado en el pecho. Pero la frase es previa. Pasa mucho en según qué cosas. Sobre todo en las importantes: que primero están en la piel y luego van al papel. 'We can be heroes' puede leerse bajo su barbilla y en la portada de su nueva obra. Héroes y heroínas LGTBQ+. Rotos. Renacidos. Empoderados. Roberta Gamerro trae, tras 'El Bebé Verde', este homenaje a los rostros que le salvaron la vida. A los que le hicieron ver que "el mundo no es solo hetero, cis y blanco". Boy George, Madonna, Divine, Marylin Manson, la Jurado, Woolf, Warhol y su factoría, RuPaul, Dietrich… todo ello mezclado con su propia biografía de mujer trans nacida en la España negra de los setenta. Un mix interesante. Explosivamente humano. "Un altar al lumpen queer", como dice Paul B. Preciado en el prólogo. "Un libro que es un lugar seguro" lleno de "dioses paganos", como dice ella.
Roberta Gamerro nació en 1972 en las Islas Canarias. Y nada fue fácil desde entonces. Fue una niña en un cuerpo de niño gótico que se compraba mochilas rosas de Snoopy. Al que le llovían insultos en el recreo. Todo eso que ya te imaginas. Pero tuvo suerte. Por el camino, entre tanta colleja en el patio, se fue encontrando con personas que le abrieron ventanas. Puertas. Universos. Como cuando con 11 años vio a Boy George en la tele con los ojos maquillados, ella sentada en el salón junto a su madre, y su vida cambió para siempre. Como cuando comenzó a escuchar a Bowie de adolescente. O a leer a Lorca fuera ya de su pueblo. "Me hicieron sentir que no estaba sola", dice. Todo eso y más es este libro.
¿Qué has querido hacer?
En teoría es un homenaje a las personas que han hecho avanzar al colectivo. En la práctica es también una autobiografía íntima. Lo llamo ensayo biográfico ilustrado (risas), ahí es nada.
Repites mucho que te han salvado la vida
En España estamos muy huecos de héroes y heroínas LGTBQ+. A la gente no le parece raro que Maradona salvase la vida a muchos niños que jugaban el fútbol en los ochenta, pero sí que a mí me la salvase Boy George cuando apareció maquillado en la tele cuando tenía 11 años. Alguien que te sirve para entenderte a ti y al mundo entero es importante. La cultura me salvó la vida. Y me la sigue salvando. Algunos se empeñan en ver la España de la Movida como una explosión total de libertad y es mentira: aquella España era una mierda. Pero lo fue menos gracias a personas como las del libro.
¿Cómo recuerdas ese momento con Boy George?
Era el año 83 y yo tenía 11 años. Era una niña trans, pero no se nombraba. Yo sabía que algo me pasaba, pero no sabía el qué. Estaba viendo el programa 'La Tarde' con mi madre y apareció Boy George. Era lo que hoy podríamos llamar alguien de género fluido. Un hombre que se ponía lazos, llevaba el pelo largo, se maquillaba. Aquello me impactó, sobre todo porque no pedía disculpas por ser quién era. Ahora seguro que les pasa a una mariquita o una lesbiana en cualquier pueblo al ver el Show de RuPaul.
¿Crees que tú puedes ser ya uno de estos referentes?
Me gusta pensar que puedo ser también un hada madrina para otros en apuros. Cuando presento los libros se me acerca mucha gente joven y me dan las gracias. Dicen sobre todo que se han sentido seguros y que les ha empoderado.
¿Cómo describirías tu momento vital en un adjetivo?
Incierto (risas). Como siempre. Y no está mal que sea así.
¿Y la infancia de aquella niña trans?
Terrible (risas). Odio mi infancia. Cuando pienso en ella, con la distancia del tiempo, puedo ver que fui valiente, pero sin querer: no podía evitar ser quien era. Si mi madre me daba dinero para comprarme una mochila, yo volvía con una rosa de Snoopy (risas). Ahora puedo reírme y pienso: qué mona, era como un personaje de Tim Burton. Pero aquello no tenía gracia. Recuerdo mi niñez como angustiosa, una cárcel. Sufrí bullying y era una realidad muy opresiva.
¿Y aquella adolescente trans?
Menos terrorífica. Diría que tenía altas capacidades, pero mis notas cayeron en picado por el bullying. Cuando me fui a la escuela de Artes fue mejor. Había unos chicos gays tres años mayores que me arroparon mucho y alguna profesora lesbiana también. Ahí descubrí que las raras no solo estaban en la tele, también en la vida real. Aquello era un matriarcado gay que no permitía los abusos.
¿Hay cierta melancolía común a los personajes del libro?
Efectivamente. Me interesa mucho la figura del perdedor. Hay una melancolía en él o ella especial. Pero es normal. La melancolía es inherente al ser humano, pero mucho más punzante en las personas que hemos estado sometidas a violencia. Porque al final la melancolía es echar de menos algo. Y, cuando vives en la opresión, cómo no vas a desear estar en otro lugar.
¿Seguimos siendo homófobos?
Claro. Hasta entre nosotros. Y transfóbicos. He visto a la típica trans oprimida que cuando aparece otra trans que no es especialmente agraciada se acaba metiendo con ella a saco. ¿En serio? El ser humano es súper jerárquico, es una pena. Y los trans estamos en el último eslabón, remando muy abajo de la pirámide del barco gay (risas). Y hasta nos dan con el látigo (risas). Tenemos que saber un poco más todos de teoría de género. A mí me han llegado a hacer mansplainig gay hablando de la transexualidad con mi libro en la mano en la Feria.
Cuentas que tu padre no lo supo gestionar muy bien: ¿podrías dar algún consejo para los padres y madres del mundo?
Lo más importante es que tu hijo no es una extensión de ti. Es un ser individual y tiene su propia personalidad. Si le has educado para que sea del Real Madrid, no te enfades porque le guste más el ballet. Apóyalo. Porque no es su culpa y le vas a sentir muy mal. Cuesta entenderlo, pero es así: tu hijo no eres tú. Deja al crio que sea quien es. No seas plasta, deja que su personalidad florezca. Porque, además, por mucho que se lo intentes cortar, su ser está ahí. Puedes joderle la vida, pero no vas hacer que el crío cambie.
En este libro hablas por primera vez del amor…
El amor romántico es una cosa bastante peligrosa. Soy una mujer a la que le gustan los hombres y el amor romántico es una trampa en la que nos educan para que aguantes lo que sea y cargues con lo que sea. No funciona, tenemos que buscar nuevas maneras de relacionarnos. Estoy muy contenta de haberme reeducado en eso, de no tener esa necesidad ya.
¿Cómo se reeduca una en eso?
Aprendiendo. Al novio número 30 con el mismo patrón me paré y pensé: tengo mi responsabilidad en elegir siempre al tío erróneo, al típico tío fatal que tarde o temprano te va a fastidiar la vida.
¿Te has encontrado rechazo al admitir que estaban contigo?
Las mujeres trans no tenemos ningún problema para acostarnos con hombres heterosexuales. Hay bastante público, de hecho. Pero para que eso se haga público o para que un hombre te vea para algo más que un objeto sexual, ya es otra cosa. Hay un rechazo por parte de los hombres hetero a hacer público que están con una trans. Por suerte o por desgracia, es así.
Ojalá cambie, ¿no?
¿Sabes qué pasa? Que yo ya he asumido que no es un problema mío. Al principio sí lo pensaba y creí que nunca nadie me iba a querer. Pero ahora ya no. Fuera autoflagelación católica. No soy yo, son ellos. No puedo convencer a un hombre de que tenga valor y que reconozca en público que le gusta una mujer trans. Pasa con todas las mujeres no normativas: las mujeres gordas, las negras, chicos que sienten atracción por mujeres mayores… Una cosa es follártelas y otra presentarlas como tu pareja. Se habla muy poco del 'armario heterosexual': no hablan de verdad de lo que les gusta.
También dices "si volviese atrás, tendría menos prejuicios para ser prostituta o actriz porno"
Otra cosa en la que nos educan es en la 'putofobia', ese rechazo a las trabajadoras sexuales. Cuando las abolicionistas hablan de la prostitución, nunca es de la masculina y nunca escuchan a las propias trabajadoras que lo hacen libremente. Por supuesto que existen abusos, pero también en las trabajadoras del textil o la hostelería o el campo. ¿Eso no es prostituirse también? Alguien se puede empoderar a través del sexo y no pasa nada. Si muchos de los hombres con los que me acostado no reconocerían en público que lo han hecho… pues a lo mejor lo tenía que haber hecho por dinero. ¿No crees? ¿No te parece que es hacer de prostituta gratis? Para mí el trabajo sexual es trabajo. No he sido puta, al menos por ahora, pero tengo amigas que sí y saben bien de lo que hablan. Escuchémoslas.
"Este libro es un lugar seguro", dices en el prólogo
Eso he intentado. En el libro ataco a la gente hetero que se meten con los LGTB+, pero también a los LGTB+ que se meten con otros LGTB+. Que pasa muchísimo y me da mucha rabia. Como las mujeres cis que se meten con otras mujeres cis. Me subo por las paredes. No a los prejuicios. Por favor. Es un trabajo de todos los días. De todos. De mi misma también. Nos han enseñado a tenerlos y es la base de todo este lío.
**Roberta es autora también de 'El Bebé Verde'Roberta es autora también de 'El Bebé Verde'