Camila, la nieta historiadora de arte y ahora heredera de Camilo José Cela
Marina Castaño tiene que estar rabiosa. Motivos no le faltan. El Tribunal Supremo acaba de dictar que dos terceras partes de la herencia de Camilo José Cela, es decir 5,2 millones de euros, sean para su hijo, Camilo Cela Conde y la desconocida hija de éste, Camila Cela. Recién licenciada en Historia del Arte, poco se sabe de esta joven de 25 años que ni tan siquiera asistió al entierro de su ilustre abuelo cuando tenía 14 años. Ella tan sólo quería haberlo conocido en vida, pero las disputas familiares se lo impidieron.
-Si nace niño le doy un millón de dólares [afirmó Cela]
-¿Y si es niña?- le preguntó, con muy poca suiza guasa, mi mujer. Mi padre se quedó pensativo, pero no por mucho tiempo.
-Si es niña la admitiremos en la familia.
Este fragmento de la biografía de Camilo José Cela que su único hijo, Camilo Cela Conde, escribió hace ya unos años, retrata la genialidad de Premio Nobel de la Literatura, pero también la misoginia de la que hacía gala.
Su mismo hijo ha luchado desde el día de la muerte del escritor por conseguir parte de su herencia, no sólo por él sino también por la nieta que nunca llegó a conocer. Camila Cela Marty es una discretísima joven de 25 años que ha vivido toda su vida en Palma de Mallorca, lejos de la adorada Iria Flavia de su abuelo, aunque un día heredará (también) el marquesado de esta pequeña parroquia de A Coruña.
Su padre Camilo, es catedrático en la Universidad de las Islas Baleares de Filosofía del Derecho, Moral y Política; su madre es Gisele Marie Marty Broquet, catedrática de Psicología del Arte. En ese entorno tan universitario, ella ha acabado sus estudios de Historia del Arte y espera trabajar, como tantos jóvenes españoles, en las carrera en la que se ha formado. En esta imagen que publica ‘Semana’, tomando el sol en un yate por aguas mediterráneas.
Camila no era una desconocida para su abuelo. En el despacho del Nobel había una fotografía de ella cuando era pequeña e incluso acudió a su bautizo, el 8 de septiembre de 1989, el mismo año en que ganó el máximo galardón de las Letras.
Fue su primera y única visita porque aunque la familia de Camila intentó en varias ocasiones que Camilo José Cela y la niña se encontraran, ninguno de los intentos llegó a buen puerto.
Marina Castaño, objeto de todas las críticas por este distanciamiento, tiene su propia versión: “Esta casa estuvo siempre con las puertas abiertas de par en par. Y este teléfono nunca estuvo descolgado. Mi marido, por su cumpleaños, por Navidad, cuando recibía un premio, no sé cómo decirte, echaba en falta la llamada de algunas personas cercanas...”.
Su hijastro, Cela Conde, habla de “esfuerzos en vano”: “Intenté muchísimas veces que mi hija le conociera, incluso en su lecho de muerte. Mis cinco tíos Cela saben cuántas veces lo gestioné, sin el menor resultado. Hubo encuentros previos, anulados a última hora”.
Los abrazos, mimos y cariños se los llevaba otra Camila. Laura Camila Fernández Castaño nunca fue adoptada por Camilo José Cela porque tenía padre, un capitán de la marina mercante, pero siempre fue tratada como una hija por el escritor. Sus lágrimas durante el entierro hablaban por sí solas, y es que compartieron muchos años de convivencia en la residencial de Puerta del Hierro. Precisamente ahí se organizó el banquete de su boda, que se llevó a cabo hace tres años y donde la memoria de Don Camilo estuvo muy presente.
Rosario Conde, la que fuera la mujer de Cela durante 47 años, su mano derecha y la abuela de Camila, lamenta que la niña crecerá “sin una carta, ni un libro dedicado de su abuelo, ni una llamada de teléfono”.
La herencia monetaria y el marquesado son su legado, además de su carácter, ya que quienes conocen personalmente a Camila dicen que es un calco y que comparte sentido del humor con su abuelo. Ése señor que nunca conoció pero que hoy le ha convertido en una joven y rica heredera que sólo quiere pasar desapercibida: el destino que él mismo eligió para ella.