Cuando se crean tantas expectativas en torno a un acontecimiento se corre el riesgo de fracasar por no cumplir con ellas. Y eso es lo que ha sucedido con la boda, del año sin duda, entre Tamara Falcó e Íñigo Onieva.
Voy a reconocer para empezar que me esperaba algo impactante de Wes Gordon para el Carolina Herrera de la novia. Y ni veo a Gordon en el vestido, ni el perfume súper chic de Carolina de siempre, ni veo a la novia favorecida. Esa es la realidad.
Yo había imaginado a Tamara súper chic, ultra fresca y moderna, con unas mangas en volumen, una falda importante, incluso con una falda tulipa y un cuerpo blusa y me encuentro con una señorona, poco favorecida en el recogido con tiara y muy lejos de la chica joven, espontánea y hasta divertida que es.
El vestido era antiguo y rancio como aquel que hiciera Pertegaz para la reina Letizia. Ya lo siento, pero sería injusto que me pudiese el fervor de esta boda de bodas del colorín y no dijese lo que pienso y siento.
Vamos allá y que salga el sol por Antequera.
1. La madrina. No me podía gustar más ese azul tinta plisado de Caprile, inspiración pura de los Delphos de Fortuny (ya sabéis que acabo de sacar mi novela sobre Fortuny ‘Un palacio en Venecia’) con esas mangas abullonadas, esa doble capa plisada, esa melena semirecogida, las joyas… Estaba perfecta, guapísima y ganaba por goleada la batalla a la reina de corazones Isabel Preysler. Las cosas como son, aunque a Isabel se le vaya a atragantar este asunto.
2. El novio. A pesar de que parecía que venía de juerga y sin peinar, ni afeitar, estaba guapo y estupendo de percha con su chaqué a medida de Canali para Yusty.
3. Isabelle Junot estaba feliz con su Tot-Hom Alta Costura, rosa, de cuerpo camisa y con cinturón. Era muy ella y eso siempre es un “aciertazo”.
4. El segundo vestido de novia de Tamara, el de la party, era fantástico y todo lo Wes Gordon by Carolina que deseaba ver. Ojalá el oficial hubiese respirado un mínimo de este que era un espectáculo. Otra cosa habría sido.
1. La novia. Error en mayúsculas y mira que me fastidia. El vestido, no lo dudo, será una joya de costura y bordados, inspirados éstos en el escudo de los Griñón, pero no era la pieza de novia apropiada para una mujer de la edad y la vida de Tamara.
Estaba antigua, rancia y poco fresca. Recuerdo su vestido de aquel cumpleaños patrocinado por Telva donde la vimos divina y muy de su rollo y su tiempo.
Wes Gordon, quiero creer, ha cumplido con los deseos que le pedían pero no ha triunfado en este diseño. No puedo decir más, no era la novia bonita y optimista que yo pensé que veríamos.
2. Isabel Preysler. La madre de la novia podría haber pasado por una invitada más a una boda tropical en República Dominicana. ¿Dónde estaba esa Isabel divina y exquisita en mil ocasiones? Hace nada la veíamos mucho más sofisticada como invitada común con ese rosa cuarzo de The 2nd Skin.
En la boda de su hija ha fallado. También obra y culpa de Gordon. No era el vestido de una madre de novia de la altura de la Preysler. Era un modelito de cena de verano en Marbella para festejar algo estival. Sin más. Por no decir que el estampado XL tan chirriante debería estar prohibido en madrinas y madres de novios.
3. Ana Boyer. Eligió como guiño uno de esos modelitos que hizo Tamara para Pedro del Hierro. Seguramente el más farragoso y complicado. Y estaba de aullar.
4. Chabeli Iglesias. Quizás era la menos terrible de la familia, pero tampoco era una acierto su midi blanco y azul de maxi estampado.
Yo no dejo de mirar las fotos, pensando que ha sido un mal sueño. Pero la realidad es la que es. Y me van/vais a perdonar, pero más allá de los gustos y de las decisiones libres de cada cual, que alguien me diga si veían divinas y poderosas, como nos imaginábamos, a estas mediáticas mujeres.
Y que alguien me diga si se ha muerto de gusto al ver esta mañana el Hola con esa portada que sin cabezas, bien podría ser la de una familia con más pasta que gusto en una lejana época que ni sabríamos ubicar.
Pues dicho queda. Y juro que deseo de corazón que la vida haga felices a estos novios, que eso es otra espina difícil de digerir desde que supimos del “nanosegundo en el metaverso”. ¡Mucha suerte, queridos!
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