Me he vuelto a topar esta temporada de la semana de la moda de Madrid, la MBFWM, con una curiosa circunstancia que pica y cuyo escozor no recordaba tan fuerte desde la incultura histórica que descubrí en muchos colectivos de moda tras la salida de mi novela de Balenciaga, 'El Hijo de la Costurera', allá por el 2019.
Os voy a explicar esa circunstancia y su picor. El sábado por la noche muchos nos sorprendimos del Premio L’Oréal a la mejor colección para Elio Berhanyer en esa vuelta al ruedo de una firma de uno de los grandes de nuestra industria española de la moda. A mí personalmente me sorprendió que recibiese el premio, prematuro en mi opinión, una colección que ni siquiera había desfilado cuando ya lo habían decidido. El desfile era el último del circuito oficial, y se desarrolló a posteriori de la entrega del premio. ¿Cómo es posible juzgar algo en una percha, sin ni siquiera verlo en vivo y en directo y en movimiento? Eso pensaría, lo sé a ciencia cierta, el gran Elio con toda su maestría. Vamos, que esto es como dar un premio a una película sin que el jurado que lo otorga haya podido verla. En fin.
Pero voy mucho más allá, ¿dónde estaba el espíritu libre y sofisticado de aquel Elio Berhanyer en esta nueva colección que más que una vuelta a la firma y a su esencia era un propio homenaje egocéntrico a ese Otrura que ha cogido las riendas de Elio? Ni vi a Berhanyer por ningún lado en la colección, ni nada que respirase mínimamente a aquel perfume de lo que fue. Y esto, los que quieran entenderme, pica y mucho. Si Elio Berhanyer y Cristóbal Balenciaga, por eso empecé haciendo esta referencia, levantasen hoy las cabezas volverían a caerse muertos de ver lo que las firmas que llevan sus nombres han hecho de su esencia primaria. Una mutilación sin piedad. La moda, señores, no es esto por mucho marketing que nos vendan.
Nota de siempre para mis lectores: Que vaya por delante que mi análisis lo hago con todo el valor y el mérito que reconozco en todos y cada uno de los diseñadores que nos muestran su trabajo serio en esta semana. Me gusten más o menos. Sean amigos o no.
Y aviso también una vez más que el orden de estas Puntadas no responde a la importancia de cada desfile si no a su cronología en el calendario oficial de la semana. No de todos hablaré bien, eso es un juicio en mi libertad de expresión. Que nadie se ofenda. O sí, pero con cordura. Y de los que no hable, no todo lo que vi sale en estas Puntadas, será opinión. Porque el silencio también es una opinión. Incluso la ausencia en algunos desfiles. Y algunos, lo sé, agradecerán mi silencio educado y generoso, antes que una guantada.
CON HILO
Llevaba varias temporadas regalando puntadas sin hilo a los desfiles de Pedro del Hierro por la desidia que me provocaba el inflado y sobrevalorado marketing que ejercía en la firma la presencia de Tamara Falcó, porque es eso, marketing, más que una aportación seria de moda. Que ella me cae estupendamente aunque yo diga las verdades del barquero pero oigan, la Industria de la Moda es algo muy serio, no es un juego de muñecas para chicas que buscan entretenerse con cualquier capricho a su alcance.
En cualquier caso lo que importa es, más allá de esas nimiedades del corazón, que por fin Pedro del Hierro consiguió gustarme de nuevo con su Borealis. Se trata de una colección inspirada en la primera Aurora Boreal en una isla remota del círculo polar ártico. Tanto su puesta en escena como su moda me parecieron cálidas otra vez, abandonado todo el aburrimiento que me provocaban sus desfiles estos últimos años.
Alpacas, lentejuelas, terciopelos, noches de lujo en lo más recóndito del planeta. Calor en el lugar más frío del mundo. Patrones de siempre convertidos de nuevo en depurada belleza. Bien, por fin.
SIN HILO
Llegaron a la Fashion los Acromatyx copiando, de arriba abajo, el último desfile de la terrible nueva casa Balenciaga. Ay, Cristóbal, lo que daría por escucharte. Y claro, el batacazo era tan predecible que ocurrió. No me gustaron sus estructuras, ni sus oversizes, ni sus marañas de tejido sin sentido.
Todo me pareció siniestro y no por su total black. Negro y siniestro no tienen por qué ser matrimonio, pero aquí se fundieron como amantes eternos. No pude encontrar ni un mínimo chisporroteo de placer, ni siquiera en sus looks llenos de glitter y lentejuelas. ¡Qué cosas!
CON HILO
Nada me gusta más en el mundo de Simorra que su vuelta al pasado, a la tradición, a la cultura de nuestra historia y a los orígenes de la naturaleza y de la vida. Piedras, minerales, fósiles, se convierten como por obra de magia en tejidos acolchados, en espirales y trenzados, en espumas rizadas, como las huellas que deja la salvaje naturaleza en los escenarios del mundo, y en puntos y lanas eternas que gritan vida.
Me gustaron tantos sus patrones como el juego de sus tejidos desde lo más limpio hasta el 3D y me pareció tan 'ad hoc' y divina su paleta terrenal de colores que el conjunto era casi perfecto. ¡Qué bien colecciona y ejecuta sobre el tapiz la casa Simorra!
CON HILO
Inspirada en la campiña inglesa y en el estilo ‘dandy’, que es lo que más me puede gustar en el mundo, Mans llenó de cálidas lanas, alpacas y paños sus patrones más confonfortables, sus americanas amplias y acogedoras y sus faldas de campiña británica eterna. Y encima los mezcló sabiamente con la sofisticación de sus vestidos de seda que vuelan en sus rizados ribetes, sus vestidos de oro glitter chispeantes bajo trenchs oscuros como el chocolate y sus vestidos efecto pañuelo.
Volvieron a hechizarme, como en su última colección, los vestidos fuelle, esos plisados eternos de los Delphos de Fortuny que vibran en mi novela 'Un Palacio en Venecia'. En esta edición de invierno los tiñeron de un amarillo cadmio, intenso y fascinante.
Mans vuelve a acertar y su campiña es cálida y suntuosa a partes iguales.
CON HILO
Con la excusa de un París de los 30 la firma se sumerge en sedas, satenes y terciopelos, con patrones que gritan muchas de esas libertades que antaño se vivían en el París más libre del mundo.
De ese grito de entonces da a luz los vestidos silueta, las transparencias hasta la desnudez, las cinturas marcadas para no olvidarlas nunca y hasta los volúmenes de unos polisones poderosos y desafiantes al paso del tiempo.
No todo me gustó, ni esto es malo. Pero el conjunto general de su colección me convenció durante un buen rato de estar de nuevo en aquel París que muchos querríamos hoy en este siglo XXI en el que todo parece ser incorrecto, hasta las zorras.
SIN HILO
Me gusta, y es sano, que la gente discrepe con esto que vimos de Erroz. A algunos les pareció conceptual su 'The Club', me dicen. A otros, moderno, qué miedo a veces el concepto de moderno cuando lo que vemos en directo es a un nonagenario haciendo aspavientos sobre una mesa de mezclas como si eso fuese lo más moderno del mundo. Santa Catalina. El caso es que a mí me pareció que ni fú, ni fá. No me gustó la colección, había una falta total de conexión e hilo conductor entre sus piezas, ni éstas por separado me mataron de gusto.
Empezó Erroz ya mal, además de los 47 minutos de retraso, desde su propio marketing. Pues nos vendió por un lado un Club unisex súper a la última y por otro una Colombia exuberante y acogedora a partir de sus tradiciones y del café. Y ni una cosa ni la otra encontré por ningún lado, ni rebuscando es los vestigios de su desfile. Tan sólo recuerdo al hombre viejo haciendo el mono al son de una música ratonera como si se hubiese inflado a cubalibres.
Creo que a Erroz le queda mucho trecho aún por recorrer para poder permitirse sobreinflar de esta manera su propio marketing. Si no, corre el peligroso riesgo de quedarse en esto, en mucho ruido sin encontrar nueces. O lo que es peor, recordando sólo lo esperpéntico de aquel absurdo abuelo.
Ágatha resume perfectamente eso de que sólo cuando uno lleva años y camiones de trabajo a sus espaldas puede hacer lo que le dé la gana, hasta bailar mal y cantar a los que la criticaron por ello. Así terminó su desfile, con un carrusel de respuesta a “Bailando con las estrellas” y con mucho humor, porque volvió a bailar como los monos. Pero ella es ella, y se puede permitir seguir haciendo lo que le pase por la peineta.
Su colección, eso es lo que agranda y agranda su firma, volvió a reinventarse una vez más volviendo a los orígenes, a los besos, a los corazones, a los lazos y los lunares con un juego de volúmenes que ella maneja ya con maestría de décadas. En definitiva, ella volvió al derroche de color y de energía. Y que le quiten lo bailao.
CON HILO
Pensaba que iba a ver algo súper novedoso. Bueno, miento, no lo pensaba pero muchos sí, bajo el 'Brave' que daba título a una colección que nos habían vendido a priori como llena de fuerza, de valentía y de tejidos de impacto. Lo que me encontré fue un conjunto de prendas sin una conexión clara entre ellas por mucha piel vegana y siluetas de modernidad urbana que tuviesen.
Pero lo justo es justo. Había piezas sueltas interesantes, sí. Me gustaron sus vestidos glitter rojo, tan lejanos en glamour con los imposibles cortos con botas de catwoman que ya me hastían. No pretendo condenar una colección por las prendas que no me gustaban porque otras me parecían muy potentes. Y los chicos me gustaron tanto que compensaron con creces lo que no me había emocionado en ellas.
Yo le habría dado el premio de nuevo a esta colección de Isabel Sanchís porque era redonda y contundente. No sabría ni por dónde empezar porque todo me gustó, pero sobre todo me fascinó la coherencia de este desfile y la que demuestra tener la propia firma.
Sus estampados como de jardín japonés en los abrigos y las chaquetas eran exquisitos. Sanchís ve el otoño con ojos de otoño y esos bosques suyos impresos en sus prendas cobran vida hasta emborracharnos de placer. Y ve el invierno con ojos de invierno, tan cálido como sus caramelos, naranjas y fuegos que intensifican la suntuosidad de sus vestidos de noche.
Entré con buen sabor de boca previo tras haber espiado en la distancia su backstage y salí henchido de ver una colección tan rotunda y un trabajo tan divinamente ejecutado.
¡Voy a soñar días a días con los jardines de sus abrigos!
SIN HILO
Hannibal, tú sabes bien que me lo llevas poniendo difícil años y años porque siempre vuelves a tu esencia de desfile como de Miss Atlántico y a los vestidos de madrina rancia y “enmoñada”.
Es este hombre, lo tengo claro hace tiempo, de los mejores costureros de nuestra semana de moda, nadie podrá quitar mérito a la perfecta ejecución de su trabajo de costura. Sus piezas son impecables de fabricación. Pero claro, aquí estamos para analizar modas, no buen trabajo, ni materias primas excelsas. Y Laguna, que algún año me sorprende con algunas piezas sueltas como los vestidos de rayas de lentejuelas de esta colección o los pantalones de rayas con blusas verdes, luego lo echa todo por tierra ante mis ojos con sus eternos y manidos vestidos llenos de muselinas de antaño y pedrería casi de carnaval en esos terribles lavandas, albaricoques, melocotones de espumas rizadas hasta el empacho de fruta.
Juro que me esfuerzo cada año porque valoro su oficio más que nadie, pero hoy vuelvo a otro sin hilo. Hannibal, sólo espero que antes de que yo me retire de la Semana de la Moda hagas un desfile de tus piezas sueltas divinas, que las tienes, y será uno de mis CON HILO que daré con más gusto.
CON HILO
No sé dónde está aquel Torreta divino que me hechizaba antaño. Ese hombre que a finales de los 90 llenó mi retina de moda, de napas impecables como guantes que enfundaban a las mujeres en sofisticadas siluetas. Dónde está aquel hombre.
Sigue siendo Roberto un tipo elegante en todo, en su imagen, en su trato, en su aceptar hasta la última crítica. Y me encantaría que lo siguiese siendo en su moda pero este año, otra vez, su colección me ha parecido demasiado de aprobado sin más, a pesar de sus vestidos de oro troquelado.
Sí, había piezas sueltas espléndidas, y le dejo un CON HILO porque no merece otra cosa, pero yo quiero que todo me vuelva a gustar de él como en sus desfiles de otras épocas. Ojalá me vuelva a pasar.
CON HILO
Los viajes de Duyos son embriagadores. No importa la distancia que nos separe de sus destinos que él sabe traernos hasta el último pellizco de emoción de aquellos lugares en los que se inspira.
Canarias es su colección de invierno y desde las islas nos trajo el macramé, los flecos, el ganchillo, las tradiciones milenarias de las islas para mezclarlo todo con la exuberancia de sus puestas de sol, de sus aguas, de su abrupta y cambiante naturaleza reflejada en jacquares, lamés, sedas…
Qué espectáculo sus vestidos y faldas de flecos en degradé. Qué maravilla su tratamiento de los tejidos. Qué gustazo la elegancia tan chic y eterna de este creador inmenso que es Duyos.
CON HILO
Me contaron que la colección de Encinar iba a nacer directamente de las raíces del folclore de nuestro país y según me senté a verlo pensé en Lola Flores, Carmen Sevilla, Maruja Torres, Paquita Rico, Juanita Reina, Sara Montiel y tantas más sentadas en un corrillo de sillas de enea en un patio español matadas de la risa con estos vestidos imposibles que vimos.
Era más un puñado de trapos convertidos en vestidos como de ceremonia de graduación de instituto americano que un homenaje a nuestras raíces y nuestra cultura. Y por supuesto mucho más que la inspiración que pretendían en el españolismo que abanderaba Aline Griffith. Pero hoy, volviendo analizar mi carrete y archivo he encontrado un vestido rosa flotando en el caminar de Griffith y he comprendido la filosofía que Encinar quería contarnos. Quizá lo tendrían que haber depurado en vez de exagerarlo, pero es ya es para nota.
No faltarán influencers amigas de la firma para cascarse esto por las alfombras rojas como si fuesen obras de arte patrio, y ellas musas de no sé qué artistas, pero claro, zapatero a tus zapatos.
Pero dicho esto, y sin que sirva de precedente, hoy he decidido cambiar, por primera vez en la historia de mis columnas de moda y van varias décadas, el contendido de mi crítica y hasta el SIN HILO por un CON HILO. Ahí lo dejo.
SIN HILO
Sí, le he dado un SIN HILO a esta colección a pesar del optimismo de su paleta y de esas piezas, como sus abrigos naranjas, sus faldas acharoladas en butano intenso, sus vestidos turquesas y algunas más de sus piezas que me encantaron.
Pero claro, que podíamos esperar de una colección que Inuñez presenta como de primavera/verano para las propuestas de otoño/invierno. Era todo un sinsentido desde el inicio.
Que sí, que había algunas cosas efervescentes, como las puestas de sol donde empiezan los sueños, pero ni pillé el rollo de la colección completa, ni sus vestiditos noños de lady con palabras de honor y guantes de cuero, ni el desfase de las estaciones que tiene el calendario de Inuñez. Que me lo expliquen.
SIN HILO
Me había gustado tanto la Venecia de Odette la temporada pasada que tenía muy altas las expectativas con esta colección. Y claro, cuando se espera mucho y lo primero que aparece es Madame de Rosa en escena vestida de odalisca de dudoso gusto pues se barrunta la hecatombe.
El desfile tuvo piezas sueltas muy Odette e interesantes, no lo dudo y lo valoro, pero se convirtió en un armario revuelto, como intuyo el de esta muchacha según las pintas con las que va a las alfombras rojas a las que la invitan, y cualquier atisbo de buen gusto se esfumó.
Ya había en el graderío popular amigas que la gritasen guapa, pero la verdad, guapo, guapo, había poco en este conjunto farragoso de prendas de chavala hortera y con muchas ganas de llamar la atención.
La moda es otra cosa mucho más seria. Y espero que Odette Álvarez me lo vuelva a demostrar en la siguiente edición, porque sé que sabrá sorprendernos con algo más que este último batiburrillo.
CON HILO
Su colección ya prometía desde su backstage porque Luengo había vuelto a tirar de arte para su inspiración y así fue. Nos regaló un lienzo infinito que llenó de color y de sentido.
Sus vestidos con abrigos en rojo, sus vestidos mint de flecos anchos, sus vestidos lienzo virtuales. Lanas, sedas, lentejuelas…
Todo tenía optimismo, calidez y coherencia, a pesar del absurdo de los calcetines a media pierna con zapatos de pulsera, que yo habría desterrado de este buen desfile.
CON HILO
La Habana de Fely Campo me había dejado tan buen sabor de boca la temporada pasada que era un reto volver a sorprendernos, pero lo hizo.
Campo ha viajado hasta los 50 y su exquisito glamour con su 'The Way Here' con toda la riqueza de aquellos tafetanes y lamés y del suntuoso mundo de sus noches de fiesta.
Fely pasa con aplomo de la sobriedad a la sofisticación con una costura impecable, una tradición maestra y un dominio de lo que siempre será, da igual el tiempo, el amor por un oficio. Ella y su búsqueda de la belleza han dejado su buen hacer en esta propuesta de otoño/invierno llena de pequeñas grandes joyas de volumen, de color y de texturas. Enamorado me quedé de sus faldas largas y abullonadas naranjas bajo esos abrigos de glitter cobrizo.
SIN HILO
No me cansaré nunca de decir lo bueno que hace Custo como empresa, que es saber su nicho de mercado como nadie para vender por el mundo esto que cuando yo lo veo en pasarela se me estrangula hasta el esófago.
No hubo cambios, no los ha habido desde que empezó. Tan sólo cambian materiales y tejidos para seguir dotando de purpurina y plástico el brilli brilli de esas mujeres de pandilla urbana que forman la troupe de Custo.
No, nada es fino. No, nada es glamuroso. Y no, nada es elegante. Pero todo en Custo es tan Custo, que sus pandilleras, sus poligoneras y sus modernas sin edad seguirán consumiendo su ropa adictivamente. Así que sí, todo es empresa en Custo. Y eso ya es mucho. El CON HILO es otra cosa.
CON HILO
Ya lo hizo el año pasado con su fascinante Egipto, llenar la pasarela de un nuevo glamour más efervescente que sofisticado. Y eso está muy bien también. Si además te abre y te cierra el desfile una grandiosa Nieves Álvarez pues todo rueda solo.
Lola Casademunt nos devuelve a la época victoriana, con todos sus volúmenes y patrones arquitectónicos y la moderniza a base de prints chispeantes, de estampados florales y de una paleta de color desbordante.
Sus vestidos de lentejuelas en oro, champán y verdes y sus faldas rosas con blusas de gasa en print con cuellos de lazada eran todo un espectáculo.
Ella arrasa y el público, la prensa y esas mesas como de cabaret con personajes ilustres llegados hasta de la mismísima familia de Lady Di nos emborrachamos de placer.
SIN HILO
Si esto hubiese sido Otrura habría valorado su colección como algo conceptual y hasta, en parte, con ese rollo urban chic similar otras grandes colecciones de tantas semanas de moda del mundo, lo tengo claro. Había prendas que me encantaban por encima de todo lo que no me gustaba.
Pero no, esto no era Otrura aunque Otrura lo hiciese. Esto era la vuelta de Elio y lo que se esperaba de ello era que Berhanyer respirase por algún lado. Pero no fue así ni por asomo. Y eso me impide que sea objetivo con las piezas buenas que tenía esta colección, gafada desde un inicio por una mala interpretación, me temo, del cometido que les habían encomendado.
Ya me fastidia ser la voz discordante en esto, sé que muchos callarán por no poner en tela de juicio la valoración mayoritaria de un jurado para elegir a esta como la mejor colección del año. Yo no estoy juzgando la colección, insisto, a pesar de que muchas partes me parecieron siniestras y burdas copias también del actual horror de Balenciaga. Estoy juzgando, y juzgaré, cada cosa en su contexto. Así que me reafirmo con contundencia, esto no era Elio ni a Elio le habría gustado.
Cada uno, ahora, que apechugue con sus acciones y sus incoherencias.
Hasta aquí esta nueva semana de moda, de fotos, de amigos y charlas, de besos y brindis. Buen viaje de vuelta a la rutina a todos.
¡Nos vemos en la MBFWMadrid primavera/verano 2026!