Aciertos y errores de la boda Marta Luisa de Noruega

divinity.es 02/09/2024 09:25

A los novios Marta Luisa de Noruega y Durek Verrett no los recordará la historia por su gusto y elegancia, está claro. Pero esto es hilar muy fino, porque en realidad lo que hicieron el día de su boda fue una oda al esperpento.

Moriría por tener el don de escuchar en un salón royal las opiniones de una tarde de té con Lady Di, la princesa Gracia de Mónaco o la reina Isabel II con alguna que otra otra reina actual, como la nuestra, sentadas en la misma mesa.

Aciertos

1. Victoria y Daniel de Suecia se convierten en lo mejor de un enlace lleno de despropósitos.

2. Carlos Felipe y Sofía de Suecia también.

3. Fue curioso y bonito que los miembros de la familia real fuesen vestidos con el bunad, el traje regional noruego. Lo usaron todas las damas y algunos de los caballeros.

4. Haakon de Noruega estaba guapo con su esmoquin azul tinta cruzado.

Errores

1. La novia. Dicen que no hay novia fea, pero yo nunca he estado de acuerdo con esa generosa bondad. Marta Luisa de Noruega no estaba guapa con su rimbombante vestido de flores 3D, ese ramo gigante de rosas como repollos y esa melena como de venir de echar el día en la playa.

2. El novio. ¿Qué podría decir para no ser desalmado? Pues callarme, pero no ha lugar. No sé si era una disfraz de mariachi, de domador circense, de maestro de ceremonia de una fiesta en la fábrica de chocolate de Willy Wonca… Ay señor. No he podido dormir, soñé que me ahogaban los bizarros invitados con las lazadas de oro satinado de su pañoleta y su fajín.

3. La corte de damas de honor en rosa, como el ramo de la novia, con sus acompañantes con corbatones rosas como para anclar un barco a un muelle en una tempestad era de aullar.

4 El músico Harald Austad y la modelo Margie Plus, eran el ejemplo claro del incierto gusto de una corte de invitados, los del novio, que parecían sacados de la satírica y criticada representación del supuesto “festín de los dioses” de Bellini en la ceremonia de inauguración de París 2024.

O sea, los que faltaban para que la boda fuese ya un delicioso recuerdo de elegancia suprema.

¡Santa Madona!