Confiesa que le gustaría hacer de drogata, de mujer acabada y destruida
La espero desayunando al sol en la Ciudad de la Raqueta. Carlos Moyá suda su entrenamiento a escasos metros. Ella, la eterna rubia convertida en morena mediterránea, llega con su madre y su niña. Poco queda de aquella rubia divinamente frívola que veíamos en la tele. La Cerezuela de hoy es una mujer serena, dulce y huele a cerezas maduras.
[PUEDES VER LO MEJOR DE LA ENTREVISTA AL FINAL DEL TEXTO]
He escrito en Twitter que me citaba con una rubia divina con un marido de pelotas. Pero a la cita llega una morena y sin marido…
Bueno. (Risas). Hay que sorprender.
Qué placer Carolina, con lo que nos ha costado descomplicar
La verdad es que sí. Estamos viajando muchísimo y cuando llegamos a Madrid hay tantas cosas por hacer que es difícil, pero te doy las gracias porque has sido muy paciente.
Suelo serlo con ciertas personas. (Risas). Esto de tu pelo, ¿ya no vas a volver a ser rubia?
Para hacer un cambio de imagen tienes que estar en un momento de tu vida en el que te encuentres muy segura. Si tienes estrés, estás en un momento de grabación o en un rodaje no es el momento. El del embarazo tampoco era el momento de otros cambios. Estaba en Miami con mi chico y le dije, estoy cansada de verme igual durante 30 años. Él me había visto en un capítulo de Camera Café con peluca oscura y me dijo, ponte morena. Yo le pregunté si castaña y me dijo que no, un cambio es un cambio, ponte morena, morena. Y le vi tan ilusionado que dije, pues que se entretenga con una morena una temporadita. Cuando se aburra de la morena, vuelvo a la rubia.
Seis meses tiene tu niña y estás así...
Es que yo no engordé nada. Era todo barriga. Tuve un embarazo muy, muy activo. No paré. Con nueve meses corría. Con siete meses nos hicimos un viaje antes de ser papás los dos solos. Así que con siete meses estaba encima de un helicóptero como de luna de miel en Nueva York. No me compré ropa de premamá, seguí usando mi ropa un poco más justa. Y al mes y medio de dar a luz ya estaba otra vez igual.
¿Qué ha cambiado en tu vida?
Buf. Ay si yo te contara... mi ternerita. Te cambia todo.
Está para comérsela...
Además es un bebé muy bueno. Sabíamos que un bebé te cambia la vida, pero también que en ningún momento nos convertiríamos en padres absorbentes con una bebé dentro de una burbuja. Y no hemos cambiado tanto. Mi hija ya ha estado en toda España. Y ha estado en Londres, Buenos Aires, Punta Cana, Miami, ahora va para Brasil...
¿No te da ninguna pereza maletas y petates con al niña a todos lados?
Para nada. Cada día mi hija está con sus padres. No hemos dejado de hacer nada, si hace frío se le abriga más. Es a lo que acostumbres a un bebé. Es un falso mito lo de la casa a cuestas. Mi hija lo que necesita es estar con los padres, comida y mimos. Y da igual dónde estés y lo que hagas.
Todos recordamos una Carolina alocada, dentro de la cordura, divertida, frívola. Ahora llegas con tu niña, serena, relajada... Algo sí ha cambiado.
Sí, sí. Te cambian mucho los valores. Y antes me preocupaba más por todo, por mis cosas, por mis personajes. Ahora relativizo todo mucho. Ya no veo problemas en casi nada, estoy más tranquila, más relajada y tengo ganas de aportar cosas buenas en casa. Me despierto de muy buen humor, porque veo a mi ternerita en mi cama. Pero sigo siendo yo por otra parte. Salgo de risas con mis amigos y yo no soy de esas madres que hablan todo el rato de sus hijos, pues me come, me duerme, me cena… No, ella se queda con su papá o con su abuela, mi hija tiene su espacio y yo sigo siendo yo.
Es que no te pega nada estar todo el día hablando de los niños. (Risas). En Divinity me decían estos días que estaban muy agradecidos con la naturalidad con la que manejáis las redes sociales Carlos y tú…
Cada uno tiene que hacer con su vida y con sus circunstancias lo que quiera. Lo mejor en esta vida, si no tienes nada que esconder ni nada que te dé miedo, es la naturalidad y la sencillez. Para qué quiero a un paparazzi o a siete escondidos detrás de un árbol, pues es mejor decir estoy aquí y ya está.
Pero a veces el anunciarlo implica que te tengan controlado...
A veces sí es un poco coñazo, hablando mal y pronto.
Qué mal hablada eres… (Risas)
Es que me sale el barrio, me encanta el barrio. (Risa). A veces me voy de compras con mi hija y los veo que me siguen, que están todo el día esperando. Y al final acaban ayudándome a subir el cochecito al coche. Qué vas a hacer.
Y esto de que la gente se fije en todo lo que compras y metes en el carro...
Uy, las señoras se fijan mucho eh. Te miran qué yogures compras, si el pan es de cereales o sin ellos.
El último día que chateamos por teléfono estabas en la cola del súper. Muy mami te veo...
Sí. (Risas).
Te veo serena. Está Carlos entrenando, tú con tu niña charlando conmigo. Antes te veía vertiginosa y ahora sosegada...
Estoy tranquila, hago lo que me dala gana, lo que realmente quiero. Siempre estás diciendo lo que me encantaría y lo que no. Siempre vivimos poniéndonos mucha censura. Y ahora estoy en un momento en el que sí me apetece ponerme morena me pongo, si me apetece desaparecer dos semanas desaparezco... Me llaman para un trabajo que no me apetece y no me siento en la obligación de tener que cogerlo. Porque son horas que le estoy robando a mi niña. Hay días que me apetece darme una ducha y quedarme en el sofá con mi niña jugando. El otro día nos levantamos y nos fuimos a esquiar... Estoy tranquila porque estoy muy en paz con lo que tengo. Con mi familia, mi niña, mi trabajo. Esto me da mucha paz.
Y que estás enamorada hasta las trancas...
Estoy enamorada hasta las trancas. Antes mi agenda era de una persona. Ahora mi agenda es de tres. Donde va uno van los otros dos. Si mi chico tiene que ir a la otra parte del mundo nos vamos los tres. Si yo tengo que estar en Madrid venimos los tres. Y si mi niña tiene pediatra vamos los tres. Eso te llena la vida. Es muy bonito.
¿Y de trabajo?
Hay proyectos para este verano y algo muy bonito de entrevistas.
¿Vuelta a la televisión?
Sí, es de televisión pero estamos dándole forma.
¿Echas de menos la tele?
(Silencio y ceja levantada).
Lo has dicho todo. (Risas)
Depende de qué tele. (Risa). Yo hay días que estoy en casa y digo uf, qué pereza.
¿Eso te parece la tele de hoy?
A ver hay programas buenos y la televisión es el reflejo de la sociedad. Tiene que haber programas para todos.
No seas diplomática Carolina que lo ha dicho todo tu cara. ¿Te espanta la tele de hoy o no?
No es que me espante sino que hay muchos programas en que no me veo. Y ya está. Tiene que haber de todo y no creo en eso de que nadie ve la tele. Las audiencias salen de algún sitio. La tele es un reclamo de lo que la sociedad pide y ojo, de lo que la sociedad necesita. Pero es verdad que yo tengo la tele puesta y oigo peleas y gritos, y me carga. Habría que volver a encontrar el punto intermedio. Evidentemente nos gusta los temas de sociedad y corazón, nos gusta ver a la gente. Pero hay que encontrar un punto intermedio entre saber de los demás y machacar la vida de los demás. Se ha perdido la magia de la televisión. La gente de la tele antes tenía glamour, eran sorprendentes.
A mí me falta ese punto chic que tenían las celebrities de la tv...
Sí. Antes había glamour y había sorpresas. Hoy la gente de la tele es un reflejo de la calle.
¿En la vida es también Carolina esa niña que se ilusiona y con capacidad de sorpresa?
Sin ilusión no se puede vivir.
¿Qué te ilusiona ahora mismo?
Soy de pequeñas cosas. Ahora mismo me ilusiona hacer una maleta y saber qué tiempo hará allí donde vamos. Comprar ropa a mi niña. Cenar con unos amigos. Yo me meto en la cama por la noche y pienso que no le puedo pedir nada a la vida. Estoy como había visualizado con 20 años.
¿No estarás embarazada?
No. ¿Por qué? (Risas). ¿Tengo cara de embarazada?
Sí. Te he visto ojos de madre…
Pues no. Es que soy madre. (Risa). ¿Me han embarazado otra vez?
Sí, ya sabes cómo es internet. ¿Te gustaría?
Sí, pero no ahora. Me gustaría tener por lo menos tres hijos. (Risas). Es que esto me ha gustado mucho, es como montarte en una montaña rusa y que en cuanto bajas quieres volver a subir.
Lo más divino de tu vida es…
Esas noches improvisadas que estás con un amigo o siete con un vino y hablas de la vida y ayudas a toma decisiones. Eso de hoy vamos a arreglar el mundo. O al revés, vamos a desordenarlo y a ponerlo boca abajo. Eso me parece divino.
¿Echas de menos esas cosas? ¿Te corta el tener un bebé?
Para nada. Mi casa siempre está llena de amigos. Vivimos entre Palma de Mallorca y Madrid y siempre hay gente en casa. Sin organizarlo. Me da más pereza salir hasta las tantas, espacio mis grandes juergones pero sigo haciendo lo que me apetece.
¿Qué es Carlos en tu vida?
Ay. (Sonrisa y silencio). Qué pregunta.
Directísima y clarísima. Ya me ha respondido tu mirada. ¿Y tus palabras?
A veces las cosas muy grandes no las puedes meter en una sola palabra. Lo es todo. Es mi punto de equilibrio. No mi pilar, porque yo no dependo de él ni él depende de mí, pero sí es mi equilibrio. Los dos juntos somos el tándem perfecto, somos cómplices. Si se va me moriría de pena pero no es necesidad, es que todo lo quiero compartir con él. Todo lo hago con él.
Decir equilibrio es más importante que decir mi pilar. Me temo...
Para mí es todo. Es mi cómplice de vida, nos gustan las mismas cosas, estamos construyendo una familia.
¿Cómo conociste a Carlos? Creo que no lo has contado nunca...
No lo hemos contado nunca. Es una historia muy bonita que a mis hijos les encantará. Nos presentó un amigo, un amigo común. Y fuimos hablando por mensajes. Yo llegué a decirle a una amiga que parecía una idiota porque me estaba enamorando de un mensaje. Mensajes de buenos días, de buenas noches, de qué comes, qué cenas... de pronto había alguien al otro lado que se te iba haciendo indispensable. Y eso que era una época en la que estábamos a tope de trabajo y no buscábamos una relación. Un día salimos a cenar y cuando llegué a mi casa dije no hay otra opción. Es él. No hay otra posibilidad. Los dos sufríamos muchos cuando él tenía que viajar y yo estaba angustiada. Sufría porque quería estar con él. Y cuando estaba con él sufría porque tenía trabajos pendientes en Madrid. Así que llegó un día y se acabó sufrir por sufrir. Y llamé a mi representante y dije me voy, me voy con él. Di que no a todo.
Y lo dejaste todo
Sí. Y además yo tuve un problema serio de estrés, estuve yendo a un neurólogo. Llevaba 16 horas de trabajo al día. Entre Camera Café, Por qué no te callas, eventos, viajes... Dejé de ver de un ojo, tenía unos dolores de cabeza terribles. Y me dijeron que necesitaba relax y parar. Me dijo o paras o te paro yo. Y paré. Y me fui con Carlos.
Pues sin saber esto te decía antes que te veía acelerada y ahora serena. Eres otra mujer
Totalmente. Dormir no tenía cabida en mi vida. Necesitaba paz. Paz. Me dijeron un día que el dinero no te da la felicidad pero te da tiempo. Y el tiempo es lo que vale en la vida. Da igual el dinero que tengas, el éxito, si no tienes tiempo para estar con tu familia, con tus amigos... El tiempo para lo que sea, te da mucha calma. Y yo no lo tuve.
El papel de tu vida es esta mujer que camina con serenidad. ¿Y en las tablas?
Me apetece hacer una mujer completamente distinta a lo que soy. El cambio a morena igual da pistas. Estaba cansada de hacer chica graciosa, rubia, divertida, mona...
¿El estar muy buena es un lastre?
Hombre muchas gracias por la parte que me toca. (Risas).
Es lo que hay. ¿Esto condiciona los papeles?
Pues sí, la verdad.
Fuera no pasa. En América hay pibones
Cierto. Pues me gustaría hacer de drogata, de una mujer destruida, acabada. Y además he hecho dramas en mi vida con mucho curro y la gente me recuerda por el cámara que me estudiaba los guiones en el coche. La gente sigue creyendo que soy una mujer de comedia. Joder que llevo diez años haciendo drama.
A veces es la antimagia de la televisión, la gente te recuerda por lo último que has hecho y olvida todo lo que llevas cargada a la espalda...
Sí. Da igual, da igual. Pero yo estoy muy agradecida a Camera Café, fue una época muy divertida, fue mi boom y me di a conocer pero me apetece mucho hacer otra cosa. He dicho que no a muchos papeles que me llegan y que son lo mismo. Ahora prefiero la calidad a la cantidad.
Podrías ser este año una prostituta destruida (trabajo) con bebés y con serenidad familiar (vida)
Hombre dicho así, suena... (Risas). Pero sí, tendré más niños. Me veo llevando a los niños al cole y llegando a un rodaje, compaginando bien vida personal y laboral. Porque Carlos no es que me ayude, es que cría a la niña.
¿Carlos cambia pañales y prepara bibes?
Y se va con ella a sus clases de natación, la viste, la duerme, se queda con ella.
Me estoy enamorando hasta yo. Carlos no es un marido, es un chollo
Sí. Lo es.
¿Vas a envejecer con este chollo?
Por supuesto.
Un placer Carolina. Me gusta esta nueva mujer en paz.
Oye me puedes llamar cuando quieras, (risas) que he estado muy a gusto y te cuento mis viajecitos.
La mujer serena se levanta, se pone las gafas de sol y sigue charlando como si no hubiéramos terminado esta charla. Su madre, al fondo, pasea a retoño. Más allá, un padre feliz sigue sudando en la pista. Todo funciona.