Ya se había presentado en sociedad con un acto oficial de la Real Maestranza de Sevilla hace unos meses, pero la hija de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar, nieta de los reyes eméritos y sobrina del rey Felipe VI aunque ninguno de ellos haya estado en su guateque, hizo su puesta de largo anoche en Madrid.
La Finca El Chaparral fue el escenario de tan magno evento al que la celebrante llegó con su Lorenzo Caprile rojo. Casualidades de la vida, el mismo diseñador, el mismo color, el mismo acontecimiento que el de Tana, la hija de Eugenia Martínez de Irujo y Francisco Rivera Ordoñez y a la sazón nieta de la desaparecida Duquesa de Alba. Pero que quedo mil veces con aquellos otros gustos y noblezas.
Volviendo a lo que toca, ellas debían ir de largo, obvio, de eso se trata una puesta de largo. Ellos, de esmoquin, aunque alguno parecía más el portero de un bingo portuario.
Hubo mucho amiguete que conocería ella, pero a nosotros ni nos suenan sus apellidos. Hubo también mucha fiesta, una barra despendolada y hasta un cerdo patriótico, con menos gusto que nacionalidad. Vamos, que la puesta de largo de la muchacha, tiene más anécdotas que estilismos.
No me veo yo a la reina Letizia con un modelazo hasta los pies corriendo detrás del gorrino por la finca mientras los amiguetes de la niña se entonaban en una barra al ritmo de Juan Magán.
1. El rojo Caprile largo, sin mangas, de escote V y flecos desde el talle era acierto por quien lo firmaba, no porque Victoria Federica lo defendiera a muerte porque estaba sosa y rancia como una mata de habas.
1. Que dicen las crónicas sociales que el maquillaje era tendencia por llevar los ojos ahumados y ausencia de color en los labios. Pues a mí me dicen que se maquilló en Nochevieja y esto es lo que le quedaba en la cara en junio y me lo creo.
2. El pendientito de moda entre algunas influencers, no todas con el gusto que pregonan, se daba de tortas con su vestido. Vamos que esto que llaman el ‘earcuff’ es lo que llevaban las trasnochadas de la movida madrileña cuando se hacían los agujeros de las orejas en casa con hielo y una aguja del costurero. Todo muy fino.
3. El novio de la celebrante, Gonzalo Caballero, habría estaba correcto dentro de su chaqué clásico si no fuese por el peinado del gato y la cara de ‘tenía que venir así porque es lo que tocaba’. Vamos que no les van a dar el Premio a la Alegría a ninguno de los dos.
4. Y ya lo del regalito del cerdo vietnamita envuelto en la bandera española me van a perdonar ustedes, que yo soy patriótico como el que más, pero es como salir corriendo del mal gusto.
Puestos a patriotismo le podían haber regalado un jamón de pata negra envuelto en la misma bandera. Vamos, digo yo. Que Vietnam nos queda muy lejos, y para cerdos, cerdos, los españoles.