Me he pasado tantos años criticando los imposibles estilismos de Paris Hilton y muchas de sus tontunas y desbarres que cuando me he puesto a examinar la boda de la multimillonaria más imitada del mundo me he quedado gratamente sorprendido por muchos de sus detalles.
No es una reconversión, ya lo aviso, pero si un ‘es de justicia’ reconocer que aquella niña simplona se hizo mayor y que de novia estaba más guapa que nunca. La culpa, también es justo decirlo, ha sido de la casa Oscar De la Renta. Pero ella elige, y eso, no le quitemos mérito, es su primer gran acierto en tantos años de flashes y de errores antes ellos.
Cinco vestidos, 4 nupciales y uno rosa muy de atrezzo, muy de Barbie, muy de ella, para la fiesta de disfraces con la que cerró, en el Parque de Atracciones de Santa Mónica, sus tres días de celebraciones de boda.
Este lo pasaré por alto, para hoy hacer un ‘todo aciertos’, más allá de mis gustos, sobre una mujer tan peculiar y tan amada como criticada en todo el planeta.
1. La novia entera. Sí, sigo alucinado. Me maravilla que alguien como ella haya elegido la exquisitez de Oscar De la Renta para su vestido principal de novia, romántico y floral de cuello cisne, lleno de mensajes y de hechizos.
Me gustaba su perfecto recogido con flequillo, su makeup, sus brillantes… Estaba guapa y divina, aunque me cueste asociar este último calificativo a su personaje.
2. El segundo vestido, también de Oscar de la Renta, para el banquete, era coqueto y encantador, con flores 3D, escote barco y falda bombón.
3. La tercera opción fue un vestido joya de escote V. Mucho más en la línea de su exageración por el brillo, pero nada estridente en el conjunto de su blanca celebración.
4. Llegada la noche, el cuarto vestido era un corsé con falda voluminosa, perfecto para abrir el baile nupcial.
5. La familia Hilton, tan América Style, depuró sus estridencias para una boda al más puro rollo del poderío norteamericano.
6. Los arreglos florales con velas, todo en blanco inmaculado, me hace olvidar el estridente mundo pink que siempre rodea a la niña mimada de los Hilton.
Jamás pensé, en todos estos años de crítica social en los que Paris ha sido infinidad de veces el objetivo de mis dardos, que hoy no encontraría errores, salvo pequeñas nimiedades que poco importan, en su fastuosa boda.
Que había cosas de grandilocuencia estética en la decoración que me espantan por norma general, sí. Que ella estaba radiante como para tapar, al menos por una vez, muchas bocas, también.
Doña Paris, enhorabuena. Cuando usted baje la guardia, volverán mis errores, mientras hoy le deseo que sea inmensamente feliz.