Chave, chamana, siempre
"Nadie en el mundo que abre los brazos allá arriba como ella”. Así suele presentar Pedro Almodóvar a su amiga del alma, Chavela Vargas, la única mujer en el planeta que consigue que “las amarguras no sean amargas” si es ella quien las canta. Aprovechamos que está en Madrid a sus 93 años entonando a Lorca, otro de sus compadres atemporales, y presentando su libro autobiográfico ‘Dos vidas necesito. Las verdades de Chavela’ para releer, reescuchar y resentir a esta chamana de los sentimientos a través de su propia voz.
El volumen está estructurado en torno a varias conversaciones que la cantante mantuvo con la periodista (y amiga) María Corina, en las que abrió su alma como solo hace al cantar. En ellas entonó recuerdos sobre su triste infancia; sus ganas de aprender a vivir; Frida Kaho, su gran mentora y primer amor, su compadre Jose Alfredo, su pasión por España y México y muchas otras vivencias, que, al ser invocadas, volvieron con la misma fuerza (o más) con la que fueron vividos. Aquí va una selección de sus palabras.
Por el principio
Estas son las primeras dos frases de ‘Dos vidas necesito. Las verdades de Chavela’: “Mi nombre es Chavela Vargas, tengo noventa años y estoy viva. Viva de tanto vivir, de tanto amar, de tanto gritar que estoy viva como la vida, como el color rojo, como los recuerdos rojos que sabe a pan”.
Su lema
"Las personas, simplemente, aman o no aman. Los que aman, lo harán siempre a todas horas, intensa y apasionadamente. Los que no aman, jamás se elevarán ni un centímetro del suelo. Hombres y mujeres grises, sin sangre”
Infancia en Costa Rica
-Busca el primer recuerdo, Chavela –le pido (escribe María Cortina).
-Nadie me abraza, nadie me toca siquiera. Como si les diera horror. Nadie me mira, ni una mirada franca. Es ésa mi niñez. El vacío.
Su familia
Tuvo dos hermanos, Álvaro y Rodrigo, y una sola hermana, Ofelia, que apenas le hablaba y la hacía la vida imposible (“yo sentía su odio, el disgusto de que yo existiera”). Sus padres se separaron y tuvo que ir a vivir con sus tíos, donde aprendió “a matar culebras a tiros”, que era mejor amar a las vacas y los animales que a algunas personas y que, por suerte, muchas cosas eran posibles si una se empeña mucho: “A los 9 años podía bajar fruta de los árboles más altos”, dice como una metáfora vital.
Amigos , sus pilares
“He tenido muchos amores y muchos amigos, y al final decidí quedarme con los amigos, con los amigos del alma. El amor se acaba, se te escapa de las manos, huye. La amistad permanece, dura para siempre. Todo el oro que hay en el mundo, no lo cambio por un amigo”.
Fiestas salvajes con Ava Gardner
Se escapó a México, consiguió un trabajo cantando en la radio y luego otro en Acapulco:
“Vivía en un sueño. En ese tiempo, iban a pasar temporadas en verano Elisabeth Taylor, Rock Hudson, Clark Gable, Lana Turner, y otra actriz muy bella, bellísima, Ava Gardner . Conocía a cada uno de ellos (…). Estuve en la boda de Taylor y el productor Michael Todd ¡Una maravilla! Y después vino una fiesta de tres días.(…) Ava Gardner se puso una borrachera divina, divina. Se trepaba a las mesas, reía, bailaba, hizo lo que le dio la gana. Un día amanecimos todos enredados, me acuerdo de ese despertar. Abrí los ojos y vi a Ava, Lana, Clark y a otro montón de gente, dormidos en el suelo, rodeados de zapatos de tacón, muchos de ellos todavía llenos de champaña. Habíamos bebido champaña en zapatos de tacón”.
Frida Kahlo, la mujer de su vida
“Me quedé con ganas de decirles que Frida fue el gran amor de mi vida. De decirles que lo que sentí por ella, nunca se repitió; que lo que puse de mí en ella fue todo cuanto tenía. Mi energía y toda la del mundo, el calor, la sensibilidad, toda la fuerza del amor que he sentido en mí, se lo di a ella”.
José Alfredo, su hermano
Si ha habido un cuate, un hermano, un alma gemela para Chavela, ése ha sido José Alfredo. Juntos iban a cantar serenatas a las amantes de uno y de otra y juntos bebían de tequila entre risas y lágrimas. Él componía para su voz. Cada pocos días le pedía que escribiese alguna frase en una servilleta o en la mano y a partir de ahí acababa una canción. Su muerte por cirrosis la devolvió a la soledad. En su entierro, Chavela se bajó tres botellas de tequila y comenzó a cantar. Intentaron echarla de la iglesia. La mujer de José Alfredo lo impidió: “les dijo que me dejaran. ‘Es la mejor amiga de mi esposo y, seguramente, estará feliz de oírla cantar para él’” recuerda que dijo.
De 1975 a 1995: Veinte años de alcoholismo
“Volvió del infierno porque le dio la gana. Nadie le pidió que lo hiciera, nadie le rogó, nadie le suplicó. Ningún doctor le hizo ver el daño que el alcohol le causaba, nadie le ayudó. Tomó la decisión de dejar el trago y el cigarro el mismo día, porque le dio la gana. Porque le vio el rostro a la muerte. ‘Me estaba muriendo, me sentí débil, muy débil. Y no tenía dinero ni para comprar un vitamina. Comía mal, sin un quinto para alimentarme bien. No tenía ya nada ni nadie”.
Su amor por España
“Nos enamoramos. España y yo nos enamoramos. No lo pudimos evitar, fue extraño, como un maridaje con España, a la que considero la hembra de Europa. Por eso fue tan fluido, por eso pude hacer tantos amigos allá. España dentro de mí. España me dio un público muy especial y generoso, y muchos amigos, sobre todo Pedro”.
Almodóvar, su cuate en Madrid
“Soy su único amor en la tierra. Los demás son amores amores, pero el único en la tierra, el único amor-verdad soy yo. Somos como una continuación del otro en pensamiento, en amor a las personas y a las cosas. Lo mismo que a mí me impacta, a él también. Lo mismo que a él lo pone nervioso, a mí también. Pedro y yo nos soñamos. Soñamos que nos vemos en los sueños y que estamos en la vida, en medio de las cosas maravillosas de la vida”.
Sabina y Madrid
“Cuando conocía Joaquín Sabina, Ana Belén y Víctor Manuel, a Miguel Bosé y a su mamá, Martirio… supe que serían mis amigos para siempre. Para toda la vida que me quedaba por vivir. Joaquín y yo una vez nos agarramos un pleito, pero como era de suponer, hicimos las paces en unos cuantos días. Es encantador el Juaquinito, encantador. Tiene la costumbre de escribirme recaditos, aunque estemos juntos me escribe recaditos en cualquier papel que se encuentre. Lo agarra del suelo y comienza a escribir, divertidísimo”.
Lorca y Chavela, dos insomnes en la Residencia
“Todavía se aparece en Tepoztlán para seguir platicando conmigo. Pero en la Residencia lo hacíamos casi a diario. El poeta y yo, los dos insomnes, pasábamos horas hablando, escuchando música o leyendo poesía en voz alta. Poesía escrita por él, como aquella que dice: La noche no quiere venir/para que tú no vengas/ ni yo pueda ir”.
La soledad, su compañera
“Lo supe siempre. No hay nadie que aguante la libertad ajena; a nadie le gusta vivir con una persona libre. Si eres libre, ése es el precio que tienes que pagar: la soledad”.