Lo suyo es el blanco y negro, la espontaneidad de la escena, los ritos populares en clave antropológica. Sin embargo, Cristina García Rodero ha sido la elegida para realizar las 16 instantáneas en color, la mayoría retratos estáticos, que conmemoran el 40 cumpleaños de Letizia Ortiz. ¿Por qué? Parece que a la Casa Real le gustaba su calidez y el hecho de que no esté vinculada a ningún medio español en concreto. En petit comité se comenta que es una de las artistas favoritas de la Princesa de Asturias y le ha preferido a Dani Vigili, el retratista oficial. Repasamos la obra de esta manchega de 63 años, viajera incansable, de carácter humilde y "corazón de pintora".
"Para poder disparar una foto necesito emocionarme", suele repetir García Rodero en las entrevistas. Y parece que la Premio Nacional de Fotografía llevó su máxima también a Zarzuela, porque nunca antes se había visto de un modo tan íntimo al príncipe Felipe, a la princesa Letizia y a las infantas Leonor y Sofía. Casi todos los medios nacionales así lo han entendido, sobre todo al elegir la misma foto para abrir el reportaje: una en la que un padre hace cosquillas a su rubia primogénita, mientras su mujer acaricia el pelo de la hija pequeña, dormida a la izquierda. Más criticados, por estáticos y por transmitir una supuesta frialdad, han sido los retratos individuales de la princesa de Asturias.
García Rodero nació el 14 de octubre del 49 en Puertollano, Ciudad Real, donde vivió las duras condiciones de la Mancha de posguerra. Una mezcla entre humanidad y dureza que conserva en su modo de mirar la realidad. Iba para pintora, su mayor pasión, pero una beca de la Fundación Juan March en 1973 le cambió la vida. Invirtió el dinero en viajar por las carreteras secundarias de toda España fotografiando procesiones, fiestas populares, funerales… todo lo que oliese a ritos antropológicos. Mejor cuanto más profundos, más significativos cuanto más cerca de desaparecer.
Enseguida hizo lo mismo en el Amazonas, Haití o los montes rusos. Pasó años viajando y apretando el botón en el instante decisivo, ese en el "que se consigue detener el tiempo". También investigó los cambios en la conducta sexual a través de los festivales musicales, los nuevos núcleos rituales de la juventud española.
"Al final, ese es mi trabajo: hablar de la vida, descubrir culturas nuevas, acercarme al ser humano y sentirlo próximo", explicó hace poco en una entrevista a ABC. Esta 'España Oculta' acabó por deslumbrar a la mismísima agencia Magnum, que llamó a la fotógrafa para trabajar con ellos en el 2005. Primera y única española en unirse al sueño de Robert Capa y de Cartier-Bresson. "Nunca soñé entrar en Magnum porque está muy centrada en la actualidad, y lo mío es hablar de lo eterno, acercarme al ser humano en lo cotidiano", explica.
Parece que esa visión intelectual y espontánea, pero añadiendo un tono luminososamente alegre que se alejaba de su trayectoria, era una de las cosas que buscaba la Casa Real proponiéndole el reportaje, realizado en diferentes sesiones. Como antecedentes solo estaba su sobrio retrato a Manuel Marín para el Congreso, que creó polémica porque Bono lo quería en óleo. Nada similar a este 'toque ¡Hola!' de familia feliz en el jardín, que será cargado, según fuentes de La Zarzuela consultadas por eldiario.es, a los presupuestos de la monarquía pero advierten que "se ha pactado con la autora no hacer público el coste de las mismas".
García Rodero suele utilizar un tono pausado y didáctico al expresarse, lo que no es casualidad: otra de sus pasiones es la enseñanza. Comenzó dando clases de dibujo a finales de los setenta en la Universidad Complutense, pero pronto se pasó a la foto. "En realidad me siento sobre todo pintora. Hace años que no pinto, pero si la vida me trata bien, volveré a hacerlo. Es una necesidad…", suele decir esta licenciada en Bellas Artes.
A García Rodero le gustan "los fotógrafos que aman la vida, que tienen ternura", pero habita en sus preferencias una contradicción: su top es sin embargo Diane Arbus, una artista dura, hipersensible, escatológica casi, que acabó suicidándose. “En cada una de sus fotos se ve que hay alguien que está sufriendo. Cuando ella se suicidó, yo empezaba a centrarme mucho en la fotografía y a mí me revolvió mucho las tripas… revolucionó mi modo de entender la fotografía”.