Su duelo decide millones de votos. Ann representa la mujer estadounidense más acomodadamente caucásica, recién peinada y tradicional. Michelle el país de las chicas autónomas, remangadas para lo que haga falta, donde todo es posible a pesar de que la tata-tatarabuela recogió algodón. También su armario difiere. La esposa de Romney tira de looks planos, sin apenas innovar y casi siempre a juego con los trajes de su marido. El armario de la mujer de Obama apuesta sin embargo por lo multicolor, elige un diseñador patrio en cada evento relevante y está considerada un referente para ir bien vestida sin resultar monótona. ¿A favor de qué opuesto se inclinará la balanza?
Las encuestas son claras: la primera dama es una pieza clave en el complejo microcosmos de una campaña electoral, sobre todo si es estadounidense y está en la fase de posicionamiento (culminará el próximo 6 de noviembre). Un símbolo en sí mismo. Los consejeros de Barack y Mitt lo saben y acentúan los elementos que puedan conectar con el electorado que más les interesa. Si una es de corte tradicional, cocinará pasteles aún más rosas. Si la otra es moderna, saltará más alto a la comba para luchar contra la obesidad infantil. En un mundo en crisis, nada es casualidad.
SU MUNDO DE SOLTERAS
Ann Louis Davies nació el 16 de abril de 1949 en Bloomfield Hills, una ciudad al norte de Detroit, en una familia de provincias de clase alta. Su padre ganó millones vendiendo maquinaria pesada a la marina. Tiene dos hermanos. Michelle LaVaughn Robinson (17 de enero de 1964) es de la zona sur de Chicago, donde su padre trabajaba en una planta de agua y su madre era secretaria. Su hermano es el entrenador de basket de Universidad de Oregón. Gran parte de su familia sigue en Carolina del Sur, donde sus ancestros recogieron algodón como esclavos.
SU EDUCACIÓN
Ann y Mitt se conocieron en el instituto hace 47 años, cuando ella tenía 16 y él 18, y se casaron a los veinte. A pesar de que ella tiene un título en lengua francesa en la Universidad de Brigham, lo dejó todo para dedicarse en útero y alma a su marido, que para entonces comenzaba su incipiente fortuna. Eso sí, siguió con la hípica, una las pocas pasiones individuales que se le conocen. Michelle se enamoró de Barack en un prestigioso bufete de abogados de Chicago, después de licenciarse en Harvard y Princeton, con tesis cum laude sobre la comunidad negra. La joven pareja soñaba con defender los derechos sanitarios de los que peor lo tenían en la 'ciudad del viento'.
SU PRIMERA CITA
Según una biografía de Irin Carmon, los primeros encuentros de ambas parejas ya definen su modo de estar en el mundo. Los Obama vieron la película ‘Do the Right Thing’, de Spike Lee. Los Romney disfrutaron del musical ‘The Sound of Music’, de Julie Andrews.
HIJOS
Ann dio a luz entre 1970 y 1981 a cinco hijos varones, después de convertirse al mormonismo. Tagg, Ben, Matt, Craig y Josh son altos, guapos, tirando a rubios y ricos. La abuela Ann tiene 18 nietos a comer los domingos. Esta considerada una excelsa representante de las ‘jockey mummy’, esas madres de familia que defienden su camada a muerte puesto que es el rasgo identitario sobre el que se construyen. No en vano, su iglesia defiende el papel de la mujer como “"a maquinaria que da ánimo al conjunto del hombre". El caso de Michelle es diferente. En 1998 nació su primera hija, Malia Ann, y tres años después Sasha. Las niñas han tenido varias niñeras, que las cuidaban mientras sus padres trabajaban.
ONDEANDO VALORES
Ann cree que representa mejor que nadie “los valores que han hecho grande” a su país: la familia, el liberalismo, la justicia retributiva del sueño americano. Un ataque de esclerosis múltiple le sorprendió en 1998, enfermedad que combate con un híbrido de medicación química y alternativa, y en cuya recaudación de fondos participa activamente. Diez años más tarde sufrió un cáncer de mama del que está complemente recuperada. También apoya causas solidarias en este sentido. Paradójicamente, en vez de debilitar su imagen pública, estos trances le han fortalecido. Michelle tiende más a subrayar en sus prioridades el hecho de poder acceder a una educación superior mediante becas si los logros académicos son notables, la incorporación de la mujer al mercado laboral, sanidad pública para todos y multiculturalidad.
LAS CRÍTICAS
Tanta atención se pone en subrayar mediáticamente una faceta, que puede volverse en contra fácilmente. Le sucedió a la señora Romney al aparecer este verano conduciendo una moto de agua con su marido en el asiento trasero. Se hizo con los favores del electorado moderado, pero millones de críticas del 'Tea Party'. Michelle recibió, en el mismo sentido, elogios demócratas al dejar su carrera como abogada de éxito por hacer de primera dama y profundas críticas por rentabilizar la esclavitud de su familia. El dinero que se gasta en su armario es una crítica recurrente, a pesar de que muchos modelos son cesiones de diseñadores.
ESTILO
Se estima que el 'efecto Obama' ha generado más de 2,7 billones de dólares para la industria de la moda estadounidense. Michelle se ha preocupado de utilizar siempre diseñadores yankees en eventos de relevancia, como Jason Wu o J Crew. También utiliza marcas low cost, como H&M, pero algunos le acusan de gastarse demasiado dinero en ropa, como cuando acudió este verano a una recepción en Buckingham Palace, con motivo del inicio de los Juegos Olímpicos, con una chaqueta de Mendel valorada en 6.800 dólares.
Ann es un trendsetter en potencia, pero aún no ha explotado su lado fashionista. Prefiere conscientemente quedarse, al menos de momento, en el look convencional de ama de casa comedida y peinada eternamente por la misma peluquera. Pocas veces ha usado marcas, pero un top de Reed Krakoff, valorado en más de 1000 dólares, se agotó en las tiendas a los pocos días de lucirlo en un miting en el que defendió los talentos de su marido. Las joyas ostentosas tampoco van con ella. Mejor una perla, quizás un brillantito. Eso sí, la alianza siempre bien visible.