"Jagger debería donar su cuerpo a la ciencia", decía hace solo unos días Diego Manrique en El País. Es asombroso ver sobre el escenario al líder de los Stones, ya bisabuelo, dar brincos durante más de dos horas sin parar de cantar. Está a punto de cumplir 71 años y ha llevado una vida de excesos que a cualquiera nos habría dejado desfondados para siempre. Pero no a Mick Jagger. ¿A qué se debe esa energía? Hay tantas leyendas urbanas atractivas: un cambio total de sangre, un pacto con el demonio, los efectos de su intensa actividad sexual, el budismo…
Pero parece que la razón principal es mucho más prosaica y se trata más bien de una cuestión de genética, la que le transmitió su padre, Joe Jagger. Acompañó a su hijo Mick cuando fue nombrado Sir en 2003 y era un señor de 90 años con un aspecto muy saludable. Murió tres años después pero fue por una complicación derivada de una caída.
Además de gozar de buena salud, resulta que Joe Jagger era profesor de educación física y logró inocular a su hijo el virus del deporte. El cantante de los Stones podía cometer excesos, sí, pero luego se cuidaba y hacía ejercicio. Bici, kickboxing, atletismo y hasta ballet ha hecho Mick Jagger para aguantar el ritmo de la música.
¿Y las drogas? La genética y el ejercicio no bastan para arreglar el deterioro que producen pero es que Jagger consiguió planear sobre ellas. Las consumió pero no sucumbió a las drogas duras que destrozaron a sus compañeros, parejas y amigos. Debió de probarlo todo pero no se enganchó a nada.
Sea por esa envidiable genética o porque es un tipo bastante inteligente, no cayó en la adicción y ha sido siempre especialmente intolerante con aquellos que dejan que el consumo afecte a su trabajo. No dudó en echar del grupo al enganchado y deteriorado Brian Jones que apareció muerto en su piscina solo unos días después de que le dieran la noticia. También criticó con dureza a su álter ego Keith Richards por presentarse puesto en los conciertos y a su mujer Anita Pallenberg por no ser capaz de estar sobria ni siquiera para cuidar a sus hijos.
No es que él pueda presumir de ser un gran padre. Ha tenido siete hijos de cuatro mujeres y al último, de 14 años, lo tuvo que reconocer obligado por una prueba de paternidad. Pudimos ver a algunos de ellos apoyando a su padre en el entierro de su última novia, la diseñadora L´Wren Scott que se suicidó el pasado mes de marzo.
L´Wren Scott lo consiguió pero no fue la única mujer que se intentó quitar la vida mientras estaba cerca de Jagger. En 1966, una jovencísima Chrissie Shrimpton despertó en un hospital tras atiborrarse de pastillas al saber que Mick la había dejado por Marianne Faithfull. Solo unos años después fue la gran Marianne Faithfull la que abusó de los barbitúricos después de demasiadas drogas y muchos cuernos.
Pero Jagger siempre ha tenido la habilidad de mantenerse limpio en medio del fango. Cuando todo se desmorona a su alrededor, él logra salir indemne. Y lo hace con frialdad, como si lo único que importara fuera seguir trabajando. Esa frialdad solo parece haberse quebrado un poco con el suicidio de Scott. Los años han debido de hacer algo de mella en el insensible líder de los Stones y llegó a cancelar el primer concierto de la gira.
Pero no tardó en ponerse de nuevo en camino.
Mick Jagger es el artífice de una leyenda, de la banda más longeva de la historia del rock, de una marca imbatible, de una máquina de generar dinero. El talento musical ha sido más generoso con Keith Richards que con él, pero los Rolling Stones no habrían sido lo que son, y sobre todo, no habrían sobrevivido tanto, sin Jagger.
Él ha sido el que ha mantenido vivo el espíritu de la banda y el que a pesar de sus diferencias, ha conservado la relación con Richards. Y él sigue siendo el hombre que corre 10 kilómetros al día y ensaya cada noche con maquetas del grupo sin voz para dar el callo en el escenario.
El 25 de junio vuelve a España en un único concierto en Madrid. Muchos acudirán pensando que es la última oportunidad de verlo en un escenario… yo no lo tendría tan claro, puede que lo del pacto con el diablo no sea una leyenda urbana.