Antes de ponerme a escribir he comprobado que no guardo ninguna en mi armario. Como el uso de la prenda no es exclusivo de ellos -lo que sí sucede con mis tangas, salvo filias eróticas- podría, pero nunca he llevado una. Me recuerda a un yugo. Su nudo representa la sumisión masculina a la norma, igual que en cierto modo se somete nuestro pecho al sujetador.
A ambos les envuelve una pátina alienante; de ahí la liberación femenina aflojaba los sujetadores y los ondeaba como una bandera, y me extraña que ellos, hasta las pelotas de sus servidumbres de género, no nos copien. Quizá en el fondo les complace la disciplina. O solo se revelan por dentro, cualquiera sabe. ¿Y si hoy en lugar de preguntarnos qué demonios es ser mujer nos interrogáramos por lo que supondría sentirse un hombre? Lanzo la pregunta tras leer la cantidad de sandeces que se publican con motivo del Día Internacional de la Mujer.
En serio me parece genial que se conmemore nuestra condición y las mil batallas que hay detrás de cada logro, pero de recordar a quienes se partieron la cara hace siglos por reivindicar lo justo y en cuya memoria se eligió el 8 de marzo, a caer en la cursilería y el hazmerreír, media un palmo.
De los memes de Iglesias y Errejón como abnegadas mujeres, al "llorar callada los dolores de la vida" de una Asociación de Mujeres, hasta la camiseta rosa de Rubén Castro en el Betis -investigado por violencia de género- festejando la fecha. Hay para dar y tomar.
Parece que uno mira el calendario, ve la onomástica y lanza un panfleto para quedar bien (con el que queda muy mal). En el fondo ya no es que el día ni le va ni le viene pero algo hay que hacer; no, lo peor es que poc@s se paran a pensar qué representa y para qué sirve. Aunque leído lo leído, mejor lo dejamos estar. Este es uno de los riesgos de repetir la celebración año tras otro, otro es quedarnos atrapadas en el tiempo, en un día de la marmota repleto de expresiones grandilocuentes que se olvidan a la mañana siguiente. Mientras, seguimos sin definir de modo unánime qué coño es ser mujer, aparte de un taco y un sexo oculto que nos condena a la complejidad, frente a un aparato genital masculino explícito y directo.
Vamos, la línea más recta entre dos puntos. Si eres mujer y te interrogas qué cosa simbolizas te saldrán de corrido una serie de adjetivos que en lo literal podrían aplicarse no solo al otro género, sino a más de un representante del neutro: servicial, entregada, empática, leal, generosa, noble… Mi perra era así, te lo aseguro. Algunos están ahí porque "yo lo valgo", sin embargo otros nos los llevan inculcando las madres y abuelas porque así lo aprendieron ellas. Por eso te aseguro que tu idea de "mujer" cambiará a lo largo de la vida y dependerá mucho de esa cosa que nos gobierna llamada estrógenos; de hecho no percibirás el universo femenino igual a los veinte que a los cincuenta.
En algún momento se doblegará a la maternidad y te mirarás al espejo con tres dedos de raíz en las mechas, la tripa fofa y el corazón a mil porque no llegas a nada, preguntándote por qué narices no te sondean a ti tu "Día de la mujer". Bien clarito lo explicarías. Habrá otro en que taparás tus canas con coquetería y te pondrás un pantalón pitillo diciendo que siempre tuviste unas piernas de cine y te irás a tomar algo con otra amiga recién divorciada, como tú, que quiere presentarte a un amigo interesante y ese no será un día sino una noche para festejar. Y otro donde contemples un atardecer gastado tomando mano nueva. Alguno donde serás madre de tus padres e hija de tus hijos. Pero en cada instante te reinventarás, porque también eso es ser mujer.
Y ahora confieso que te he mentido. Claro que he encontrado más de una corbata en el armario, pero le pertenecen a él. Esta mañana me ha preguntado por qué no hay un día del hombre. Yo he respondido que lo habrá en el momento en que tiren la corbata a la basura.