¿Cómo estáis divinitys Este fin de semana he sobrevivido a la batalla del vestidor. A organizar armarios y zapateros, precintando la ropa veraniega y desempolvando la de abrigo, para comprender que recibir al invierno no es cuestión de envoltorio: debemos pertrecharnos bien por dentro si queremos plantarle cara sin dramas.
A mi este cambio de estación suele saludarme con cansancio y una bajada de defensas que saldo a base de estornudos. Y aunque trate de consolarme diciéndome que la culpa la tienen mis pies al aire, como nos advertían de niñas, al final claudico a la jalea real y la equinácea. Ayer, derrotada entre bolsas vacías de naftalina, sospeché que si me hubiera enfundado cualquiera de los jersey de cashmere El transcurrir del tiempo, sumando años como una irremediable condena, te permite, no obstante, moldearlo, si identificas sus códigos y te animas a jugar su partida. Igual que te acomodas al frío, ordenando, no solo tu armario, sino la estantería del baño que albergará un sérum milagroso o esa crema sleep&peel que ya te decides a usar, puedes ir adentrándote en otras estaciones con naturalidad.
Cierto que no puedes ganar al tiempo. Él posee su ritmo y ni el peor de los cataclismos lo frena. Pretender someterle es tan inútil como querer esquivar al invierno en sandalias. Pero sí puedes instalar algunos diques para que sus efectos no estraguen más de lo preciso. Si tratas de anticiparte ahí donde sabes que va a erosionarte, es probable que tú y él terminéis siendo, si no amigos, por lo menos, esa clase de conocidos que se toleran bien.
¿Qué es lo primero que tienes que hacer? Colocarte frente a un espejo –ojo, un aliado al que tendrás que acudir muchas veces pero nunca con un exceso de espíritu complaciente y, menos aún, muy crítico- y observar tus ángulos como si no fueran tuyos. Abordando un juicio sin inquina que podrías realizar a cualquier otra persona. Empieza a familiarizarte con sus cambios. No hay rostro que permanezca inalterable, además de porque sumamos arrugas, manchas o flacidez, porque nuestros gestos habituales lo modelan, suben un ojo y bajan otro, estiran las comisuras, fruncen la línea del labio superior… Analiza tu óvalo y empieza a distinguir los cúmulos de grasa y tejido bajo la piel. ¿Cómo notas a esta última? ¿Ha perdido grosor? Si no ha empezado aún, lo hará; también es probable que si utilizas cremas untuosas se vayan dilatando progresivamente tus poros. La cartografía de tu cara habla sobre el cuidado que ha tenido hasta ahora y te indica la hoja de ruta que va a seguir el tiempo sobre ella.
Entonces, ¿cuál es el siguiente paso? Aprender que más que tratamientos cosméticos universales, deberías idear uno a tu medida. Pero eso sí, tienes la ayuda de Happy Aging y la doctora Elvira Ródenas.
Esta semana le he pedido que nos resuma cómo debemos de frenar el otoño en la piel y no te pierdas en que consiste el efecto secadora. Demoledor.
De momento, el otoño en el armario ya está resuelto.